Hace unas semanas Patricia Olamendi presentó el libro que escribió en coautoría con Kenia Rabadán: Mujeres cambiando la historia. Por una democracia paritaria. Además de lo emotivo de la presentación y de la riqueza del diálogo que detonó, sentó las bases para una discusión vigente y necesaria hoy en México y en el mundo: el papel de las mujeres en las democracias.
El libro no sólo es un testimonio del papel crucial que las mujeres han jugado y continúan jugando en la esfera pública y política, sino que también es una llamada a la acción para repensar nuestras estructuras democráticas.
En este momento crítico, en donde el reclamo por la igualdad se escucha en todas las latitudes y en donde la amenaza al orden democrático es cada día mayor, la necesidad de una democracia paritaria se vuelve imperativa. Dejo aquí algunas reflexiones de por qué es una cuestión relevante y esencial para el futuro del mundo y de la sociedad.
La democracia paritaria tiene un impacto global. Entendemos por ella la igualdad en la representación y participación de mujeres y hombres en todos los niveles de la toma de decisiones. Este tipo de representación es fundamental para abordar las desigualdades sistémicas que prevalecen en nuestras sociedades. El libro muestra claramente cómo, a través de la historia, las estructuras de poder han sido construidas y sostenidas por sistemas patriarcales que excluyen a las mujeres de las decisiones y el costo que ello ha tenido en la historia, en los países y en las sociedades. Al revertir esto no sólo se busca corregir estas desigualdades históricas, sino también enriquecer el proceso democrático al incorporar una diversidad de perspectivas y experiencias y brindar alternativas para nuevas decisiones, un nuevo diálogo y una nueva manera de hacer y tejer la política.
De acuerdo con el WEF, en su informe sobre brechas de género, la brecha política es la mayor, con relación a la económica y la educativa -lo cual ya es mucho decir.
Existen casos que destacan por ser las excepciones a la regla, como Suecia y Nueva Zelanda. Reconociendo su valor, y siguiendo la línea argumentativa planteada por las au toras, habría que reconocer el valor de los mismos y señalar la necesidad de transformar estos ejemplos y excepciones en una tendencia global, superando los obstáculos culturales, económicos y políticos que aún limitan la participación plena de las mujeres en la política.
La democracia paritaria va más allá de la mera representación numérica; es un principio fundamental de justicia social e igualdad. Al asegurar que las mujeres tengan igualdad de voz y poder en la toma de decisiones, podemos abordar de manera más efectiva las desigualdades de género y promover políticas que beneficien a toda la sociedad. El libro argumenta que la paridad no es solo una cuestión de derechos de las mujeres, sino un requisito para el desarrollo. Las mujeres tienen mucho que aportar, decir y construir en materia de sostenibilidad, paz y prosperidad global.
¿Es tan difícil entender que la igualdad no es sólo un asunto de mujeres sino una realidad que nos beneficia a todas y todos?
En última instancia, Mujeres cambiando la historia es un recordatorio poderoso de que el camino hacia sociedades más justas, equitativas e igualitarias pasa por la democracia paritaria. Si las mujeres representamos el 50 por ciento de la población -o un poco más en algunos países como México- por qué nuestra voz, necesidades, retos y visión del mundo no son escuchadas ni tomadas en cuenta. ¿Por qué seguimos siendo tratadas como minoría cuando somos en muchas partes la mayoría? ¿Por qué hay quienes siguen considerando a las mujeres como “grupo vulnerable” cuando en realidad no somos vulnerables per se, sino lo que nos pone en condiciones de vulnerabilidad es la estructura en la que vivimos?
Este libro no sólo celebra las contribuciones de las mujeres a lo largo de la historia, sino que también subraya la urgencia de llevar a cabo cambios estructurales en nuestras instituciones democráticas, cultura, reglas y la necesidad -apremiante- de que las mujeres participemos de manera más activa en la política y hagamos uso de nuestra voz y nuestro voto.
A medida que avanzamos es esencial que los gobiernos, las organizaciones civiles y las y los ciudadanos de todo el mundo reconozcan la importancia de la igualdad de género en la política y se comprometan a hacer de la democracia paritaria una realidad.
Vale la pena recordar esa frase de Rosa Parks: nuestro peor enemigo no es la adversidad sino la resignación. No nos resignemos, jamás, a la disparidad, a la desigualdad, al silencio y a la invisibilización. Es hora de que las mujeres salgamos a votar y nos hagamos escuchar.