El título de esta columna corresponde a una canción pop góspel grabada en 1971, la cual se popularizó inmediatamente a través de la banda canadiense Ocean (aunque originalmente la había grabado Anne Murray).
El contenido, lo hemos dicho, es religioso y característico de los cantos de las comunidades afroamericanas. El texto fundamental y estribillo, dice: “Pon tu mano en la mano del hombre que calmó el agua del mar”. También fue interpretada brillantemente por los cantantes Joan Báez y Elvis Presley.
Si es necesario depositar nuestra mano en la divinidad, no podemos olvidar la urgencia de ofrecer también nuestra mano abierta a los demás. Jamás empuñada, pero sí abierta, extendida y franca para compartir las alegrías, gozos, penas, dolores y desdichas de nuestros semejantes; sin olvidar, asimismo, mantener nuestra mano abierta para brindar apoyo y ayuda a los demás seres y creaturas del mundo.
En 2022, una fotografía capturada por el indonesio, Anil Prabhakar, dio la vuelta al mundo. Todo sucedió cuando aceptó la invitación de la Borneo Orangutan Survival Foundation, para observar el trabajo que estaban realizando en pos de preservar una especie de orangutanes en peligro de extinción.
Prabhakar observó que un cuidador regresó a un río pantanoso para tratar de capturar una serpiente venenosa que ataca a los orangutanes. Sin embargo, el fango lo atrapó y le impedía salir, por lo que un gran orangután se sentó en el borde, se apoyó en su mano izquierda y extendió la derecha para auxiliar al cuidador. Sin embargo, el cuidador no aceptó la ayuda del orangután, que parecía decirle: “Pon tu mano en mi mano”; y, tras algunos intentos, logró salir del río.
Si así actuó el orangután, ¿cómo deberemos actuar los seres humanos?
¿Ofrezco mi mano abierta a los demás?
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