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"Opinión"

"¿Qué le pasa al Químico?"

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    ramirezleond@hotmail.com

    Un par de semanas antes de que concluyera la campaña electoral de 2018, tenía la plena seguridad de que Andrés Manuel López Obrador, se convertiría en Presidente de México, que Rubén Rocha Moya e Imelda Castro, serían senadores de la República, y Merary Villegas -con quien colaboré en el Congreso local y a quien le coordiné su campaña- asumiría el cargo de Diputada federal por el séptimo distrito, mientras que Luis Guillermo Benítez Torres y Omar Rubén Gill Santini, serían presidentes municipales de Mazatlán y Choix, respectivamente. La respuesta de la gente era mi termómetro para asegurarlo.

    Fuera de ahí, ignoraba y desconfiaba en qué pudiera lograrse un triunfo adicional. Sin embargo, el hartazgo por la corrupción y la esperanza de un cambio verdadero, advertía triunfos insospechados. La gente se volcó con Andrés Manuel y en consecuencia con Morena y sus candidatas y candidatos. Cinco de cinco, fue la consigna. Y se cumplió. La tarde del primero de julio de 2018, empezaron a fluir tempranamente los resultados electorales. Distrito por distrito, alcaldía por alcaldía, la información preliminar arrojaba un apabullante triunfo electoral. Entre gritos y aplausos, juerga, incredulidad y algarabía, la gente sonreía y decía: “Hasta Estrada Ferreiro ganó”. Nadie lo creía.

    No obstante, tan pronto se confirmaron los datos, muchos sentimos una legítima preocupación, sabedores de que la transformación no era un asunto exclusivo del Ejecutivo federal, diputados y senadores, sino un esfuerzo colectivo que correspondía también a los gobernadores, presidentes municipales y congresos locales del país.

    Por esa razón, la incapacidad de Morena para auto designarse una dirigencia nacional y estatal, me parece, por decir lo menos, un asunto peligroso no sólo para la vida interna del partido, sino para el proyecto de la cuarta transformación y para la democracia misma. Se trata de la opción política, aún en estas circunstancias, mejor valorada por los electores que se perfila para mantener la mayoría legislativa en la Cámara de Diputados y ganar en 13 de las 15 gubernaturas en juego para 2021, incluida Sinaloa.

    Sin embargo, la interminable crisis partidista que encontró su punto más álgido luego de que el Instituto Nacional Electoral informara el pasado 9 de octubre que los resultados de las tres encuestas realizadas no permiten dar un ganador claro a la presidencia del partido Morena, dado que “los límites inferior y superior de los intervalos de confianza se traslapan entre las dos primeras posiciones que son Mario Delgado y Porfirio Muñoz Ledo”, generó fuertes pugnas entre la militancia y reavivó los ánimos de aquellos que ven nuevamente la posibilidad de relanzar sus aspiraciones políticas.

    Tal es el caso del Alcalde de Mazatlán, Luis Guillermo “El Químico” Benítez Torres, que aprovecha la bruma y se abalanza toscamente en contra del Senador Rubén Rocha Moya. Del tema había pensado no escribir porque confiaba en que la discordia sería pasajera, amén de la relación que tenemos como compañeros fundadores de Morena. Sin embargo, sus cotidianas y cada vez más beligerantes declaraciones y decisiones políticas, no dejan lugar a dudas: el proyecto de Luis Guillermo ya no es la Gubernatura de Sinaloa, sino cerrarle el paso al Senador Rocha, que encabeza todas las preferencias electorales, para impedirle que logre la candidatura de Morena.

    La misma historia se repite en otras entidades federativas. Por ello, quien a finales de la semana que inicia se haga de la presidencia nacional de Morena, ya sea Mario Delgado o Porfirio Muñoz Ledo, deberá apagar de inmediato el fuego amigo y evitar que el incendio termine consumiéndonos a todos. Ya es hora.