Un festival de la muerte en Japón, un árbol canadiense repleto de hojas con los nombres de quienes no encontraron motivos para vivir, el teléfono de la esperanza española o una colección de fotos con los rostros ingleses previos al deceso han sido estrategias para concienciar sobre la prevención del suicidio.
Las teorías oscilan entre la imposibilidad de impedirlo -por la cantidad de factores detonantes, la dificultad para reconocer señales o las decisiones impulsivas- y la reivindicación de la capacidad social y personal de evitarlo.
Sostengo lo segundo, esa probabilidad ciudadana para identificar los signos oportunamente.
Aunque estadísticamente no somos un país suicida, sí es momento de colocar el tema en el centro de las familias, la comunidad y en el diseño de las políticas públicas para fortalecer la salud mental.
A nivel mundial, la tasa promedio de suicidios es de 10 por cada 100 mil habitantes. México está por debajo de la media con 6.5; Corea tiene la más alta con 24.3, seguida de Lituania, Eslovenia, Japón, Hungría y Estados Unidos con 18.5, 15.7, 15.6, 14.9 y 14.7, respectivamente.
Estamos entre los países con menor prevalencia suicida; sin embargo, entre 2018 y el año pasado las muertes por esta causa incrementaron 29.8 por ciento, al pasar de 6 mil 808 casos a 8 mil 837, de acuerdo con las cifras del Inegi.
En lo nacional, las tasas más altas están en Yucatán, Chihuahua y Aguascalientes, mientras las menores se registran en Veracruz, Ciudad de México y Guerrero. Es una realidad que debemos enfrentar y prevenir.
Históricamente son más los hombres suicidas, en una proporción de cinco a uno respecto a las mujeres, pero ellas buscan apoyo con mayor frecuencia, pues culturalmente persiste un pseudomachismo que impide a los varones expresar temores y sentimientos.
Dos de cada tres peticiones de apoyo a la Línea de Seguridad o Chat de Confianza 55 5533 5533, del Consejo Ciudadano de la Ciudad de México, son de mujeres, y en cuanto a grupos etarios prevalecen con 63 por ciento las y los menores de edad, así como las personas jóvenes, de entre 18 y 30 años.
Desde 2019 son cerca de 31 mil personas quienes por medio de los Primeros Auxilios Psicológicos -gratuitos, 24/7, para todo el País- procesaron la ideación, planeación y tentativa suicida. Ellas o alguien cercano detectaron a tiempo las señales.
Algunas son muy claras y no debemos desestimarlas: menciones directas al deseo de morir o a la percepción de no ser necesarios. Otras se reflejan en el descuido personal, trastornos del sueño o alimenticios, aislamiento social o desinterés por actividades antes placenteras.
Ocasionalmente, las intenciones suicidas se disfrazan con una sonrisa. Hace dos años, la campaña The Last Photos, en Reino Unido, exhibió los rostros en apariencia felices días antes de que la persona se quitara la vida.
Observar con intención a quienes atraviesan por momentos difíciles, como el duelo por la pérdida de un ser querido, de una relación sentimental o el empleo, la violencia familiar o depresión profunda, ayudan a intervenir a tiempo.
Septiembre es el mes para la prevención del suicidio, días para recordar la importancia de acompañar a quienes necesitan apoyo y acercarles atención especializada. Es una oportunidad para vivir.
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