Presidenta: pacifique Sinaloa, pero ya
Sin esperanza y confianza para resistir
Casi a la misma hora que la Presidenta Claudia Sheinbaum expresó ayer que “vamos a ir pacificando Sinaloa”, en un punto de la maxipista Culiacán-Mazatlán se reportó el hallazgo de al menos siete personas asesinadas, mutiladas y amontonadas una sobre otra, multihomicidio que echó abajo cualquier asomo de optimismo que el Gobierno pudiera generar en el prolongado y cada día más horrendo contexto estatal de violencia. Los sucesos cotidianos de barbarie siguen calando la voluntad del Estado mexicano por ofrecer paz, la capacidad de asombro de los ciudadanos y la posibilidad criminal para generar terror.
Ningún ejercicio de previsión de escenarios pudo aproximarse siquiera a la autenticidad actual cuando el Cártel de Sinaloa vive las ausencias de sus líderes icónicos, Ismael Zambada García, procesado en la Corte de Brooklyn en Nueva York, y Joaquín Guzmán Loera, enjuiciado y condenado a cadena perpetua por el mismo tribunal. El Gobierno de México, el Departamento de Justicia de Estados Unidos, los sucesores de “El Mayo” y “El Chapo”, y la aptitud premonitoria de los sinaloenses fallaron en imaginar la guerra en curso.
Por un lado los muertos y los heridos apareciendo en todos lados; comandos de sicarios furtivos a los sistemas de detección del Ejército y Policía; ataques con balas a casas, negocios y transeúntes; desapariciones forzadas y robo de carros perpetradas con el poder de las ametralladoras, y libre tránsito impedido en calles y carreteras donde sólo la impunidad transita. En el otro frente, numerosa fuerza pública que reacciona aprisa y previene lento; sobrevuelos de helicópteros y desfile de convoyes militares; partes de guerra que proponen esperanza y narran las bajas a los grupos hamponiles, y Vocería que enlista los hechos como única catarsis del mismo Gobierno.
Ya en medio de hostilidades insospechadas, la pregunta común consiste en cuándo va a finalizar esto. El cómo acabará es lo de menos en la preocupación colectiva pues ello le compete resolverlo a las instituciones de protección ciudadana imponiendo la fuerza pública por encima de la potencia criminal o bien con la acción del cese de hostilidades decretada al seno del Cártel, disyuntiva esta última que al fragor de las batallas pierde factibilidad.
Sin embargo, al Gobierno cada vez le queda menos tiempo para despilfarrarlo en discursos que tardan demasiado en traducirse en buenos resultados esperados, mientras el bono de la confianza en las autoridades federales, estatales y municipales también llega a su límite. Es que la población no se despierta en estos días queriendo escuchar lo que dicen los políticos ni planeando qué aportarle al progreso general o familiar, sino determinando cuáles atajos tomar en el apremio de evitar formar parte del recuento de los muertos de la narcoguerra.
Sin duda la táctica de guerra del narco viró a más hechos de alto impacto que impidan cualquier percepción de paz en los sinaloenses. Acapara la conversación pública con la narrativa de crueldad como motor del miedo y hace que la respuesta militar y policiaca desgaste sus recursos humanos y logísticos en reaccionar ante cada suceso violento, pues apenas logra hacer acto de presencia en uno y ya se está desarrollando el otro.
Los sinaloenses estamos en espera de que la palabra ofrecida ayer por la Presidenta Sheinbaum, de “vamos a ir pacificando Sinaloa”, concretice las evidencias de civilidad y legalidad que sostengan la oratoria. Sí es visible la actividad que desarrollan el Ejército, Marina Armada y Guardia Nacional, aunque igual resulta perceptible la atmósfera de violencia dominante que delata la insuficiencia y lentitud de resultados en los operativos. Dar más tiempo es imposible, porque la acometida del narco ha detenido las manecillas de todos los relojes que marcaban las horas de paz.
Había empezado el régimen del segundo piso de la Cuarta Transformación a reconocer el complicado panorama de la seguridad pública en Sinaloa, al informar que en septiembre y octubre los homicidios dolosos registran aquí el incremento del 347 por ciento, aceptación del problema como punto de partida a las soluciones, cuando la delincuencia envía señales de escalar en sus posibilidades de infundir terror.
La proximidad con la geografía sinaloense de la presunta acción hamponil que lanzó explosivos desde una avioneta sobre la comunidad de Vascogil, municipio de Santiago Papasquiaro, Durango, así como el uso de drones y bombas de fabricación rupestre en áreas atacadas de Sinaloa, denuncian alcances inadvertidos en la estrategia de los segmentos del Cártel de Sinaloa para eliminarse uno al otro exterminando pistoleros, arsenales y jefes territoriales.
El peor saldo de todo esto sería que entre las víctimas colaterales se enlistaran también la esperanza por la paz y la confianza en el Gobierno como otorgante obligado de seguridad pública. Que llegara la fecha de caducidad de la fe de los sinaloenses en las instituciones y quienes las presiden, hasta virar la súplica de piedad hacia los criminales. ¿Qué tanta capacidad y voluntad de resistencia nos quedan?
Bien sabíamos que sucedería,
Que la pax narca no era eterna,
¿Y no previmos cómo nos iría,
Con el Cártel y su guerra interna?
Con el criterio constitucional de la irretroactividad de las leyes, el Instituto Electoral del Estado de Sinaloa ponderó el principio de certeza jurídica y rechazó la solicitud para iniciarle al Gobernador Rubén Rocha Moya el procedimiento de revocación del mandato, ya que las normas y reglamentos de la materia fueron aprobados después de que el político badiraguatense asumió el cargo al ganar la elección del 6 de junio de 2021. ¿Los panistas que interpusieron el recurso no leyeron la Ley correspondiente? Al menos hicieron ruido político que ni se notó entre el estruendo de las armas de los violentos.
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