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Y sí, viviremos el festejo dedicado a las madres de una forma inédita, obligados por las medidas de aislamiento dictadas por las autoridades federales para procurar controlar el contagio del coronavirus, y las cuales, según parece, van para largo; quisiera compartir el optimismo de los que dicen que esto terminará el próximo mes de junio, pero la realidad apunta hacia otra dirección. Parafraseando un verso del poema XX del creador chileno Pablo Neruda, me atrevo a decir: nosotros los de entonces, ya no seremos los mismos.
Esta pandemia llegó para darle una acentuación al aislamiento social que ha traído consigo el uso de aparatos electrónicos ¿por cuánto tiempo? Me temo que el lapso de espera estará sujeto a que se encuentre un tratamiento médico efectivo para atacar la enfermedad y al descubrimiento de la vacuna para prevenirla, la cual, si bien nos va llegará a nuestro país hasta el próximo año, pero repito, nuestra convivencia será distinta.
Pero vuelvo al punto del Día de las Madres, el cual se viene festejando en nuestro país de diversas maneras, desde el año 1922. Hoy será diferente en cuanto a las manifestaciones externas que les prodiguemos, a las vivas y a las que ya se fueron, sin embargo, en esencia, tendrá el mismo sentimiento de afecto, de agradecimiento y de respeto hacia nuestras progenitoras, y para las cuales, siempre seremos “sus criaturas” hasta el final de sus días.
Al predicador cristiano Edwin Chapin se le atribuye la frase: “Ningún idioma puede expresar el poder, belleza y heroísmo del amor de una madre”.
Obviamente al escribir estas líneas pienso en mi madre, quien combinó a la perfección los papeles de jefa de familia y docente de primaria, conservando, a sus 92 edad su legítimo derecho de nalguearnos; extendiendo mi sentir hacia mi esposa y mis hijas, que también ya están cicladas en el rol materno. Mi amor a todas ellas.
Sin embargo, también sirvan estas líneas como un homenaje para todas las mujeres que trabajan en el sector Salud, especialmente a las que son madres, las que a lo largo de estos pesados días, han demostrado una entrega total a su vocación de servicio, a costa de poner en riesgo su salud y su vida; sin doblarse por el temor de ver a las colegas que han sido contagiadas, de entre las cuales, no pocas han fallecido en el cumplimiento de su deber.
Son las madres que en esta ocasión, deben estar presentes en el agradecimiento colectivo. Muchas de ellas no podrán estar en sus casas, viendo y sintiendo el querer de sus hijos o el entregado a sus progenitoras, ya que voluntariamente se han aislado de sus familias para no comprometer la salud de los suyos.
En este grupo de ejemplares mujeres encuentro la abnegación materna, por su entrega incondicional a la misión de vida que se han marcado, procurando el alivio de los enfermos, y en el peor de los casos, ayudándoles a bien morir.
El amor materno ilimitado se refleja en labor que realiza este admirable colectivo de mujeres, las que pese a las carencias de materiales y equipo de protección, prodigan afecto a cada uno de los pacientes que tienen a su cargo.
Con un alto sentido de compasión, reflejo del amor maternal, las mujeres del sector Salud, palpan de forma directa el sufrimiento de los contagiados, infundiéndoles ánimos para que se aferren a la vida y salgan triunfantes de la afección que los mantiene postrados.
Son seres que le dan sentido a la frase del poeta británico, Rudyard Kipling: “Dios no podía estar en todas partes, y por tanto, hizo a las madres”.
Por ellas, por las de ustedes y por las mías, hago uso de una frase acuñada por el investigador y escritor italiano, Paolo Montegazza: “El corazón de una madre es el único capital del sentimiento que nunca quiebra, y con el cual, se puede contar siempre y en todo tiempo con toda seguridad”. ¡Feliz Día de las Madres!