Menosprecio o desprecio. La misión original del estado, su razón de ser, es la defensa y protección de la vida. Dónde se torció el camino y se degradó la entraña de nuestros gobernantes.
Las escenas por desgracia son sólo parcialmente nuevas. Tragedias similares se repiten cada año. Son una suma de irresponsabilidades: calentamiento global, deforestación sistemática de cientos de miles de hectáreas de bosques y selvas, asentamientos en lugares no adecuados. Sobre la actitud de la 4T hacia el calentamiento sólo hay vergüenzas. El gobierno en los hechos niega su importancia. No cumpliremos las metas del Acuerdo de París, por el contrario, ya somos ante el mundo la oveja negra que apuesta de nuevo a los fósiles.
Sobre la deforestación ancestral -origen de muchas de las avenidas torrenciales- hay poco qué decir. El actual gobierno lanzó con bombo y platillo un programa que, como muchos otros, ha sido un fracaso: 7 por ciento de supervivencia. Sonaba bien, pero una consecuencia muy concreta es que acabaron con la producción diversificada de plantas en infinidad de viveros. La obsesión por las zonas tropicales, ha salido carísima. Siguiendo al INEGI el 40 por ciento del territorio es considerado desértico o semidesértico y alrededor de dos terceras partes está en proceso de erosión. No se habla de ello.
Sobre los asentamientos irregulares no hay nada en concreto. Los mapas de riesgo allí están, desde hace décadas, sabemos dónde hay población en riesgo que necesita ser reubicada. Es una labor incómoda, hay muchas resistencias, pero a la larga es la única forma de evitar tragedias.
Con el estado de Hidalgo el País tiene una gran deuda: allí enviamos cantidades oceánicas de aguas altamente contaminadas de la Zona Metropolitana de la Ciudad de México. El caudal de salida se salió de madre. Las obras de infraestructura para evitar desgracias no se han terminado. Ahora fue Tula, pero podrían ser otras. Hay dinero abundante para un tren que nadie solicitó, pero no para proteger a los moradores de esa zona. Viviendas, comercios, fuentes de trabajo y, por si fuera poco, un hospital del IMSS, arrasados. Su director, el Gobernador y otras autoridades, estuvieron allí en el lodo, con las familias, una presencia más que simbólica. Pero el Presidente -cuando más- ve las inundaciones desde un helicóptero, la presencia según él, es demagogia. No, estar allí no es demagogia, la presencia de las autoridades del máximo nivel ayuda enormemente a que las acciones se agilicen. Ernesto Zedillo, al que él tilda de frío neoliberal, regresó de una gira internacional directamente a enfrentar el desastre de Acapulco azotado por Paulina. Pero la empatía mínima no es parte de la revolucionaria 4T.
Por eso pudieron desaparecer de un plumazo el Seguro Popular dejando a 15 millones de mexicanos sin protección de salud y de pasadita el importantísimo fondo para eventos catastróficos que aseguraba protección a familias con desgracias mayores; por eso pueden poner la cara dura y decir que el suministro de medicinas (incluidas las de niños con cáncer) estará completo siempre “la próxima semana”; por eso pudieron desaparecer el Fonden que a tantas familias auxiliaba y que ahora extrañamos y mucho en Tula; por eso mienten y mienten sobre el Covid y el vocero oficial de la desgracia se atreve a dar una explicación simplona -por no decir burlona- sobre las vacunas a los niños; por eso ni siquiera han pensado en un programa para atender a los cientos de miles de pacientes que no han podido ser tratados en los Institutos Nacionales, pacientes con enfermedades graves y en necesidad de tratamientos urgentes desplazados por la pandemia; por eso cierran las puertas a las mujeres; por eso fueron incapaces de implementar una estrategia adecuada -como en otros países- para el retorno a clases, por eso, por eso....
Pero qué tal desaparecer a Cortés y esconder a Colón, inventar a una falsa mujer olmeca sin siquiera respetar los rasgos característicos.
Pelean con los muertos y desprecian a los vivos.