@elpoderdelc / SinEmbargo.MX
Nada mata a más mexicanos y mexicanas que el corazón, podríamos hacer algo por él. Tan solo en el 2021 murieron 220 mil personas en nuestro país por enfermedades cardiovasculares, principalmente de ataques al corazón. La cantidad de personas muertas por estas enfermedades podrían llenar más de dos veces el Estadio Azteca, cada año. Y la mayor parte de estas muertes son prevenibles.
Pero la prevención y la curación no son negocio. Es un mejor negocio para las farmacéuticas, es más lucrativo, desarrollar medicamentos para paliar los síntomas de una enfermedad que curarla. Si la enfermedad se cura, hay menos pacientes consumidores de sus medicamentos, menos consumidores de por vida. Y una gran parte de la medicina se ha desarrollado y enseñado siguiendo esa dirección.
No se trata de negar los avances de la medicina, muchos de nosotros estamos aquí gracias a ella y otros podrán decir, a pesar de ella. Lo que se trata es de destacar como una parte esencial del tratamiento de las principales causas de enfermedad y muerte en nuestra sociedad contemporánea no se dirige a enfrentar las causas de esas enfermedades, solo a controlarlas y hacer más llevaderos sus síntomas.
Si tomamos como ejemplo los medicamentos que más se consumen de manera regular encontramos las pastillas para controlar la hipertensión, para bajar el colesterol, para controlar la diabetes. Se trata de pastillas que son consumidas, generalmente, de por vida, se trata de mantener consumidores de por vida.
Lo que no se mira o no se quiere mirar es que la causa principal de todas estas enfermedades está en nuestra alimentación y que la alimentación es el medio más adecuado para prevenirlas e, incluso, para tratarlas.
Lo que llama la atención es que la enseñanza de la nutrición es mínima o está prácticamente ausente en la formación de los médicos. Es una gran paradoja que el llamado padre de la medicina, Hipócrates, haya dejado como enseñanza central “el alimento es tu medicina, tu medicina es tu alimento” y que en la medicina actual la alimentación no sea parte esencial del tratamiento.
Aparte, la propia enseñanza de la nutrición se ha encontrado atrapada en paradigmas ya muy cuestionados por carecer de una visión más sistémica, más integral. De lo que no hay duda es que en el origen de la mayor parte de las principales enfermedades y causa de muerte en nuestro mundo contemporáneo, se encuentra nuestra alimentación.
Pero esta epidemia no se puede parar con medicamentos, su receta para prevenirla y curarla no está en la farmacia, está en lo que se vende y compra en la tienda de alimentos, en el mercado o el supermercado.
Si vamos un poco más al detalle a las enfermedades cardiovasculares, encontramos que la causa predominante en las muertes que causa está en la acumulación de colesterol, una sustancia que se acumula en el interior de la capa que recubre a las arterias coronarias, formando una placa. Esta acumulación puede obstruir el flujo sanguíneo de las grandes arterias del corazón en forma parcial o total y ahí vienen las muertes Algo similar puede ocurrir en el cerebro, al presentarse la obstrucción de pequeños vasos por grasa y colesterol, así como en las arterias, reduciendo la circulación de sangre en el cerebro lo que lleva a un infarto cerebral. Hay un creciente número de investigadores que ligan también esta falta de irrigación del cerebro con el Alzheimer, una enfermedad que ha crecido de forma alarmante.
Diversos estudios poblacionales demuestran que más allá de alguna disposición a las enfermedades cardiovasculares por factores genéticos, son los ambientes alimentarios, lo que comemos, lo que determina su menor o mayor incidencia. Son los ambientes alimentarios los que se convierten en la mayor causa de estas enfermedades, estas enfermedades que son la principal causa de muerte en nuestro País como en gran parte del mundo. Existe una gran posibilidad de que nosotros mismos y de que parte de nuestros seres queridos mueran por un ataque al corazón o un infarto cerebral, muertes que podrán evitarse cambiando la alimentación. Lo mismo ocurre con otra de las mayores epidemias globales como la diabetes y el cáncer.
Por ejemplo, las poblaciones chinas o africanas que presentan una menor incidencia de enfermedades cardiovasculares, cuando migran a regiones de mayor riesgo de éstas enfermedades no tardan en registrar un aumento significativo en estas afecciones. La razón está en su cambio de dieta. Y de igual manera, la penetración de la dieta occidental en esas regiones, como está ocurriendo en China, aumenta la incidencia de las enfermedades cardiovasculares.
La diferencia entre las dietas tradicionales de chinos, africanos e hindúes con la occidental, está en que las primeras tres están basadas principalmente en plantas y la occidental, que se ha venido imponiendo en el mundo, se basa en productos ultraprocesados y carne, mucha carne. Ahí radica la diferencia en la incidencia de enfermedades cardiovasculares en diversas regiones del mundo.
El editor en jefe del American Journal of Cardiology por más de 30 años, el doctor Roberts, comenta que tenemos dos alternativas para enfrentar las enfermedades cardiovasculares. Una es la que se está siguiendo al poner a millones de personas medicadas de por vida o recomendar a la población una dieta basada en plantas y alimentos integrales.
Uno de los medicamentos más consumidos son las estatinas para controlar los niveles de colesterol. Sin duda, hay escenarios en los que su prescripción es necesaria. Sin embargo, en gran parte de los casos, no sólo se podría controlar los niveles de colesterol si no bajarlos permanentemente con la modificación de los hábitos alimentarios. Modificaciones consistentes en bajar el consumo de grasas saturadas y trans, limitar los alimentos con colesterol, basar la alimentación en verduras, frutas, legumbres, cereales integrales, etc., limitar los alimentos ultraprocesados, la sal y el alcohol.
Sin duda es más fácil tomar la estatina y no cambiar la dieta, sin embargo, la estatina no solo no cura, únicamente controla y puede traer diversos efectos no deseados, como los ya reconocidos en el hígado o dañar los músculos. En cambio, la dieta puede curar y no traer efectos secundarios, al contrario, puede traer beneficios secundarios. Más recientemente, la Administración de Drogas y Medicamentos de Estados Unidos ordenó incluir en la información de las estatinas la advertencia de sus potenciales efectos en el cerebro con pérdida de memoria y confusión. Otras investigaciones señalan potencial riesgo de contribuir al desarrollo de diabetes y algunos tipos de cáncer.
El caso de las estatinas es solo un ejemplo de lo que puede ser un tratamiento necesario para ciertos casos, pero no para otros que pueden y deberían ser tratados a través de un cambio en la alimentación, un cambio que no solo trae una mayor salud cardiovascular, también un cambio en la salud en general. Se trata de una dieta que no sólo previene y ayuda en la cura de enfermedades cardiovasculares, lo hace con la diabetes, con el cáncer y muchas otras enfermedades, dando más años de vida en mejores condiciones.
Sin embargo, se interponen los intereses de las farmacéuticas y de las grandes corporaciones de la industria de la carne y sus derivados, como de las multimillonarias corporaciones globales productoras de ultraprocesados, que no obtienen beneficios de las dietas saludables, todo lo contrario. Y estas corporaciones han tenido secuestradas las políticas de salud pública y sus guías, para evitar que de forma clara y directa se recomiende y favorezca con efectivas regulaciones una alimentación con mucho menos productos animales y ultraprocesados y centrada en las plantas.
Existe una gran coincidencia en las recomendaciones de una dieta basada en plantas para nuestra salud como para la de nuestro propio planeta. La protección de nuestra salud coincide con la protección de la salud del planeta. Es así que en las políticas que se recomiendan para reducir los impactos del cambio climático y la protección de la biodiversidad, está la dieta basada en plantas.