En este mes de septiembre escuchamos mucho sobre lo que significa ser mexicana o mexicano y sobre aquello que nos da identidad. Siempre destacamos la variedad de platillos típicos a nuestro alcance, su origen, y el eterno debate respecto a si el mejor ceviche es el de Sinaloa o el de Sonora; o quién prepara los mejores camarones a la diabla, si en Veracruz o en Jalisco. Claro, exaltamos nuestra comida, pero pocas veces reconocemos a quienes están detrás de ella, ni el esfuerzo que implica llevar ese ceviche o esos camarones a nuestras mesas.
La comida del mar es de lo más delicioso que tenemos en México, y las mujeres y hombres del mar son quienes hacen posible que la disfrutemos. Son 2 millones de personas que trabajan en el sector pesquero y que dan de comer no sólo a sus propias familias, sino a millones de personas en México y el mundo. Porque sí, mucho de lo que extraen se exporta a otros países: huachinango, mero, pulpo, langosta, camarón, por mencionar algunos.
Para las mujeres y hombres del mar, ser parte del sector pesquero va más allá de tener un trabajo; su identidad trasciende el hecho de ser mexicanas o mexicanos: antes de eso, son pescadores. Siguen la tradición de sus abuelas y abuelos, quienes con enorme tristeza y frustración ven cómo los productos del mar se agotan, cómo los mares se contaminan, y cómo la pesca ilegal se lleva los recursos y destruye los ecosistemas.
Son ellas y ellos quienes deben crear las políticas y tomar las acciones necesarias para recuperar las especies y sus hábitats críticos, como arrecifes y manglares. Hoy, el 34 por ciento de las especies pesqueras están en deterioro y, ante esto, se han organizado en cooperativas pesqueras con el fin de recuperar especies que estaban al borde de la desaparición. Han creado zonas de refugio pesquero no sólo para fomentar la reproducción de estas especies, sino también para proteger a sus comunidades del turismo a gran escala. Además, han trabajado para construir Áreas Marinas Protegidas que resguarden los arrecifes de coral, pues saben que ahí es donde se reproducen las especies que nos darán un futuro.
Si hoy tenemos pescados y mariscos en nuestras mesas, es porque las mujeres y los hombres del mar han hecho lo imposible para que así sea. Lo han logrado, a pesar del Estado y las instituciones, que aún no están a la altura de ellas y ellos.
Actualmente, las instituciones encargadas de regular la pesca están disminuidas. La Comisión Nacional de Acuacultura y Pesca (Conapesca) no tiene la capacidad para supervisar y cuidar; tampoco la facultad para mandatar la recuperación pesquera e incluso retrasa la composición de Zonas de Refugio Pesquero, impulsadas por el propio sector pesquero.
El Instituto Mexicano de Investigación en Pesca y Acuacultura Sustentables (IMIPAS) está a punto de ser absorbido por la Conapesca, justo cuando la imparcialidad en la investigación pesquera es imprescindible para tomar decisiones sobre su manejo.
Esta crisis institucional afecta al sector pesquero, a sus familias y, aunque no lo veamos, a todas y todos los mexicanos. Lo que ocurre con estas instituciones impacta la vida de millones de personas que viven de la pesca, así como la identidad y el futuro de los mares mexicanos.
No podemos dejarles solas y solos en esta tarea. Cuidar los mares, los productos del mar y sus hábitats es tarea de todas y todos. Empecemos con reconocerlo y reconocerles.
Les invitamos a reivindicar a las mujeres y hombres del mar, quienes son un orgullo nacional y un ejemplo de cuidado a nuestro país y a nuestros recursos. Ellas y ellos no solo se encargan de poner comida en la mesa, sino también de que en el futuro podamos seguir hablando sobre de dónde vienen los camarones a la diabla más ricos de México, cuál es el mejor ceviche, o si el huachinango más delicioso es el del Golfo de México o el del Pacífico.
¡Que vivan las mujeres y los hombres del mar!
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La autora es Nancy Gocher, campañista senior y directora de Incidencia en Oceana en México (@OceanaMexico).
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