Un encuentro fortuito de hace unos meses terminó en un libro. La historia es esta: caminando por la Colonia Condesa, en la Ciudad de México me encontré a mi querida amiga Carolina Rocha. No recuerdo qué cosa llevó al tema, pero nos pusimos a discutir sobre las condiciones generales de impunidad en México. No hacía tanto que yo había estado involucrado en el Corruptour, un proyecto en el que participé con extraordinario entusiasmo y que me dejó grandísimas satisfacciones, conversaciones deliciosas y el ánimo para pensar que este país tiene remedio. Ahí constaté que, aunque pensemos que todo mundo está al tanto de la corrupción, lo cierto es que ese es un diálogo público con muchísimo ruido. Por su parte, Carolina tenía clarísima la idea de presentar gráficamente cómo los gobernadores saquean y no termina pasando nada. Tiramos ideas, nos emocionamos, nos vimos a los ojos y finalmente prometimos escribir un libro juntos.
Así nació “Qué tanto es tantito. Atlas de la corrupción 2000-2018”. Un libro que surge justo cuando la política mexicana está pasando por un mal momento, uno crítico. Desde la mitad del sexenio, el escenario no deja de complicarse y no tengo la menor duda de que esta es la situación más delicada de los últimos 20 años. Frente a eso, nos propusimos la indisciplina de la memoria.
La impunidad está desbaratando lo poco que nos queda de país. No hay que ser científico social para llegar a una conclusión similar, basta con estar atento a lo que sucede a nuestro alrededor, desde el tono y contenido de las conversaciones con familiares y amigos, la efervescencia en las calles, los resultados de las encuestas de opinión, lo que pasa en las redes sociales, incluso lo que dice un sector de la prensa (libre).
Y eso se mezcla con malos gobiernos. Porque los grandes resultados y los incuestionables logros sólo existen en la mente de Peña Nieto, en la boca de los aduladores de turno o en la publicidad oficial pagada con nuestros impuestos. A menos que millones de mexicanos, el INEGI, el CONEVAL, la academia, los medios de comunicación (principalmente extranjeros), la ONU, la CEPAL o hasta el Banco Mundial estén confabulados para distorsionar la realidad, lo cierto es que el país anda mal. Muy mal.
Frente a tal escenario, la reacción de la clase política es para preocuparse seriamente. Por ejemplo, supongo que el Presidente Peña Nieto y su grupo cercano habrán pensado que era de mucha cintura política usar a la PGR como instrumento de golpeteo político. Parece que tampoco les importa mucho la impunidad que con todo lujo de exhibicionismo están dejando por todas partes.
Los casos que la PGR pierde o en los que se desiste son simplemente de escándalo. La incapacidad de las instituciones para responder, con moderada solvencia a los hallazgos de la Auditoría Superior de la Federación, también es para enfurecerse. Eso sin contar la manera en la que en el Congreso eligen a las personas para ocupar los más importantes cargos públicos (como la llega de Medina Mora a la Corte, la imposición de Paloma Merodio en el INEGI o el reciente nombramiento de David Colmenares en la ASF).
Con todo eso en la cabeza, y una meticulosa investigación por parte del equipo de Antifaz, quisimos describir el país. Nos metimos entonces en la loca aventura de construir una guía ilustrada de lo que sucede en el país. El libro tiene humor, tiene picardía, tiene algo de provocación. Con todo, no es una invitación a frivolizar el saqueo y la descomposición de la vida pública, sino una respuesta a las señales que nos rodean, que parecen indicar que una buena parte de la clase política está dispuesta a aprovechar que, en términos de legitimidad y credibilidad, ya se ha tocado fondo. Por eso insisten en que el saqueo es inevitable.
Nosotros optamos por el humor, como respuesta a una casta a la que se le aprecia cómoda gobernando, legislando, decidiendo con poca o nula credibilidad. A un grupo que se instaló para arrebatar, robar, desviar, acumular, todo indebidamente. El libro también denuncia a una oposición que está atrapada en sus propias trampas. A las alternancias que dan vergüenza o rabia o lástima o las tres cosas juntas. Retratamos a partidos que se dijeron de oposición y que terminaron haciendo lo mismo o peores cosas.
“Qué tanto es tantito” es una apuesta para ejercer la memoria. Porque nos mueve la convicción de que el olvido es la materia prima de la impunidad.
@nomus77