Preparación a la muerte

    Conocemos la certeza de la muerte, lo que ignoramos es el momento preciso de su arribo, pero puede cristalizarse en cualquier instante.

    Todos los seres humanos sabemos que vamos a morir. De hecho, Cicerón, como recuerda Montaigne en el capítulo XIX de sus Ensayos, afirmó que filosofar no es otra cosa que disponerse a la muerte.

    Por eso, este pensador francés que ha sido llamado padre del género literario del ensayo, tituló a ese capítulo: “Que filosofar es prepararse a morir”, recomendando lo siguiente: “toda la sabiduría y razonamientos del mundo se concentran en un punto: el de enseñarnos a no tener miedo de morir”.

    Más que temer el morir, deberíamos temer el no saber vivir. Desde que comenzamos a vivir, el acto de morir se torna irrenunciable. Montaigne señaló que es absurdo resistirse a no pensar en la muerte: “El remedio del vulgo es no pensar en ella, ¿mas de qué brutal estupidez puede provenir una tan grosera ceguetud?”

    Conocemos la certeza de la muerte, lo que ignoramos es el momento preciso de su arribo, pero puede cristalizarse en cualquier instante, subrayó: “Yo nací entre once y doce de la mañana, el último día de febrero de mil quinientos treinta y tres, conforme al cómputo actual que hace comenzar el año en enero. Hace quince días que pasé de los treinta y nueve aires, y puedo vivir todavía otro tanto. Sin embargo, dejar de pensar en cosa tan lejana sería locura. ¡Pues qué!, a jóvenes y viejos ¿no sorprende la muerte de igual modo? A todos los atrapa como si acabaran de nacer”.

    La mejor forma de combatirla, añadió, consiste en acostumbrarse a ella y esperarla en cualquier momento, puesto que la premeditación de la muerte es premeditación de libertad, como aseguró Horacio: “Imagina que cada día es el último que para ti alumbra, y agradecerás el amanecer que ya no esperabas”.

    ¿Me preparo adecuadamente?

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