Por una cultura de la paz

ENTRE COLUMNAS
17/02/2025 04:02
    Comportamientos justos, leales, transparentes, generarán una cultura de confianza y de respeto, lo más parecido a lo que podríamos definir como paz.

    En las ciencias sociales, el término de cultura ha ido evolucionando, por lo que también tiene distintos significados. Pero de manera general, el término se refiere al conjunto de conocimientos y características propia de una comunidad determinada, e incluye aspectos como las costumbres, las tradiciones, las normas y el modo de un grupo de pensarse a sí mismo; de comunicarse y de construir una sociedad. Para el antropólogo Clifford Gertz, la cultura no está en la cabeza de un individuo, sino que es pública, porque los significados e interpretaciones de los símbolos son colectivos.

    Por lo tanto, al hablar de una cultura de la violencia, podemos referirnos al conjunto de elementos en una sociedad (físicos y/o simbólicos) con un sentido agresivo y que pueden verse como algo natural o normal para el resto de los integrantes. En esa construcción social intervienen los sujetos como actores individuales, las instituciones, y la comunidad (sujeto, agencia y estructura dirían los sociólogos).

    Cuando uno de estos tres “engranajes” está dañado o “enfermo” (en palabras del escritor español Manuel Guillén) se tiene una repercusión directa en los otros dos. De manera que si en una institución (llámese familia, iglesia, escuela, gobierno, etc.) hay signos y manifestaciones de violencia, se genera el mismo comportamiento a nivel individual, pues la cultura imperante es acorde a estos comportamientos. Todo ello, a su vez, termina por tener repercusiones en la sociedad.

    Pongamos por ejemplo a la institución más importante que existe; donde se da la socialización primaria, es decir, la familia. Si en una familia existe violencia doméstica, en la que el padre maltrata -física o simbólicamente- a la madre, es muy probable que los niños que crecen en ese ambiente, reproduzcan ese comportamiento: se convertirán en adultos violentos. Por lo tanto, el conjunto de familias violentas, construyen una sociedad violenta.

    Este ciclo vicioso que acabo de describir, igual funciona en un sentido opuesto, es decir, se puede manifestar en un círculo virtuoso. De modo que comportamientos justos, leales, transparentes, generarán una cultura de confianza y de respeto, lo más parecido a lo que podríamos definir como paz.

    La historia reciente nos ha enseñado que la paz (por relativa que esta sea), y en nuestro estado en particular, la “paz narca” es sumamente frágil. Ante la detención o muerte de un capo, se recrudece la violencia por largos periodos hasta que de nuevo se organizan las estructuras delincuenciales.

    Y mientras llega esa relativa paz a nuestra sociedad, ahí están los jóvenes como las principales víctimas. A nivel nacional, según datos de la Red por los Derechos de la Infancia, en los últimos seis años, cada día se reportan en promedio 25 jóvenes menores de 18 años de edad en condición de desapariciones forzadas y no localizadas; hay poco más de mil 500 menores de edad en centros de internamiento para adolescentes; el 6.5 por ciento de los menores a nivel nacional consume algún tipo de droga; y 2 mil 500 han sido detenidos con armas de fuego.

    En anteriores colaboraciones recientes he expuesto que para que se construya una paz duradera en Sinaloa, es necesario que todos los individuos e instituciones que integran la sociedad, debemos de participar activamente.

    La construcción de paz que propongo aquí, para que se refleje en nuestra sociedad, tiene que iniciar desde nuestros espacios más personales; en los microcosmos en los que podemos hacer un cambio, que bien puede ser desde el seno de nuestros hogares, desde las agrupaciones patronales y de trabajadores, desde los púlpitos de las iglesias, desde los clubes de cualquier tipo, desde las instituciones educativas.

    El cultivo de esta cultura de paz, tal vez no la cosechemos nosotros, pues se trata de un proceso a largo plazo, pero bien vale la pena hacerlo por las nuevas y las futuras generaciones.

    Es cuanto...

    Posdata

    Hoy lunes 17 de febrero a las 11:00 de la mañana, en el auditorio “Gustavo Lozano” de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Autónoma de Sinaloa, estaremos conversando sobre este y otros temas con el presidente de la Comisión Estatal de los Derechos Humanos en Sinaloa, el profesor Oscar Loza Ochoa. Acto seguido se tendrá una reunión con colectivos de búsqueda de desaparecidos del sur del estado. Si puede, acompáñenos.