La violencia que padecemos actualmente en Culiacán es un problema persistente que no podemos ignorar. El desequilibrio educativo que enfrentan los estudiantes debido a la violencia actual se suma al ocasionado por la pandemia. No basta con adoptar una actitud optimista; su potencial efecto negativo en el proceso educativo es evidente y debemos enfrentarlo con responsabilidad, buscando soluciones efectivas y urgentes.
La violencia es un asunto que nos afecta a todos: estudiantes, padres de familia, docentes, autoridades educativas y el gobierno. Sin embargo, los docentes contamos con experiencia directa en el aula, lo que nos coloca en una posición estratégica para mitigar su impacto. Es nuestra responsabilidad generar soluciones efectivas que aseguren el bienestar de los estudiantes y la continuidad del proceso educativo, adaptándonos a las circunstancias y buscando el mejor enfoque para cada situación.
Como docentes, debemos afrontar este reto con una actitud realista y proactiva, buscando soluciones que no solo garanticen la protección de nuestros estudiantes, sino que también mejoren su formación, a pesar de las dificultades del contexto actual. A lo largo del tiempo, hemos implementado diversas estrategias y aprendido tanto de aquellas que han tenido éxito como de las que no han logrado cumplir con los objetivos planteados. Es momento de compartir estas experiencias y aprender unos de otros.
Existen dos aspectos que merecen especial atención. El primero es la necesidad de mejorar el uso de las clases no presenciales en situaciones de emergencia. Aunque somos conscientes de que la enseñanza virtual no es la solución ideal, debemos adaptarnos a las circunstancias, especialmente en contextos de violencia que nos impiden salir de nuestras casas. Debemos mejorar la experiencia en clases presenciales para que sea un pilar, más que una interrupción del proceso de enseñanza.
El segundo aspecto es el impulso de habilidades de autoaprendizaje en los estudiantes. Necesitamos fomentar su capacidad de continuar con su formación de manera autónoma, incluso en casos de emergencia, cuando el docente no esté disponible. Esto les permitirá ser más independientes y resilientes frente a cualquier adversidad que surja.
Más aún, necesitamos desarrollar un protocolo de emergencia que permita mantener la continuidad educativa en contextos de violencia, a la vez que minimice su efecto en el proceso de aprendizaje. Con este fin proponemos las siguientes ideas para motivar la discusión de este importante tema.
Este protocolo debe abordar los dos aspectos clave mencionados anteriormente, las clases no presenciales y el fortalecimiento del autoaprendizaje en los estudiantes. Así como, debe irse integrando al desarrollo mismo del curso, de forma que cuando surja un evento de emergencia, el paso a clases no presenciales sea lo más natural y fluido posible, sin generar interrupciones abruptas en el proceso educativo. Esto permitirá que los estudiantes continúen con su formación de manera eficiente, independientemente de las circunstancias.
Las características del protocolo pueden incluir: 1. Flexibilidad en horarios y modalidades de clase, con acceso a grabaciones; 2. Desarrollo de habilidades de autoaprendizaje en los estudiantes; 3. Formación continua de docentes en herramientas digitales y manejo de crisis; 4. Soporte emocional para estudiantes y docentes; y 5. Evaluación flexible y equitativa. Este protocolo debe ser fácil de aplicar y adaptable al curso, garantizando que el proceso educativo continúe sin comprometer el bienestar de los estudiantes.
Es absolutamente necesario discutir y analizar cómo mejorar el proceso de enseñanza y aprendizaje en un contexto tan adverso como el actual. Este desafío no está limitado a una sola institución, ni a un nivel educativo específico; es una responsabilidad colectiva de todos los docentes de nuestro estado.
Los catedráticos de distintos niveles educativos enfrentamos circunstancias específicas, pero también compartimos problemas comunes, como el acceso a internet y el uso de plataformas educativas. Estas circunstancias pueden ser abordadas de manera similar, aprendiendo de los casos exitosos en los que se han superado. Al compartir estrategias y enfoques innovadores, podremos aplicar soluciones más efectivas, mejorando nuestra labor pedagógica y enfrentando los retos de manera más eficiente.
La educación es una tarea común que debemos abordar como sociedad. Este problema trasciende las paredes del aula, por lo que vale la pena dedicar tiempo, energía y esfuerzo para encontrar soluciones que beneficien a todos nuestros estudiantes.
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