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"OPINIÓN"

"Pacto"

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    frheroles@prodigy.net.mx

     

    El embrujo del retorno infinito de las fechas brinda perspectiva y debe provocar reflexión. Si el Presidente, como afirmó hace un año mientras lo ungían chamanes y ordenamientos jurídicos, de verdad quiere ser un buen Presidente, este es el momento de corregir. Una gran oportunidad.

    Un daño severo ya está hecho, pero podría ser mucho peor. La economía rondando el cero, como muchos se lo advirtieron, el empleo trastabillando, la inversión privada en picada, el consumo tambaleándose, una caída ruda en la recaudación y viene más. Los pronósticos son malos. Y ahora, ¿de dónde cortar? Algo, mucho han hecho mal. Deben reconocerlo.
    La violencia está fuera de control, Culiacán es un monumento a la miopía e improvisación. Ha habido un infinito desfile de ineptitudes, del desabasto de medicamentos, cancelación de estancias infantiles y albergues para mujeres en condición de violencia y de los comedores populares, al resurgimiento del huachicol. Los mexicanos heridos ya son muchos.

    Los médicos que entregan su vida a las instituciones públicas hoy sin los mínimos para cumplir con su labor; los científicos tratados como sospechosos; la sociedad civil en la mofa oficial; los periodistas y medios agredidos mañana tras mañana; las burocracias capacitadas huyendo de las instancias públicas por la afrenta salarial y con ello el vaciamiento muy doloroso de los profesionales del estado; la pifia de la carta al Rey de España que avergonzó a muchos mexicanos; la Guardia Nacional persiguiendo migrantes; Trump como aval de la gestión; el penoso vacío en los foros internacionales en los que México, su Presidente, debe estar; la confusión entre perdonar delincuentes y gasear ediles; la severa reducción presupuestal a las fuerzas policiacas estatales y municipales, alrededor de 350 mil, y como remate, el tono burlón de todo está “requetebién”.

    La denostación sistemática y reducción presupuestal a los órganos autónomos como el INE, la CNDH, el INAI, el INEGI, la CRE, la COFECE, entre otros; el golpeteo a las universidades públicas; las presiones sobre jueces y la Suprema Corte, -¿de verdad quieren ratificar en el Senado, de nuevo, a los actuales ministros?- la intención aviesa de crear una tercera sala que le permita el control sobre ese Poder; la imparable sospecha sobre el esquema de centralización presupuestal y de asignaciones directas con un fin electoral sórdido; la defensa de colaboradores como Bartlett quien, por dignidad, debería separarse del cargo para que las investigaciones corran sin un evidente conflicto de interés; la intromisión directa de sus decisiones personales en ámbitos de los que desconoce todo, como la construcción de uno de sus caprichos mayores: Santa Lucía o la construcción de un tren; la infinita capacidad para negar la realidad anunciada por las calificadores o de los costos reales de Dos Bocas; la irresponsabilidad de poner en riesgo la calificación de Pemex y el grado de inversión del país por dos caprichos: enterrar NAICM y la refinería.

    Presidente, muchos queremos que sea usted un buen Presidente. El poder aturde, es momento de salir de allí. Reflexione. Deje de perseguir fantasmas y persiga criminales. Entierre las amenazas como forma de gobierno. Muchos mexicanos le tienen miedo y el miedo corroe a una nación. Aproveche la fecha, un año, y convoque a un Pacto de Unidad Nacional, con gobernadores, empresarios, militares, expertos en aeronáutica e industria petrolera, científicos, OSC’s, especialistas en seguridad, escuche, corrija, cogobierne. No es tan difícil. Acepte los límites de la terca realidad en lo económico y técnico, atienda al mundo, aunque le sea incómodo. Servir al país supone esos y otros sacrificios menores.

    Genere certidumbre económica y política. Si lo hiciera, el buque cambiaría de rumbo y podría llegar a buen puerto, usted pasaría a la historia como una persona de principios, pero realista, que jamás quiso dañar a sus conciudadanos. Lo está haciendo.