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"Opinión"

"Políticas públicas y estrategias sobre seguridad"

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25/10/2019

    Rafael Morgan Ríos

    cp_rafaelmorgan@hotmail.com

    Lo sucedido en Culiacán el jueves 17 de octubre tomó por sorpresa a muchos que, desde la Ciudad de México, no evalúan una realidad, pues los sinaloenses “sabemos” que el narcotráfico impera y controla prácticamente caminos, territorios, autoridades, empresas y a muchas personas que de ellos viven, llámense “punteros”, narcomenudistas, transportistas, sicarios, y hasta políticos; ahora, todo está haciendo crisis.

    En reuniones del Gabinete de Seguridad de Felipe Calderón, asistí como Subsecretario y Secretario de la Función Pública y fui testigo cómo se perfilaba la Política de Seguridad, y las estrategias y acciones posteriores, para enfrentar a la llamada delincuencia organizada. Todo se inició con la acción del ejército en Michoacán que estaba sufriendo de asesinatos, secuestros, extorsiones y enfrentamientos con las fuerzas federales; de ahí se derivó toda una política concertada que incluía descabezar a los principales cárteles, lo cual, sólo podría lograrse por el Ejército y la Marina, pues las fuerzas federales eran insuficientes o estaban coptadas por la delincuencia; se ordenó reclutar y capacitar hasta 40 mil policías federales más para sustituir al Ejército en las calles y se implementó un plan de inteligencia con equipamiento de primer mundo a cargo de la Secretaría de Seguridad Pública.

    Muchos comentan que con ello “se golpeó el panal, alborotando al avispero”, pero lo que ocasionó la lucha entre los cárteles y los jefes menores es que entraron en conflicto entre sí peleando por lo que quedaba en sembradíos, laboratorios, rutas de armas, fuentes de financiamiento y rutas de distribución y venta de estupefacientes, al ejecutarse las diferentes estrategias de destruir plantíos de estupefacientes; bloquear y atacar las rutas de armas, dinero y drogas; aprehender contadores, médicos y autoridades que los apoyaban; destruir laboratorios, etc.

    Esta política y sus estrategias lograron el punto de inflexión antes de 2012, pero Enrique Peña Nieto, mantuvo el ejército en las calles sin aplicar las estrategias y atendió los consejos de los colombianos de armar al pueblo para enfrentar a la delincuencia organizada, creando así los “autodefensas”, muchos de los cuales se desviaron de su objetivo o bien resultaron ser los mismos delincuentes. Esa política fracasó, aumentó el número de asesinatos y se exacerbaron los demás actos de violencia.

    El régimen de AMLO tiene como “política la de no enfrentar a los delincuentes; que el Ejército, la Marina y la ‘flamante’ Guardia Nacional no dispare; que la violencia no se enfrente con más violencia y que no se atacará al pueblo, pues los delincuentes también son pueblo”. Suponiendo sin conceder, que esta política pudiera funcionar, requiere para ello de estrategias y acciones concretas que se están realizando con tibieza y sin coordinación:

    Primero: Por lo menos que se ataquen los hechos delincuenciales, tales como siembra de estupefacientes y laboratorios de anfetaminas; bloqueo y captura de armas; bloqueo y captura de drogas; bloqueo de fuentes de financiamiento y requisa de cuentas bancarias de los narcos, aprehensión de capos y de quienes los apoyan en sus actividades, etc.
    Segundo: Que exista coordinación entre Ejército, Marina, Guardia Nacional, Policía Federal, policías estatales y municipales, aclarando cuáles son sus ámbitos de actuación, pues la Guardia Nacional está cuidando las fronteras norte y sur, bajo las órdenes de Trump contra los migrantes; parte del Ejército se va a ocupar de la construcción del aeropuerto de Santa Lucía y cuidar bienes públicos y la Policía Federal está en desintegración.

    Tercero: Establecer un verdadero Plan de Inteligencia, con un Centro de Información Nacional digitalizando información de los Registros Civiles, registros de automóviles, licencias de chofer, infracciones y multas, registros fiscales y bancarios y credencial de elector, para saber quién es quién, dónde vive, de qué vive, cuánto tiene, etc. Lo que sucedió en Culiacán demostró una total falta de un elemental sistema de inteligencia.

    Cuarto: Cada vez es más difícil para las fuerzas armadas permanecer pasivas mientras son injuriadas, desarmadas y avergonzadas, por lo que en algún momento responderán aunque sea en defensa propia, como sucedió en Tepochico, Iguala, Guerrero, donde hubo 14 civiles muertos y en Culiacán, donde murieron más de 10 delincuentes.

    Aquí están diferentes tipos de políticas en cuanto a seguridad; el lector tiene la palabra para su evaluación.