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@rodolfodiazf
En la imposición de ceniza se repite la frase bíblica: “polvo eres y en polvo te convertirás” (Gn 3,19) para recordar la fragilidad y fugacidad de nuestra vida. Aunque seamos las personas más importantes del mundo, nunca debemos olvidar que toda gloria, honor, riqueza y poder son elementos efímeros y transitorios. “Pero ¿qué es un ser humano, Georg? ¿Cuál es el valor de un ser humano? No somos más que polvo que se levanta del suelo y se esparce por el mundo”, escribió Jostein Gaarder en La joven de las naranjas.
Sí, somos solamente polvo, pero podemos levantarnos del suelo y emigrar a las estrellas; podemos dignificar nuestra vida y darle un trascendente sentido.
El Papa Francisco nos exhortó a pasar del polvo a la vida para no volver a caer de la vida al polvo: “La ceniza se posa sobre nuestras cabezas para que el fuego del amor se encienda en los corazones”.
Insistió en la necesidad de liberarnos de la tiranía de nuestro ego: “Cuántas veces nos decimos cristianos y en nuestro corazón cedemos sin problemas a las pasiones que nos esclavizan. Cuántas veces predicamos una cosa y hacemos otra. Cuántas veces aparentamos ser buenos por fuera y guardamos rencores por dentro. Cuánto doblez tenemos en nuestro corazón... Es polvo que ensucia, ceniza que sofoca el fuego del amor”.
Resaltó que por doquier se respira polvo de muerte y destrucción: “Seguimos destruyéndonos, volviéndonos de nuevo al polvo. ¡Y cuánto polvo hay en nuestras relaciones! Miremos en nuestra casa, en nuestras familias: cuántos litigios, cuánta incapacidad para calmar los conflictos. ¡Qué difícil es disculparse, perdonar, comenzar de nuevo…! Hay tanto polvo que ensucia el amor y desfigura la vida”.
¿Transmuto el polvo en vida? ¿Impido que las cenizas sofoquen el fuego de mi corazón?