Debemos ser autocríticos y reconocer que no participamos en esa mesa de negociación porque no contamos con la fuerza suficiente para exigir que la voz de los catedráticos fuera tomada en cuenta. Tenemos el potencial, pero debemos trabajarlo y fortalecerlo para exigir el lugar que nos corresponde.
La aprobación de la nueva Ley Orgánica para la Universidad Autónoma de Sinaloa es un triunfo innegable para toda la comunidad universitaria. Gracias a esta reforma, después de casi 20 años, podremos elegir democráticamente a nuestras autoridades, desde consejeros universitarios y directores hasta el Rector. Asimismo, representa la derrota de la resistencia para implementar la democracia en la UAS.
Si bien a todos sorprendió la aparente negociación entre el Gobierno del Estado y la actual administración de la UAS. Esto en realidad no fue una negociación, sino la aceptación del cambio de visión institucional que se está promoviendo por un nutrido grupo de académicos.
Fueron días de confusión e incertidumbre. Sin embargo, los cambios comienzan a tomar forma, y los meses de lucha por la democratización de la UAS se están concretando en realidades tangibles.
Lo primero, y más importante, es que la Ley Orgánica recientemente reformada fue aprobada por el H. Consejo Universitario de la UAS. Lo segundo, y digno de reflexión, es por qué los docentes que lucharon y arriesgaron su estabilidad laboral y mental no participaron en dicha negociación.
Todos aquellos que lucharon por la reforma a la antigua Ley Orgánica, así como contra los señalamientos negativos en su contra, han sido reivindicados con esta decisión del H. Consejo Universitario. Asimismo, queda en evidencia la voluble posición de un grupo que se resistía a aceptar que ha comenzado un nuevo tiempo para la UAS, y que su colectividad exige democracia en la institución.
No caigamos en el juego de apariencias promovido por la administración, que pretende mostrar el fracaso de su renuencia al cambio como el triunfo de una supuesta negociación.
Por un lado, los aspectos legales relacionados con los procesos que enfrentan algunos miembros de la administración continúan su curso, aunque con un impasse temporal, lo cual no significa que hayan desaparecido de la noche a la mañana.
Por otro lado, no tuvieron otra opción más que aceptar la nueva Ley Orgánica, que desde un principio consideraron contraria a sus propios intereses.
Si bien este proceso fue impulsado desde afuera por el Gobierno del Estado, ahora corresponde a los universitarios, retomarlo y consolidarlo desde el interior de la institución.
Debemos ser autocríticos y reconocer que no participamos en esa mesa de negociación porque no contamos con la fuerza suficiente para exigir que la voz de los catedráticos fuera tomada en cuenta. Tenemos el potencial, pero debemos trabajarlo y fortalecerlo para exigir el lugar que nos corresponde.
Es fundamental forjar liderazgos sólidos que guíen a nuestra Universidad hacia un nuevo horizonte, donde la docencia, la investigación y la difusión de la cultura se conviertan en los pilares de nuestra transformación.
Estos liderazgos deben representar los intereses genuinos de la gran mayoría y contar con el respaldo firme de estudiantes, docentes y personal administrativo. La unidad es la única vía para enfrentar con éxito los futuros cambios.
Para lograr la transformación de la UAS, debemos prepararnos para las elecciones que se aproximan, tomando como base un auténtico proyecto académico. Dicho proyecto debe fortalecer la planta docente, desde profesores de asignatura hasta tiempos completos, potenciar a los estudiantes y promover el florecimiento de la cultura, una necesidad urgente en la actualidad.
Actualmente, un grupo de profesores ya se encuentra trabajando en esta propuesta académica, la cual pronto estará disponible para su análisis y discusión detallada por toda la comunidad universitaria.
Asimismo, debemos asegurar que las próximas elecciones se lleven a cabo de manera justa, equitativa y respetuosa de la ley, garantizando además condiciones transparentes y equitativas para toda la sociedad que conforma la UAS.
Durante mucho tiempo, muchos callaron por miedo a represalias. Sin embargo, ha llegado el momento de participar y dejar atrás el silencio. La verdadera transformación requiere del esfuerzo y la voz de todos los universitarios.
No podemos esperar que el Gobierno estatal o federal resuelva los problemas internos de la Universidad. Ya han hecho suficiente con abrirnos las puertas a la democracia institucional. Como comunidad educativa, debemos pasar del dicho al hecho y actuar. Es momento de despertar, tomar las riendas de nuestra institución y asumir la responsabilidad de conducir el destino de la Universidad hacia un futuro mejor.