A partir de las elecciones del año 2000 se empezó a hablar de la muerte del PRI. La derrota en las elecciones presidenciales de ese año llevó a muchos a así pronosticarlo. Se pensaba que el PRI sin la Presidencia de la República dejaría de respirar. Doce años después, gracias a que Vicente Fox y Felipe Calderón no quisieron sepultarlo y, al contrario, se aliaron con él para profundizar las reformas económicas que desmontaban el modelo estatista del viejo PRI, y con ello propiciaban una enorme concentración de la riqueza en poderosos grupos empresariales y sectores de las clases medias, excluyendo a la inmensa mayoría de los plebeyos, propició el regreso del tricolor con una nueva generación de políticos encabezados por Peña Nieto, terriblemente insensibles, arrogantes y corruptos, y que, por eso en escasos seis años, vaciaron las últimas reservas del PRI.
Ni el PRI ni el PAN lograron percibir que su proyecto de nación, compartido desde 1988, y al que el PAN le llamó su” triunfo cultural”, porque, a su juicio, ellos habían propuesto algo muy similar desde que surgieron en 1939 para enfrentar al cardenismo, generaba riqueza sin equidad. Lo peor de todo es que las nuevas generaciones priistas y panistas se olvidaron de la sensibilidad social y, por el contrario, resultaron incontrolablemente voraces. Los juniors, como siempre, se querían comer todo. Lo hicieron y lo pagaron en 2018.
El PRI había perdido la Presidencia en 2000 pero había conservado muchas gubernaturas, entre ellas la de Sinaloa. Zorros de la política, como Juan S. Millán, supieron sacarle jugo a Fox para fortalecerse internamente. Y así, como en Sinaloa, gobernadores priistas supieron mantener una base territorial y social que le permitió al PRI regresar con Peña Nieto a Los Pinos.
Pero, con el triunfo de López Obrador, quien retoma muchas banderas del PRI y las remodela para adaptarlas a una época diferente, donde la gente recibe subsidios directos a su bolsillo sin intermediación de corporaciones sociales, el tricolor ahora sí se empieza a desfondar porque pierde Gubernatura tras Gubernatura, bancas en el Senado, en el Congreso y cientos de alcaldías en todo el territorio.
López Obrador, conociendo al PRI, sabía cómo desmantelarlo y prácticamente lo ha logrado.
La derrota del 4 de junio en el Estado de México fue el anuncio de que, ahora sí, habría que ir preparando el artículo mortis para los hijos de Plutarco Elías Calles. Decenas, que pronto serán cientos y después miles de priistas, se han ido bajando del barco. Pero, no tan solo por sus continuas derrotas electorales sino también por la peor dirección nacional que han tenido en su historia. Alito Moreno, es justamente, el mejor representante de la debacle moral y política del PRI. Lo más grave es que los mejores cuadros de este partido han sido incapaces de desbancarlo.
Justo en el mejor momento para que el PRI hiciera el mejor de sus esfuerzos para democratizarse y recuperar credibilidad ante la ciudadanía, recurre a sus prácticas autoritarias de siempre.
En Sinaloa, Alito, al parecer asociado a Malova -quien busca llegar al Senado- impone a Paola Gárate, una joven política aguerrida y trabajadora pero que aceptó las viejas reglas del juego de su partido, acelerando el descontento de destacados priistas que prefieren dejar sus colores partidarios. Es obvio que el tricolor es incapaz de renovar sus procedimientos partidarios. Critican a AMLO por autoritario, pero en Morena con las encuestas han sabido demostrar, al menos, que hay una real competencia partidaria por la candidatura presidencial. ¿O a poco creen que Ebrard y Sheinbaum están simulando una enconada contienda abierta?
En este contexto, la más reciente renuncia de Fernando Pucheta al PRI, uno de los escasos activos electorales que tenía el tricolor, confirma la incapacidad priista de aprender de sus errores. Este personaje, frente al vendaval moreno de 2018, tuvo la fuerza para obtener más de 70 mil votos en Mazatlán, que pudieron haber sido mucho más, como lo indicaba encuestas previas, si hubiese portado los colores de Morena y si se hubiese concretado la invitación que le hiciera el entonces candidato a Senador, Rubén Rocha Moya.
Pucheta no se alejó del ahora Gobernador y, por lo mismo, lo hizo Subsecretario de Turismo. Sin embargo, ante el nombramiento de “El Químico” Benítez como Secretario del mismo ramo, haciendo una lectura correcta del momento, renunció al cargo para no estar bajo el mando de un hombre sumamente desprestigiado y que iba a durar poco en la Secretaría. El capital político del hijo de la Colonia Obrera creció de inmediato y mantuvo sus expectativas para seguir en el primer plano del escenario político mazatleco, e incluso estatal
El PRI no lo supo retener, a pesar de que hubiese sido una pieza clave para intentar quitarle votos a Morena el próximo año. Si Malova va a ser el candidato del PRI al Senado, además de cargar con su desprestigio, no va a contar con los votos de quien preserva un jugoso capital electoral propio y no del partido.
No sabemos si él se va a incorporar a Morena y lo vaya a hacer candidato, pero lo que sí es evidente es que el Gobernador Rubén Rocha Moya lo quiere cerca.
Felicidades a la Universidad Tecnológica de Escuinapa y a la Sectur por el foro turístico que llevó a cabo el martes pasado, en el que participaron diferentes actores relacionados con el ramo. Esto es justamente lo que se debe hacer de manera sistemática: vincular y producir sinergias entre el sector público, el privado, la sociedad civil y los investigadores académicos. Los actores locales esperan buenos resultados de las propuestas que allí se hicieron.