Paz a Culiacán desde dos frentes tácticos
Uno: disuadir, y dos: Inteligencia Militar

OBSERVATORIO
    A diferencia de otros episodios de guerra entre crimen y fuerzas armadas, la pelea del narco por Culiacán ha consistido en acciones de disuasión tendientes a prevenir eventos de colisiones prolongadas y por ende de mayor número de víctimas.

    Cuando asoman intervalos de tranquilidad en Culiacán y alrededores por descender la intensidad de los enfrentamientos de células del narcotráfico que pelean el control de la plaza, en la conversación pública aparece la interrogante de por qué el Ejército y corporaciones policiacas optan por dispersar a los convoyes de civiles armados a pesar de la probada capacidad militar para el fuego directo y de rápida extracción de objetivos. La premura de la reacción prepondera sobre la táctica de anulación de raíz del factor conflictivo.

    A diferencia de otros episodios de guerra entre crimen y fuerzas armadas, la pelea del narco por Culiacán ha consistido en acciones de disuasión tendientes a prevenir eventos de colisiones prolongadas y por ende de mayor número de víctimas. Eso es lo que ha permeado hacia la población y que ha permitido que el número de muertes y heridos aún no sea de la dimensión que se esperaba, con la acotación pertinente de lo lamentable de pérdidas en vidas humanas, así sea una sola.

    Cualquier proyección oficial o de sentido común anticipaba que la ruptura de los equilibrios que durante décadas fueron Joaquín Guzmán e Ismael Zambada García en el Cártel de Sinaloa iba a poner de cabeza a ciudadanos e instituciones. “El Mayo” fue elemento pacificador no sólo en la corporación del narcotráfico que encabezó sino también el Gobierno de México lo utilizó ante organizaciones del trasiego de drogas, nacionales e internacionales, como interlocutor atenuador de guerras intercárteles. “El Chapo” mantuvo la orden de compartir rutas y territorios en paz, siempre y cuando se sujetaran a la reglas del CS.

    Desbaratadas tales proporciones vino la pugna que hoy afecta a los municipios de Culiacán, Eldorado, Elota, San Ignacio, Cosalá y Concordia y que de acuerdo con reportes oficiales se traduce en más de 160 hechos de violencia como enfrentamientos, desapariciones forzadas, obstrucciones de vías terrestres de movilidad humana. En cuanto a las principales afectaciones, al cierre del miércoles 18 de septiembre el balance ascendía a 51 asesinatos y 16 personas privadas de la libertad.

    Los datos estremecen, sin duda, pero lo que más preocupa es el desconocimiento de los alcances en plazos y víctimas de la jornada de inseguridad. Lo que a diario se comunica casi en tiempo real, y esto hay que reconocerle al Secretario de Seguridad Pública, Gerardo Mérida Sánchez, por el flujo oportuno de la información que permite transmitirle a la gente hechos verificados, es apenas lo que emerge sobre un fenómeno que posiblemente oculte estadísticas más aterradores de has conocidas hasta hoy.

    Sin embargo, hay otra parte profunda y secreta de la estrategia castrense en Sinaloa que tiene que ver con empalmar la operación de Inteligencia Militar con la faena de contención, sin que una sea más prioritaria que la otra. La Secretaría de la Defensa Nacional tiene instrucciones directas del Presidente Andrés Manuel López Obrador para que todos los recursos humanos, tácticos y tecnológicos sean desplegados en los territorios sinaloenses con la seguridad pública alterada.

    Es a las secretarías de la Defensa Nacional y Marina-Armada a las cuales les corresponde efectuar labores de inteligencia en Sinaloa, además de las tareas de persuasión que realizan desde hace 11 días para evitar que escalen a mayores consecuencias los choques violentos entre grupos del narcotráfico que disputan la jefatura del Cártel de Sinaloa. Ese lado insondable del operativo de seguridad pública con núcleo en Culiacán poco se conoce aunque resulta crucial en la pacificación duradera del estado.

    Cuando Culiacán vivió situaciones similares a la actual hubo la intervención militar centrada en desactivar los polos de las reyertas internas del narco. La guerra que los Beltrán Leyva le declararon al Cártel de Sinaloa en 2008 tuvo su punto culminante cuando la Marina-Armada abatió a Arturo Beltrán en Cuernavaca, en diciembre de 2009, y el Culiacanazo del 5 de enero de 2023 derivó de la precisión de la operación castrense en la comunidad de Jesús María para llevarse preso a Ovidio Guzmán López.

    Poniéndole atención a sucesos de intervención militar específica, como la detención en Tacuichamona de Lupe Tapia, en febrero de 2023, y la más reciente acción en el poblado Leopoldo Sánchez Celis que le quitó la vida a Raúl “El Chore” Carrasco Lechuga, en junio de 2024, se puede notar la diferencia con la acción disuasiva de hoy : en aquellos operativos existió antes un acucioso trabajo de Inteligencia Militar.

    En síntesis, Ejército, Marina, Guardia Nacional y la Policía Estatal Preventiva están diseminados en puntos estratégicos de Culiacán y del sur del estado con la orden de dar atención rápida a situaciones de violencia emanadas de la confrontación intramuros en el Cártel de Sinaloa. Y simultáneamente, para rendir resultados de desactivación de violencia a más largo plazo, los equipos de Inteligencia Militar y la tecnología de punta con que disponen hacen lo propio.

    Reverso

    Pide el pueblo en su desespero

    Haya paz rápida para Culiacán,

    Con fuego más directo y certero,

    Pero la Sedena tiene otro plan.

    Destellos del pacto social

    Oportuno y contundente el pronunciamiento publicado ayer a nivel nacional con el respaldo de la mayoría de los sectores activos de Sinaloa haciendo el planteamiento central del “diálogo inmediato y abierto con el titular del Poder Ejecutivo, y con otras autoridades federales y estatales encargadas de la seguridad ciudadana, en una exigencia respetuosa y colaborativa para abrir un espacio de construcción como aliados en favor de la paz, justicia y prosperidad de Sinaloa; hogar común de los que repudiamos la violencia, el abuso y la injusticia”. Ojalá que les tome la palabra el Gobernador Rubén Rocha Moya.

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