¿Quién protege a los niños en Sinaloa?
Infancia en peligro, el ultimátum de JJR
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De vez en cuando las desgracias a que están sometidos los niños tocan a la puerta del ficticio paraíso en el que la sociedad protagoniza la quimera de vivir feliz, golpe de realidad que tiene el único propósito de que caiga la entelequia de justicia social y abatimiento del subdesarrollo, patraña ancestral construida en los cómodos sillones de burócratas y burla colosal a los sectores más desprotegidos. No hay escapatoria del atraso en tanto sean los chiquillos inmolados los que nos quitan las vendas y a cambio nos ponen lágrimas en los ojos.
Y como los males nunca llegan solos, y menos cuando las autoridades dejan crecer los problemas hasta que trasmutan a tragedias, los dos hechos lamentables ocurridos en la Sindicatura de Juan José Ríos, Municipio de Guasave, y traducidos en el fallecimiento de dos niños, resaltan las franjas de miseria que contrastan con el verde del nirvana agrícola, el último bastión para la subsistencia de familias indígenas que salen expulsadas por la pobreza extrema prevaleciente en estados del sureste mexicano.
Inimaginable lo que vivieron los 11 niños que resultaron intoxicados en dicha área de JJR que alberga a jornaleros agrícolas, circunstancia que no pudo librar la pequeña de 9 meses de edad por la fragilidad que los sostiene en vilo entre la disyuntiva de la vida o la muerte. Algunos de los infantes tenían más de 72 horas sin probar alimento, lo cual hizo que alguna sustancia venenosa entrara a sus organismos sin hallar las adecuadas barreras nutricionales.
Horas después, en los linderos de la misma comunidad fue localizado el cadáver de una pequeña de 4 de años edad, sepultada a la orilla de un dren, con huellas de haber sido golpeada y sin que existiera reporte de la desaparición, otro rasgo de la vulnerabilidad infantil que recalca la flaqueza principal que es la pobreza. ¿Cómo llegamos a esto en la tierra pródiga, ahora predestinada a engullir los cuerpecitos inermes de niñas y niños?
En el surco de las plantaciones agrícolas, o fuera de éste, peligran los hijos menores de edad que acompañan a sus padres en la aventura que los lleva a la antesala del sueño americano, donde Sinaloa es parada obligada en la ininterrumpida migración de los desposeídos hacia Estados Unidos, sin que el aparato oficial o la solidaridad ciudadana esté operando con la indispensable mano extendida que les mitigue el calvario de ser parias en su propia Patria. Las dos víctimas infantiles de Juan José Ríos merecen mínimamente la deferencia post mortem de preguntarnos qué estamos haciendo por ellos.
A finales de diciembre de 2021 a los sinaloenses nos estremeció el salvajismo con el cual fue asesinada por su padre una niña de 4 años de edad en un campo agrícola del municipio de Navolato, anunciándose por quien entonces acababa de protestar como Gobernador, Rubén Rocha Moya, un plan de acción en la zona de Villa Juárez para salvaguardar la integridad de la población infantil migrante. Los hechos evidencian hoy que ya no se trata solamente del Valle de Culiacán sino de lunares de orfandad política, económica y social que se extienden a lo largo del ribete sinaloense del cultivo de alimentos.
Ahora, al ras de cumplirse el primer cuarto del sexenio que le corresponde gobernar, Rocha Moya se halla frente a la pertinencia de pedirles a los funcionarios de las instituciones de prevención de riesgos y violencia que se anticipen a hechos en los cuales la fatalidad acecha a los segmentos sociales de mayor debilidad y desprotección cuyo oráculo les avisa de amenazas encima de la de por sí inminente adversidad de la pobreza extrema. Es fundamental eliminar la negligencia de servidores públicos y las indiferencias de presidentes municipales que constituyen culpabilidades.
Además de la consternación que deriva de las desgracias que hoy conocemos y deploramos, deberíamos enlistarnos, sociedad y gobiernos, entre los culpables del abandono a las etnias que vienen aquí en búsqueda de mejores formas de vida y lo que hallan es la muerte. Durante éxodos desesperados es la infancia la que paga las peores consecuencias frente a la contemplación impávida de los inhumanos.
Sin el ánimo de proponer la táctica de muerto el niño a tapar el pozo, al Gobierno del Estado y los ayuntamientos les apremia la necesidad de establecer sistemas de intervención oportuna fundados en la prevención con atención especial a las regiones de Sinaloa con asentamientos nómadas relacionados con la siembra y cosecha de legumbres. Ahí donde se emplean los jóvenes y adultos hay también un parte infantil que requiere ser bien supervisada y atendida.
Juan José Ríos y los hechos de intoxicación masiva y asesinato, con niños como víctimas, es el más reciente ultimátum para los gobiernos estatal y municipales. Justicia en ambos casos, sin que alguna discriminación o proteccionismo prevalezca porque los pequeños muertos son iguales a cualquiera de nosotros; la diferencia está en las oportunidades dadas a cada quien y la posibilidad inequitativa de permanencia.
Si el rocío de la madrugada,
Baña a diario los sembradíos,
Para qué de lágrimas los ríos,
Que lloran a la niñez inmolada.
El convenio suscrito entre el Gobierno de Sinaloa y el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, consistente en establecer esfuerzos conjuntos en beneficio de familias que sufren desplazamiento forzado por la violencia, así como el establecimiento en Mazatlán del Centro de Atención para Migrantes, enfocado a niñas, niños y adolescentes que viajan solos, son acciones humanitarias de cuya multiplicación en el territorio estatal depende que el desempeño de Rubén Rocha adquiera la dimensión del líder de carne y hueso, con sentimientos y emociones, y escape de la frialdad de políticos de piedra duros de sensibilizarse ante esa parte de Sinaloa que reclama la guía de seres humanos y ya no más de efigies de roca inconmovible.