Razones para el debate Domínguez-Mejía
Examen de civismo a ex titulares de SEPyC

OBSERVATORIO
29/04/2024 04:03
    El debate debe entenderse con absoluta responsabilidad como el acto que le aporta a los electores la posibilidad de conocer a los candidatos y nutrir desde la tasación de capacidades el libre albedrío social. Y para dirigir la lid electoral a buen propósito está el árbitro comicial, en quien deben confiar y están obligados a obedecer en la función de evitar que la confrontación de ideas sea llevada al ring de lo ramplón.

    Porque se esperaba que los dos ex secretarios de Educación del Gobierno del Estado dieran lecciones de civilidad y esbozaran propuestas para mejorar la calidad de la enseñanza en Sinaloa, debería rectificar Graciela Domínguez Nava en la decisión de no acudir al debate entre ella y Juan Alfonso Mejía López, candidatos ambos a diputados federales por el Distrito 01 con sede en Mazatlán. En caso de no corregir se les cancelaría a los electores la única posibilidad que tendrán de cotejar planteamientos, arrestos y aptitudes antes de determinar a quién le darán los votos.

    El fortalecimiento de la democracia está mucho en función de los elementos para el discernimiento de que disponga el electorado, ya que estos no los logran en las campañas de aspirantes que se ofrecen como único oasis en el desierto del proselitismo engañoso. Una cosa es la calle ocupada sin antagonista, adornada con jingles y parafernalia entusiasta, y otra muy distinta el cara a cara con las respectivas reglas de civilidad política, urbanidad que tampoco significa sacrificar la controversia.

    Domínguez Nava, postulada por la alianza de partidos “Seguimos Haciendo Historia” que integran los partidos Movimiento Regeneración Nacional, Verde Ecologista de México y del Trabajo, así como Juan Alfonso Mejía López, candidato de la coalición Fuerza y Corazón por México que agrupa a las siglas del Revolucionario Institucional, Acción Nacional y de la Revolución Democrática, tienen que regresar a la mesa de diálogo ponderando menos los intereses propios y más el derecho de los ciudadanos a elegir con adecuados referentes de valoración quién los representará en la Cámara de Diputados.

    El debate debe entenderse con absoluta responsabilidad como el acto que le aporta a los electores la posibilidad de conocer a los candidatos y nutrir desde la tasación de capacidades el libre albedrío social. Y para dirigir la lid electoral a buen propósito está el árbitro comicial, en quien deben confiar y están obligados a obedecer en la función de evitar que la confrontación de ideas sea llevada al ring de lo ramplón.

    Tratándose de quienes dirigieron la institución que promueve mejor educación en Sinaloa, nadie debería esperar de Domínguez y Mejía un careo político que raye en lo insustancial. Los dos tienen excelentes recursos retóricos para defenderse pues ella salió bien librada en polémicas peores a las que hoy le rehúye, como presidente de la Junta de Coordinación Política de la 63 Legislatura del Congreso del Estado y él en coyunturas donde los líderes magisteriales quisieron arrodillar a la SEPyC, o al proteger las posturas siempre controversiales de la organización Mexicanos Primero.

    Por tales razones sorprende que Graciela Domínguez le haya hecho llegar a la Junta Distrital 01 del Instituto Nacional Electoral de Sinaloa el oficio donde notifica que no asistirá al debate del 8 de mayo justificando la ausencia en “la actitud irresponsable y manipuladora que ha desplegado incluso públicamente el candidato de la coalición Fuerza y Corazón por México, quien pretende imponer sus condiciones para la realización de dicho ejercicio democrático, haciendo a un lado los acuerdos tomados por los representantes autorizados y esa autoridad electoral durante tres reuniones de trabajo”.

    O que Mejía López se plante en el rol del candidato retador, entrón y rebelde al considerar que su oponente “se ha negado, no desea debatir y me parece que es importante el ejercicio del debate como mecanismo de rendición de cuentas, pero yo entiendo que quien no tiene cuentas que rendir no desee debatir”. “Si no se presta al debate con uno ¿cómo lo haría con 499 compañeros allá en México?”, declaró.

    Ahora la responsabilidad de que el debate se realice o no recae en el INE que tendrá que desplegar acuerdos y condiciones para que se lleve a cabo. A la democracia nadie debería cancelarle ese lapso fundamental en el cual desvanece el marketing político, la promesa cantada desde el megáfono y la mano ampollada por el saludo forzado, para que resalte la obligación cardinal de defender frente a quien sea la vocación e idoneidad con la cual alguien pretende acceder a cargos de elección popular.

    ¿Así cómo vamos a saber qué postulan en el Congreso federal para poner al día la educación pública que involucionó una década debido a la reciente pandemia de coronavirus? ¿Cómo le harán para que conozcamos la situación de la enseñanza en México si el Gobierno decide salirse de la prueba PISA que aporta la radiografía fiel del modelo lectivo? ¿Si retomarían el sistema de Escuela de Tiempo Completo que fue cancelado cuando comenzaba a dar los primeros resultados de avances pedagógicos?

    Importa demasiado escuchar las preguntas que hace la gente y responderlas frente a frente, sin temerle al disenso. La evasiva, al contrario, cultiva la percepción de ineptitudes y de incapacidades el elector está hasta el tope por eso en 2018 decidió quitarle al PRI la Presidencia de la República y las mayorías en las cámaras de Diputados y de Senadores.

    Reverso

    Picarse entre ellos la cresta,

    A ninguno le causa gracia,

    Pues debería ser la apuesta,

    Vigorizar la democracia.

    Denostar en domingo

    A ver quién aguantó ayer dos debates el mismo día, uno tras otro, pero desde temprano la gente no mostraba disposición a dedicarle el domingo a escuchar el cruce de ataques entre las dos candidatas y el candidato a la Presidencia de México, y las y los cinco cabezas de igual número de fórmulas que pelean por los tres escaños para Sinaloa. Tal vez se hubieran animado si la cultura de la propuesta distinguiera a este tipo de eventos, pero como el verbo hubiera no existe el ánimo social regresó a los tiempos de la dictadura perfecta del PRI, cuando mucho antes de que cayera el primer voto ya se sabía con exactitud quiénes ganarían las elecciones.

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