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    La ausencia de diálogo, o peor la confrontación, lleva a la insufrible posición de ‘solo se cambia lo que yo quiero cambiar’ o, cambiar aquello que, a juicio de otros, podría desencadenar un efecto dominó, es decir, cae la primera ficha y, una tras otra cae, hasta sucumbir las 28 piezas de este juego de mesa.

    El Congreso del Estado técnicamente está en lo suyo que es reformar leyes que considera no responden a las necesidades actuales y, los universitarios organizados y desde distintas ópticas, a reconocer que su institución necesita hacer cambios para cumplir mejor con sus funciones sustantivas que son la docencia, la investigación y la extensión universitaria.

    A simple vista lo que tenemos son dos horizontes con un mismo propósito, que es servir mejor a la sociedad sinaloense.

    Y algo tan simple, tan obvio, se vuelve innecesariamente complicado por la desconfianza entre los actores que se atrincheran en sus posturas.

    La ausencia de diálogo, o peor la confrontación, lleva a la insufrible posición de “solo se cambia lo que yo quiero cambiar” o, cambiar aquello que, a juicio de otros, podría desencadenar un efecto dominó, es decir, cae la primera ficha y, una tras otra cae, hasta sucumbir las 28 piezas de este juego de mesa.

    Esto se traduce en un impasse donde nada o poco se mueve por las posturas irreductibles de los actores y la esperanza, de algunos que solo alguien situado por encima de ellos, sea quien tome una decisión que debe corresponder a los universitarios en el marco de la autonomía.

    Y ahí se complica la situación, porque se politiza la decisión.

    Si es el Presidente López Obrador quien envíe una iniciativa para reformar la Ley de Educación Superior lo hará pensando en cómo adscribir a las universidades públicas a control cuatroteístas y, ya sabemos lo que significa, cuando vemos penosamente el caso del Centro de Investigación y Docencia Económica (CIDE) que, de ser una institución de gran prestigio internacional, ha venido a menos por la imposición de un comisario político y la subsecuente jubilación y diáspora de cuadros académicos.

    Y peor, ahí están los dardos envenenados que recientemente ha lanzado contra la UNAM por el affaire del plagio de la ministra Yasmín Esquivel que, para varios observadores, tiene como tela de fondo el proceso de sucesión de Rector que se celebrará en noviembre, y donde podría haber un candidato “oficial”, un aspirante a comisario político, para nuestra máxima casa de estudios.

    Asimismo, si es el Gobernador Rubén Rocha, o incluso el Congreso del Estado, quien inicie una iniciativa o se incline por una de las tres que han estado en el congelador durante años o, mejor, por una mezcla de todas, igual que AMLO, buscando tener bajo control -que dicho de paso, si el Gobernador ya tiene a los otros poderes institucionales, a los municipios más importantes del estado, la Fiscalía, alcanzar el control de la UAS con un comisario significaría tener prácticamente todo el poder en el estado sin contrapesos.

    Y eso, no es poca cosa, cuando estamos en la antesala de la definición de quien será la candidata o candidato presidencial de Morena.

    Solo eso explica una obsesión llena de contradicciones y amenazas contra la casa de estudios de los sinaloenses. Nada que ver con lo académico. Se podrá decir en descargo que las universidades públicas, y especialmente la UAS, no están exentas del efecto político de la sucesión presidencial.

    Que el factótum de la Casa Rosalina tiene candidato y apuesta fuerte por él, movilizando a la militancia del Partido Sinaloense, organización con un alto componente universitario en las tareas de organización para su candidato o para quien, ojo, resulte ganador en la disputa interna de Morena.

    Cierto.

    Es decir, nos guste o no, lo que está en juego es si es el Gobernador o el líder del PAS, será quien hará la campaña del candidato presidencial morenista en Sinaloa.

    Y quien sea el candidato necesitará de los dos, de ahí la constante invitación de Adán Augusto López Hernández, el Secretario de Gobernación, de que ambos se mantengan unidos, “que no se peleen”.

    Sucedió recientemente en Los Mochis y la respuesta de ambos, fue que eran “amigos”, que no se preocupara.

    Sin embargo, el fuego amigo, apareció en menos de una semana y al parecer, nuevamente al Gobernador lo reconvinieron para que no se confronte con la UAS que está haciendo la tarea.

    Ahí están las expresiones, ciertamente contradictorias, cuando un día sí y otro, también, el Gobernador se refiere a la Casa Rosalina.

    Hay desesperación, inquietud, por no poder imponer su voluntad, al nivel de la amenaza cuando ha dicho que “sí sacan a los estudiantes a la calle, cobraría los 100 millones de pesos de un préstamo que no pensaba cobrar a la UAS”.

    Entonces, los rectores de las tres universidades públicas que están en la mira de la reforma universitaria después de haber salido en defensa de la Ley de Educación Superior, esgrimiendo especialmente su artículo segundo que tiene que ver con la “consulta a los universitarios” en cualquier intento de reforma de su marco normativo -que dicho de paso, es la Ley, que defendió y sacó adelante Rubén Rocha cuando se desempeñaba como Presidente de la Comisión de Educación del Senado de la República- deberían los rectores tener una cumbre para discutir, no sólo lo coyuntural, sino lo de largo plazo que compete a las universidades públicas con el acompañamiento de sus respectivas comunidades.

    Un ejercicio de este tipo provocaría un aire fresco en la atmósfera política y demostraría, si hay voluntad, que nuestras universidades son capaces de autoreformarse en beneficio del pueblo sinaloense.

    Vamos, que están más allá de coyunturas políticas y sus rectores, son capaces de revisar con ánimo crítico, las iniciativas de reforma, haciendo uso del espíritu que debe campear en las instituciones de educación superior.

    Habría que aprovechar la oportunidad que se genera al calor de la contienda por una candidatura presidencial, al menos la UAS lo debería provocar.

    Sólo así, será legal y legítimo, la intervención del Congreso del Estado y serán reconocidos los esfuerzos de los universitarios preocupados por el devenir de nuestras casas de estudios superiores.

    Una última reflexión, el fallecimiento de Jesús Aguilar Padilla, ex Gobernador del estado trae a mi memoria, una charla breve, que sostuve con él en la presentación en el Congreso del Estado del libro: El desafío de la Universidad Pública: El caso de la Universidad Autónoma de Sinaloa, que coordinamos el doctor Carlos Maya y un servidor.

    En 2003, Aguilar Padilla, era el líder del Congreso del Estado, y nos invitó a presentar la obra, al escuchar nuestros argumentos, me dijo sotto voce palabras más, palabras menos, que la “UAS era un elefante dormido y por un interés político, no era bueno despertarlo porque siempre trae graves consecuencias”.

    Esas palabras, son de enorme actualidad y no por ser una frase hecha, sino porque a mi juicio, en un México tan turbulento las reformas son más eficaces cuando son por consenso o vienen desde adentro de las instituciones, así, como lo ha empezado hacer la UAS, con la puesta en marcha de su reforma universitaria.

    Al tiempo.

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