El pasado 4 de mayo, el Gobierno federal presentó el paquete contra la inflación y la carestía que en teoría busca contener el aumento de los precios de la canasta básica. No se trata de un control de precios, ha dicho el Secretario de Hacienda, Rogelio Ramírez de la O.
La verdad es que el paquete mismo y su presentación son un acto político más que un programa económico. El mensaje implícito es “el gobierno de AMLO se preocupa y se ocupa por tu bolsillo”; por ello el punto uno de la presentación fue presumir el manejo que ha hecho el Gobierno federal para contener el precio de las gasolinas y su comparación con el precio del combustible en los Estados Unidos.
Mucho se ha dicho que el subsidio a las gasolinas beneficia solo a un sector de la población que tiene automóvil, pero la realidad es que todos los productos que se comercializan en el País tienen un componente del costo de transporte, así como también se beneficia a quienes utilizan el transporte público.
La inflación actual en México está muy presionada por factores externos, y no como en los 70 y 80 que se generó por un descontrol monetario y el despilfarro en el gasto público. Hoy hay estabilidad macroeconómica y la inflación está más motivada por desajustes en la oferta mundial y por la guerra en Ucrania, ya que ambos han encarecido los energéticos y muchas materias primas, especialmente granos que son el insumo principal de los productos pecuarios, como carne de res, cerdo, pollo, huevo, y leche. entre otros. El maíz y la soya son las principales fuentes de carbohidratos y proteínas para la alimentación animal y se han disparado sus precios.
Por ejemplo, en Sinaloa el sector pecuario está comprando la pasta de soya en 12 mil 600 pesos por tonelada, cuando en diciembre se compraba 11 mil pesos, es decir se ha incrementado en un 14.5 por ciento. Igualmente el maíz se compra hoy a 7 mil 200 pesos por tonelada cuando al año pasado se compraba a 5 mil 200 pesos, un incremento del 38 por ciento. México es deficitario en estos dos insumos y en otros granos y oleaginosas. Por eso es que la fuerza del programa antiinflacionario es facilitar, abaratar y hacer expeditas las importaciones de alimentos en los que México es dependiente.
Pero hay otro mensaje implícito en el programa anti carestía que ni en el mismo gobierno se ha percatado: los gobiernos, de los tres niveles, pueden hacer mucho para evitar costos a las empresas y esto se puede lograr haciendo lo que tienen que hacer, y no estorbando al sector privado y la inversión productiva.
Por ejemplo, el garantizar la seguridad en las carreteras evitaría tanto robo de mercancías que existe en el territorio nacional; la exención de la carta porte como requisito para transportar productos debería extenderse de por vida eliminando ese requisito burocrático e ineficiente que tanto daño hace al transporte federal.
Igualmente, los gobiernos federal, estatales y municipales tienen detenido una gran cantidad de trámites que encarecen productos y retrasan la inversión, olvidando la máxima que dice, mucho ayuda el que no estorba.
Los gobiernos pueden ayudar a abaratar muchos productos e inversiones si se proponen como sistema de trabajo, no solo por seis meses, no estorbar al sector productivo y hacer expedito su trabajo.