Joel Díaz Fonseca
“No, amigo, aquí todos hablan con voz natural. Nadie engola la voz. Aquí no hay tenores, ni falsete, ni retórica, ni hipérbaton. A Quevedo y a Góngora los hemos mandado al Olimpo. Sencillez, claridad, es lo que aquí se estila: la voz es lo que Dios cuida más”.
Esta fue la respuesta de un ángel a León Felipe en el diálogo imaginario que relata en su poema ¡Cómo se habla con Dios!
“Pero, si Dios no habla nunca. Le he llamado muchas veces y nunca me contesta”, le replica el poeta a aquella criatura celestial.
“Porque no le hablas con la voz que a Él le gusta”, respondió el ángel. “Tú gritas mucho, y a Dios, como a los mexicanos, no les gusta que les hablen ‘golpeado’. Modérate, modérate, amigo, y habla más bajo”.
¿Cuánto hace que no hablamos con Dios, con el Dios en el que cada uno creemos? ¿Un año? ¿dos años? ¿Nunca lo hemos hecho?
Aleteia.org, una institución creada para promover en los medios de comunicación, sin tintes ideológicos, la presencia de la Iglesia católica, publica en su sitio en internet una historia que habla, como dice León Felipe, en la manera en que lo hace Dios con sus creaturas.
Reproduce esta institución el último post en Facebook de Holly, una joven enferma de cáncer, que murió a la edad de 27 años.
“La vida es así, frágil preciosa e impredecible. Cada día es un don, no un derecho. Dejen de preocuparse por cosas insignificantes, quéjense menos y ayúdense más.
“Den, den, den. Intenten gozar cada momento en lugar de capturarlo con el celular. Levántense temprano de vez en cuando y miren el sol que nace.
“Escuchen música, hablen con sus amigos. Trabajen, no vivan para trabajar. Cómanse un pastel sin remordimientos.
“Digan a sus seres queridos cuánto los aman. Si algo los hace infelices -en el amor o en el trabajo- tienen el poder de cambiarlo.
“Donen sangre, gracias a las donaciones he vivido un año más. Un año por el que estaré siempre agradecida, en el que he vivido las cosas más bellas de mi vida. Hasta la próxima”, concluye la joven.
“Quéjense menos y ayúdense más”, nos dice sin rodeos, pero llena de fe, la valiente joven, que a sus 27 años veía cómo se le iba escapando la vida.
Hace un par de meses el Papa Francisco habló ante los más de 100 mil fieles reunidos en la Plaza de San Pedro para la Audiencia jubilar sobre la forma en que debemos comunicarnos con nuestro prójimo.
“El diálogo”, dijo, “es un aspecto muy importante de la misericordia, permite a las personas conocerse, poniéndolas en actitud de escucha”.
“Es expresión de caridad, porque, aun no ignorando las diferencias, puede ayudar a buscar y compartir el bien común. Escuchar, explicar, con docilidad, no chillar al otro, no gritar al otro, sino tener un corazón abierto son las características de un diálogo respetuoso y fecundo”.
Y remarcó:
“¿Cuántas veces estamos escuchando a una persona, la paramos y decimos: “¡No! ¡No! ¡No es así!” y no dejamos que la persona termine de explicarse. Y esto impide el diálogo. Aún más, es una agresión”.
Dialogar es conversar con el otro, exponiendo cada uno, de manera respetuosa y alternada, sus propios puntos de vista, sus opiniones. El diálogo, como claramente expone el Pontífice, es un don, es la oportunidad de crecer espiritual y culturalmente mediante el conocimiento del otro, de los otros.
Es curioso, la palabra dialogar tiene muchos sinónimos (conversar, charlar, platicar, departir, conferenciar, etc.), pero solamente un antónimo: monólogo, y sin embargo es esta última forma de comunicación la que termina imponiéndose casi siempre.
En nuestra comunicación con los demás buscamos imponer nuestros puntos de vista, le arrebatamos la palabra a quien está hablando, incluso lo hacemos de forma grosera y ofensiva: ¡Tú cállate, qué sabes de esto!
León Felipe vivió muchos años en México, nos conocía bien a los mexicanos, por eso en su diálogo imaginario con el ángel este le dice sin rodeos: Tú gritas mucho, y a Dios, como a los mexicanos, no les gusta que les hablen ‘golpeado’.
Estamos a unas pocas horas de que concluya el año y tal vez deberíamos establecernos como uno de nuestros principales propósitos para el año que está próximo a iniciarse, aprender a dialogar, aprender el lenguaje de Dios, en donde no tengan cabida la presunción, el egoísmo, y mucho menos la prepotencia.
Un diálogo sin tenores, ni falsete, ni retórica, ni hipérbaton. Un diálogo “sencillo y claro”, como sugiere León Felipe, quejándonos menos y ayudándonos más, como pide Holly. Feliz Año Nuevo.
jdiaz@noroeste.com