Algunos tiempos que vivimos son demasiado oscuros, por lo que menguan las fuerzas, se difumina el porvenir y languidece la esperanza. La mente parece naufragar en un convulsionado río y nos invaden pensamientos y sentimientos de soledad, desorientación, desamparo, impotencia, miedo, frustración y desesperación.
Sin embargo, no debemos claudicar en nuestros esfuerzos ni abandonar la lucha, pues en todas las épocas han existido tiempos oscuros y difíciles, como escribió Charles Dickens al comienzo de su novela Historia de dos ciudades: “Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, la edad de la sabiduría, y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación”.
La esperanza jamás debe ceder ante los embates de la oscuridad. Apenas estábamos recuperándonos de la crisis desatada por el flagelo de la Covid 19 y aspirando la libertad para movernos sin miedo en las reuniones y sin cubrebocas, cuando nos vino impuesto este arraigo forzado por la violencia de grupos delincuenciales.
Empero, no podemos conceder al miedo y a las fuerzas oscuras el absoluto poder sobre nuestra vida, convivencia, desarrollo, trabajos y tareas. No es la primera vez que enfrentamos una situación similar. Quienes tenemos un poco más de años recordaremos la Operación Cóndor y otras muchas estrategias, algunas totalmente fallidas, que se han implementado para contrarrestar el poder del crimen organizado.
La oscuridad no tiene la última palabra, aunque hoy se le magnifique con el efecto multiplicador y distorsionador de las redes sociales. Como miembros de una misma comunidad debemos animarnos, consolarnos y encontrar alivio juntos para disipar la oscuridad y no difuminar los rayos de la esperanza.
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