Arturo Santamaría Gómez
Gracias a que Felipe Calderón es uno de los temas favoritos de Andrés Manuel López Obrador, las playas de Sinaloa salieron a relucir esta semana en dos mañaneras continuas.
En el primer día, el Presidente López Obrador acusó al gobierno del ex panista de realizar una transa, mediada por Miguel Gómez Mont, entonces Director de Fonatur, con Antonio Toledo Corro.
Según una fuente muy informada de los círculos de poder de la Ciudad de México y Sinaloa, la transa consistiría en que el que el ex funcionario turístico recibiría el 10 por ciento de “comisión” del pago del Rancho Las Cabras. Este consistió en 100 millones de dólares, o aproximadamente un mil 200 millones de pesos. Sin embargo, cuenta esta fuente, que el viejo y sagaz “Tigre” de Escuinapa a la mera hora no cumplió el acuerdo y le dijo al ingenuo Gómez Mont: “ No te doy nada y si quieres denúnciame”.
Obviamente, no hubo denuncia porque la corrupción hubiese quedado al desnudo y no era nada conveniente enfrentar a un hombre que en Sinaloa seguía teniendo muchas influencias y poder.
Podemos creer o no esta versión de los hechos, pero es bastante creíble por varias razones: el precio de la propiedad fue desmedido. La prueba está en que pocos años antes, unos agricultores de chile de Escuinapa, le compraron al mismo Toledo Corro una parte de ese mismo rancho en una cantidad proporcionalmente muy menor.
“El Tigre” no fue quien ofreció su propiedad al gobierno sino, gracias a la recomendación del difunto Dr. Ernesto Rivera que soñaba con el desarrollo turístico de su municipio, es que de Fonatur se acercaron al ex gobernador. El veteranísimo y colmilludo político vio la oportunidad y pidió una altísima cifra por sus tierras, y se la dieron.
En Fonatur tenían tanta prisa por la compra, y Felipe Calderón ansias de demostrar grandes proyectos ( el CIP de Teacapán fue anunciado como el que sería el más ambicioso de todos, mayor que Cancún), que concretaron la negociación sin estudios de impacto ambiental, lo cual era imprudente y absurdo. Se compró chueca y tontamente el rancho de Toledo Corro, porque investigaciones posteriores de científicos de la Facultad de Ciencias del Mar, encabezados por el Dr. Jaime Renán, demostraron que el proyecto del CIP propuesto era inviable. Según la propuesta original 30 años después de 2008 deberían de haber 43, 981 unidades de alojamiento, 3 campos de golf, dos marinas, áreas culturales, pista de esquí acuático, malecón, plaza públicas, zonas de agroturismo, clubes de playa, áreas comerciales y centros recreativos. Se decía que para 2025 ya estaría plenamente consolidado con 16,850 cuartos de hotel. ¡Es decir, el CIP de Escuinapa en 17 años tendría alrededor de 7 mil habitaciones más que las que Mazatlán ha construido en casi un siglo, si tomamos en cuenta las del Hotel Belmar inaugurado en 1922!
AMLO habló de que se gastaron 100 millones de dólares en la compra de esas tierras, pero no dijo que ahí ya se han invertido encima de 2 mil millones de pesos más en infraestructura, mantenimiento y otras tareas.
La propuesta que hace López Obrador de que se rife esa propiedad dividida en lotes obviamente no está bien pensada, en todo caso, tendría que planearse con mucha fineza. Imagínese que un humilde habitante de Chetumal o de Pachuca, o donde quiera usted, se gana un lote, ¿qué haría con él? Seguramente intentar venderlo. ¿Se imagina el lío con miles de casos más?
Es necesario imaginar varias alternativas viables porque no se puede desperdiciar tanto dinero y porque el sur de Sinaloa urge de nuevas vías de desarrollo.
Pero esas novedosas calzadas de desarrollo tendrían que ser necesaria y verdaderamente sustentables. Ese CIP (llamado oficialmente Playa Espíritu) podría ser el primero en México, ecológico, de mínimo impacto ambiental, en el que se integren turismo de naturaleza, producción alimenticia local sustentable, tradiciones y prácticas culturales locales también sustentables (como el uso masivo de la bicicleta), y donde la arquitectura utilizaría o al menos se apoyaría en algunas tradiciones locales de la construcción, como el uso de la palma, el adobe, etc.
Este turismo, que yo he llamado minimalista, donde la naturaleza es el lujo insuperable, es altamente rentable, donde por el pago de una cabaña estándar de cuatro estrellas se pagarían 6, 7 u 8 veces más que en un destino tradicional o, incluso que en un CIP tradicional. Este turismo es para gente de altos ingresos.
Esa podría ser una sección de un CIP ecológico, pero podría haber otras igualmente sustentables pero para sectores sociales con menores ingresos y deseosas de una convivencia plena con la naturaleza y la sustentabilidad.
Pocas veces tendremos la oportunidad en Sinaloa de ofrecer a nacionales y extranjeros una propuesta turística que responda a las crisis ambientales y de salud como las que ahora padecemos en el mundo. Así que, en el estado, tenemos la obligación de presentar alternativas al Gobierno Federal. AMLO ya puso en tapete de la discusión el tema y habrá que entrarle al toro.
Posdata
Ni Rubén Rocha Moya, ni Imelda Castro, ni ningún otro aspirante a la candidatura a Gobernador de Sinaloa por Morena están con Gibrán Ramírez Reyes para dirigir su partido; pero me parece que es el que tiene las ideas más claras y mejor articuladas para un verdadero instituto político. Es el más joven de todos -Muñoz Ledo podría ser su abuelo-, pero me parece el más íntegro y lúcido. Los aparatos están con Mario Delgado y con el veteranísimo político que ha dirigido al PRI y al PRD, pero el joven intelectual ha tenido la valentía e inteligencia para competir con ellos.