¿Por qué el humano no usa su cerebro al 100 por ciento?

    Lejos de ser una masa inactiva, el cerebro humano funciona mediante redes especializadas que permiten el procesamiento paralelo de la información.

    Si el cerebro fuera un músculo, algunas personas lo tienen muy atrofiado. La creencia de que sólo utilizamos el 10 por ciento de nuestro cerebro se remonta a principios del Siglo 20, posiblemente atribuida a una mala interpretación de los estudios sobre la plasticidad cerebral o de comentarios realizados por neurocientíficos como William James, quien mencionó que sólo explotamos una fracción de nuestro potencial mental. Esta idea fue perpetuada en la cultura popular y se ha mantenido en la sociedad debido a su atractivo y al potencial que sugiere. Sin embargo, estudios de neuroimagen han demostrado que, incluso en actividades simples, utilizamos casi todas las áreas de nuestro cerebro de manera compleja e interconectada.

    Desde una perspectiva neurobiológica, “usar el cerebro” implica la activación de redes neuronales en respuesta a diferentes actividades. Las distintas áreas del cerebro tienen funciones especializadas, y muchas de ellas están activas simultáneamente. Por ejemplo, las áreas responsables del procesamiento visual, auditivo, lenguaje y control motor se activan durante actividades cotidianas como ver, escuchar, hablar y moverse. Aunque no todas las áreas están activas a la vez, la falta de actividad en una región no significa que esté “desaprovechada”.

    De hecho, el cerebro humano funciona de manera altamente eficiente, activando selectivamente diferentes redes neuronales para optimizar su rendimiento y reducir el consumo de energía. Los estudios de resonancia magnética funcional (fMRI) han demostrado que incluso en estado de reposo, el cerebro tiene lo que se conoce como “red de modo predeterminado” (DMN, por sus siglas en inglés), que representa la actividad basal del cerebro cuando no está concentrado en tareas específicas. Esto sugiere que el cerebro siempre está activo, incluso cuando no estamos realizando actividades demandantes.

    Si interpretamos la pregunta desde una perspectiva hipotética en la que todas las neuronas se activaran simultáneamente, esto sería desastroso para el cerebro y el cuerpo en general. El cerebro humano está compuesto de aproximadamente 86 mil millones de neuronas, cada una conectada a miles de otras en una compleja red sináptica. La activación simultánea de todas las neuronas consumiría una cantidad masiva de energía, causando rápidamente fatiga metabólica, un fenómeno que es incompatible con la vida. Además, la activación incontrolada de todas las redes neuronales podría desencadenar una actividad desorganizada similar a una crisis epiléptica, un trastorno caracterizado por la hiperactivación descoordinada de las neuronas.

    Por otra parte, el cerebro humano ha evolucionado para operar de manera eficiente, activando sólo las áreas necesarias para cada función específica y “silenciando” las áreas no esenciales en cada momento. Esta economía de recursos es una característica adaptativa que ha permitido al ser humano desarrollarse en un entorno donde el consumo de energía es limitado. Se estima que el cerebro, a pesar de representar solo el 2 por ciento del peso corporal, consume aproximadamente el 20 por ciento de la energía total del cuerpo, lo cual refuerza la importancia de que su funcionamiento sea controlado y eficiente.

    Lejos de ser una masa inactiva, el cerebro humano funciona mediante redes especializadas que permiten el procesamiento paralelo de la información. Diversos estudios en neurociencia han revelado que el cerebro tiene una organización jerárquica en la que algunas áreas, como la corteza prefrontal, supervisan y coordinan otras áreas subordinadas encargadas de tareas específicas. Este modelo distribuido permite que el cerebro se enfoque en diversas actividades sin saturarse, lo cual es fundamental para la supervivencia.

    Si bien no usamos el “100 por ciento del cerebro” de manera simultánea, sí empleamos la mayor parte de su capacidad a lo largo del tiempo, especialmente en actividades de aprendizaje y adaptación. La plasticidad cerebral, es decir, la capacidad del cerebro para reorganizarse estructural y funcionalmente, sugiere que el cerebro puede “activar” o “silenciar” ciertas redes neuronales en respuesta a las demandas del entorno y a experiencias repetidas. Este proceso se observa en la adquisición de habilidades, en la recuperación de funciones tras un daño cerebral y en el desarrollo de nuevas estrategias de afrontamiento ante situaciones estresantes.

    La idea de “usar el 100 por ciento del cerebro” es un mito, pues el cerebro humano ya opera de forma sumamente activa y eficiente. En lugar de aspirar a una activación simultánea de todas sus áreas, el cerebro utiliza redes complejas y especializadas para optimizar su funcionamiento, conservando la energía y facilitando la adaptación a las demandas ambientales. Entender cómo el cerebro gestiona su actividad y su capacidad de reorganización nos permite valorar la complejidad de su funcionamiento y descartar el mito de que sólo usamos una pequeña fracción de su potencial.