"Odios y plomo contra el periodismo. Persistir, respuesta a la intolerancia"
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El reto del periodismo en México es el de resistir. Siempre que ha mantenido firme y serena la ineludible postura crítica frente a todo tipo de poderes, la sociedad se lo ha reconocido una vez que cesan las ventoleras autoritarias o cuando las masas pasan de la adulación instintiva a la reflexión fundada. El halago que obnubila la razón no es tarea de la prensa; es labor de las oficinas de comunicación social, invariablemente colocadas bajo la lupa cívica.
Se va a cansar primero o se le terminará el sexenio al Presidente Andrés Manuel López Obrador en su habitual arremetida mañanera contra periodistas y medios, pero el aliento de la libertad de expresión permanecerá y el fortalecimiento a esta garantía constitucional sucederá incluso en la intolerancia y la colateral tentación por el elogio unánime. Conforme más se restringe el acceso a la versión alterna a la del poderoso, crece en igual proporción el derecho del pueblo a la información.
El martes, sólo para no variar, López Obrador siguió sumando ataques al periodismo como si le resultara insuficiente la agresión que enderezó el Estado vía Notimex contra Carmen Aristegui, que es la voz moderadora de la conciencia nacional. La cuota amloísta de paroxismo del 26 de mayo alcanzó otra vez a los diarios Reforma y El Universal que por publicar informes de la Universidad Johns Hopkins de Estados Unidos, que colocan a México como el País de mayor tasa de letalidad por coronavirus en América Latina, los acusó de amarillistas, insensatos y de pretender la prolongación de épocas de corrupción, injusticias y privilegios.
Eso es lo que tenemos y con ello ha de lidiar el periodismo. López Obrador persevera en atribuirse todo el mérito del cambio en México y dinamita los motores que impulsaron dicha transformación, implantando la hora cero de la historia a través de la conveniente amnesia para que la lucha individual, sectorial o colectiva sean quemadas en las hogueras del absolutismo. Borra de su recuento alegre a los 13 periodistas desde antes borrados por la intransigencia criminal en lo que va de la 4T.
Precisamente, la organización internacional Artículo 19 que empuja el respeto y robustecimiento de la libertad de expresión, objeta esa realidad que lejos de ser nueva es vieja y rancia en México y la retoma López Obrador de los peores tiempos del autoritarismo, reeditando la clásica corrupción, desigualdad e impunidad. El Presidente, destaca el informe de A19, “ha hecho de su palabra un instrumento y un arma de su gobierno”
Ello ocasiona, agrega el balance sobre el primer año del sexenio de AMLO, que el uso del espacio público y las conferencias de prensa mañaneras se utilicen para polarizar y anular a quienes el Mandatario considera que son sus enemigos. “Después de un año de gobierno, lo que queda claro es que aquellos actores de la sociedad, sean del sector que sean e incluso de cualquier clase social, que no toman una postura política a favor de lo que el presidente llama la Cuarta Transformación se convierten en adversarios. Con tal de ganar e imponer la narrativa en la opinión pública, ha llegado al punto de sacrificarlos”.
Es seguro que Artículo 19, al colocar la mirada revisora sobre la 4T, será agregada por López Obrador a la lista de enemigos. De manera similar a como pretendió deslegitimar el periodismo incisivo de Carmen Aristegui, u olvidando la tradición de contrapunteo a la narrativa gubernamental que la revista Proceso ha mantenido inalterada en fidelidad al espíritu indomable de Julio Scherer, o bien al decretar de un plumazo la ausencia de periodismo profesional en México arrastrando en tal tozudez hasta al diario La Jornada que históricamente se ha apegado en sus líneas editoriales a los propósitos de la izquierda hoy empoderada.
Resistir. Ponerles el pecho a los manotazos dictatoriales que se parecen, o son iguales, a los de Luis Echeverría Álvarez que acabó con los cuestionamientos al régimen en Excélsior, a los de José López Portillo y el intento de convertir la publicidad oficial en gigantesca mordaza nacional, a los de Miguel De la Madrid Hurtado que puso de moda que el Presidente en turno se manchara las manos con sangre de periodistas.
Resistir. Dejar que el tiempo finiquite las tentaciones por la alabanza al costo que sea y las proclividades por el silencio cómplice. El pasado da lecciones de que aguantar es la estrategia del periodismo mexicano, de la misma manera en que se apretó el cuerpo y se sostuvo la discrepancia con los monárquicos Vicente Fox y Martha Sahagún que buscaron el aplauso hasta la ignominia; Felipe Calderón y la prensa como trofeo de caza en la matanza sexenal. Cómo olvidar a Enrique Peña Nieto que con 47 periodistas asesinados y cuatro desaparecidos convirtió a México en la región del mundo más peligrosa para ejercer la libertad de expresión.
Pero el periodismo profesional y socialmente responsable es, siempre lo será, el sobreviviente inaudito de las coyunturas en las que tenaces tiranos ansían ciudadanía vendada con las también obstinadas mentiras del poder. Es decir, esto no comenzó ni acabará con el gobierno de López Obrador. No mientras las garantías constitucionales y derechos humanos continúen como resistencia frente a opresores rancios o modernos que solo reinan a su gusto con súbditos ciegos y mudos.
Reverso
Desde su torre de marfil,
Los regímenes lunáticos,
Le apuntan con el fusil,
A los críticos enfáticos.
Héroes para siempre
A raíz de que la presidenta de la Junta de Coordinación Política del Congreso del Estado, Graciela Domínguez Nava, reconoció ayer “la importante y valiosa labor de todo el personal de salud que todos los días lucha y da la batalla para salvar la vida de los sinaloenses”, va desde aquí la iniciativa para que el recinto parlamentario aloje un memorial que homenajee a los héroes de la pandemia que perdieron la vida en cumplimiento del deber. Que sus nombres y ejemplos sigan vivos.