PRI: tiempo de recordar

EL OCTAVO DÍA
    El PRI creció mas allá de un sistema de control o agencia de colocaciones. Fue un vehículo para pasar al mandato civil luego de tantos militares y no se derechizó en plena Guerra Fría. Hasta el contradictorio Echeverría afirmó que era una izquierda dentro de la Constitución.

    Hemos hecho aquí la semana pasada un breve recuento histórico del nacimiento y extinción del Partido de la Revolución Democrática. Por simple balanza de equilibrio y orden de aparición, en esta entrega haremos un repaso del surgimiento de otro partido que insistía en representar una revolución... sólo que institucionalizada.

    Esto último por definición, ya es una contradicción. A los extranjeros hispanoparlantes que nos visitaban les hacía gracia. Nosotros ya estábamos demasiado acostumbrados a oírla sin captarla, tal como acontece con los malos olores o los defectos de la familia.

    El nombre y función del Partido Revolucionario Institucional surgió porque era necesario bajarle revoluciones al torbellino que se convirtió el proceso de la Revolución Mexicana. Volverlo una institución permanente y con reglas que prevaleciesen más allá de una presidencia o la vida útil de los caudillos.

    Se habla poco, en nuestros textos escolares, de lo vertiginoso y traumático que resultaron para el nacimiento de un nuevo país los sucesivos asesinatos de líderes por la lucha del poder o el repentino vacío del mismo.

    No solo Madero, Carranza, Villa, Zapata y Obregón, sino que decenas y decenas de anónimos militares y militantes.

    La sola Rebelión de Aguaprieta, que consolidó el poder de Obregón, implicó cruentos combates, asesinatos y destierros involuntarios.

    Incluso los grandes perdedores fueron los sinaloenses: Juan Carrasco, Rafael Buelna y Salvador Alvarado, excelente Gobernador de Yucatán que no alcanzó a gobernarnos.

    Otras muertes de revolucionarios sinaloenses, muy impactantes porque buscaban la presidencia, fueron las de Ángel Flores -envenenado- y Francisco Serrano, ejecutado a sangre fría junto a miembros de su elite en el camino de Huitzilac.

    Y el país todavía padeció más cuartelazos que no nos mencionaban nuestros profes. Nadie tiene presente levantamientos como los de Saturnino Cedillo o la muy violenta Rebelión Escobarista, encabezada por el mazatleco Gonzalo Escobar, que incluyó un bombardeo a Torreón, al parecer hecho de plano por aviones gringos.

    Ni hablar de los asesinatos en las elecciones de Ávila Camacho y la agresiva represión al movimiento henriquista de una sepultada Federación de Partidos Mexicanos.

    La urgente invención PNR, luego PRI, fue una forma de poner en orden a los grupos que obtuvieron el poder con la Revolución Mexicana y que ya debían de disciplinarse, tanto para compartir el poder o formar un ciclo de tandas democráticas, al menos al más alto nivel, arbitrada por un gran elector temporal.

    Un genial sobreentendido. Por algo alguien llamaba a la política y la corrupción “el juego que todos jugamos”.

    La creación del PRI fue la manera de poner en paz a muchos caudillos políticos o sindicales, ya que la Revolución Mexicana permitió el surgimiento de organizaciones gremiales.

    Si bien los llamados batallones rojos que la Casa del Obrero Mundial envió a Álvaro Obregón no fueron tan contundentes en la lucha de revolucionaria, sí amalgamaron un gran valor a futuro a la hora de darle una veracidad y un sustento social a los vencedores.

    Así fue como surgieron organismos como la CTM, la CNOP, CROM, FTSE, y muchos otras que fueron desapareciendo o consolidándose. Fidel Velázquez llegó a decir poco antes de morir, casi centenario, que “a balazos llegamos y con votos no nos sacarán”.

    Aunque a la luz del tiempo algunos los vemos como un refugio de la corrupción y el caciquismo, en su momento cumplieron una función social poderosa, de la mano de la Constitución de 1917, un fenómeno que no existió en otras partes de América Latina y ni tampoco en Estados Unidos.

    Allá por ejemplo, la palabra sindicato, suele asociarse con el crimen organizado, delincuencial callejero, la llamada mafia. En Sudamérica no hubo por décadas algo parecido al IMSS, o el Infonavit; los cargos de todos los niveles de gobiernos eran para una sociedad criolla militarizada.

    Se inauguró aquí un sistema presidencialista que aún se niega a morir, el cual tuvo sus ventajas en el México bronco: Francisco I. Madero, por ejemplo, no tuvo facultades como los otros presidentes posteriores para detener el cuartelazo y se vio obligado a confiar en Huerta.

    Se decía que nuestro anterior sistema padecía de demasiado federalismo y figuras dispares como Juárez y Porfirio Díaz llegaron a ser lo que fueron solo imponiéndose a ese entramado. El propio Morelos estuvo atado por el Congreso de Chilpancingo.

    Así que por seis años teníamos con el PRI a un gobernante omnívoro que al final era sacrificado cual príncipe azteca. Ya no se repetiría el poder posterior a su gobierno que ejercieron Obregón y Elías Calles, hasta que uno murió y el otro fue desterrado por Cárdenas.

    De hecho él inauguró ese corporativismo. Dejó fuera a su candidato de izquierda -Francisco Múgica- y puso al más central Manuel Ávila Camacho, entendiendo que el país no estaba para más experimentos socialistas, sobretodo ante la Segunda Guerra Mundial, y le dijo en privado que él mandaba y no hiciera caso hasta de sus tarjetas: “si recibe una mía, será porque me vi obligado a darla”.

    El PRI creció mas allá de un sistema de control o agencia de colocaciones. Fue un vehículo para pasar al mandato civil luego de tantos militares y no se derechizó en plena Guerra Fría. Hasta el contradictorio Echeverría afirmó que era una izquierda dentro de la Constitución.

    Logró como organismo político renovarse varias veces y con Salinas recibió a muchos “conversos”, prófugos de un movimiento comunista que no les entendió o dio lo que querían. La disciplina férrea fue su secreto, del mismo modo que lo tiene la Iglesia católica mundial con sus tremendas excepciones. Y siempre será loable del PRI su aceptación a ceder y compartir el poder en el año 2000 ante la decisión democrática nacional.

    Pero el pueblo no olvida o no perdona: frase con la que cierro y que usted podrá darle el sentido que quiera, a favor o en contra, de uno de los partidos más antiguos de un mundo que aún no perfecciona ese invento llamado democracia.

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