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Cuando el que escribe estudiaba el bachillerato en la preparatoria No. 7 de la Universidad de Guadalajara, tenía un empleo de media jornada en un parque de diversiones, me pagaban un salario mínimo por cuatro horas de trabajo. Mi empleo de estudiante, del cual conservo orgulloso mi talón de nómina pagada en el desaparecido banco “Bital”, registraba 76.1 pesos en julio de 2001.
Vicente Fox tomó el salario mínimo promedio en 75.6 pesos y lo dejó en 76.8 al final de su mandato, 2 centavos de aumento en seis años de gobierno. Felipe Calderón lo toma en 76.8 pesos para cerrar su periodo de gobierno en lo mismo, prácticamente seis años sin incremento al salario mínimo. Llegó Peña Nieto, arrancó el salario mínimo en 76.5 y lo dejó en 88.1 pesos; en el sexenio pudo aumentar 11 pesos el mínimo, lo festejó como un gran logro de su gobierno, por fin, después de décadas de aumentos en “centavos” nuestro Presidente había logrado subir más de 10 pesos el ingreso de los trabajadores más pobres de México.
Por muchos años, se dijo que el aumento al salario mínimo traería como consecuencia una espiral inflacionaria imposible de parar, que sería “tantísimo” el circulante del País que la moneda caería por los suelos y la devaluación provocada por “subirle” el salario a los trabajadores sería de consecuencias catastróficas. El mito mexicano del salario mínimo “hiper-inficionador”, que ya se debatía en diversas teorías económicas en Europa, terminó por derrumbarse.
Andrés Manuel López Obrador ha cometido muchos errores en su gobierno, ha sido necio en decisiones importantes, sus posturas políticas provocan división y polarización entre los mexicanos, su política de abrazos y no balazos tienen al País con un récord de violencia que prácticamente tiene en la ingobernabilidad territorios completos en Guerrero, Zacatecas, Michoacán, Guanajuato, Veracruz, Tamaulipas, Guerrero y Jalisco, en donde la cifra de muertos y desaparecidos por la violencia aumenta sin remedio.
Pero de entre todas sus necedades, hay una que no podemos dejar de reconocerle. Dijo, desde su primer discurso presidencial, que, contra todo pronóstico, habría de aumentar el salario mínimo de los trabajadores mexicanos como nunca antes en la historia de México y así lo ha venido haciendo. En 2018 comenzó en 89 pesos y esta semana se anunció un acuerdo para que en 2023 el salario mínimo llegue a los 207 pesos diarios. ¡118 pesos de aumento en cuatro años, eso sí es histórico!
Según la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo ENOE del INEGI de 2021, en México más de 14.9 millones de trabajadores ganan el salario mínimo. Esta base de trabajadores y trabajadoras con los sueldo más bajos en México son los beneficiarios directos por el aumento, aunque también representa un incentivo muy importante para aquellos que le siguen con dos o dos y medios salarios mínimos, porque según los expertos, el salario base es considerado un salario referencial que, al aumentar, aumenta también el salario “real” del mercado.
Por supuesto que esto no puede ser tomado únicamente como un logro del Gobierno, mucho mérito tiene el empresariado mexicano y la Iniciativa Privada que ha decidido transitar en el aumento salarial desde el primer año del Presidente Obrador. Los aumentos no pueden ser obligatorios, ni unilaterales, se trata de un acuerdo en la Comisión Nacional de Salarios Mínimos en donde la parte patronal juega un papel importantísimo.
En materia de competitividad laboral, precarización del empleo, responsabilidad social de los particulares e incentivos gubernamentales para empresas comprometidas con el desarrollo de las comunidades o regiones queda mucho por hacer, esos son los temas del futuro que tarde o temprano terminarán llegando. Luego le seguimos...