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Hoy inicia diciembre, el último mes de un año que se ha enfrentado con gran adversidad, que se tornó en una realidad inimaginable, con imparables tragedias por la muerte de seres queridos, y la experiencia del miedo como amenaza constante. A casi 10 meses de lucha contra la enfermedad del Covid-19, el 2020 concluye y con él se acumulan en el tiempo emociones y reflexiones de todo tipo, de todas formas, vivencias y figuras, que montan la estructura de la memoria de un tiempo difícil, distinto, sin sinónimos ni comparación.
Y aunque la lección ha sido clara y contundente, una especie de obstinación ciega en algunas personas mantiene la destructiva presencia de la pandemia en nuestras vidas. A la expectativa de la curva de contagios y defunciones que oscila entre la incomprensión, la inmolación, la tragedia y el egoísmo, en algunas regiones del País esta intimidante realidad de contagio no cesa. En Sinaloa, Culiacán es el ejemplo de lo incomprensible, lo inefable, lo inexplicable, donde a diario y a todas horas se puede constatar cómo una ciudad se entrega al destino de una pandemia sin respetar las medidas preventivas para detener el avance del coronavirus.
Culiacán es el único municipio que permanece en alerta roja con el mayor número de muertes y enfermos por Covid-19. El día de antier 29 de noviembre, Sinaloa registró 88 nuevos casos y 11 nuevas muertes en ocho municipios de 18 en la entidad. Una estadística bastante seria si revisamos que en los últimos días, más del 60 por ciento de los casos se concentran en Culiacán.
El impulso y apertura de eventos deportivos, de promoción económica y de esparcimiento, que de cierta manera pretenden recuperar una normalidad que no es posible por el momento, se han vuelto, en muchos casos, verdaderas diligencias del azar y el sacrificio en medio de la pandemia. Por otra parte el comportamiento irresponsable de cientos de familias que relajan los cuidados y realizan reuniones y festejos con familiares y amigos cercanos, son una de las principales causas de la crisis de salud que padece Culiacán.
En Europa, para finales de octubre, España sufre su segundo rebrote de contagios, un país con mucha tradición en reuniones sociales, lo que ha significado el principal problema, documentos oficiales señalan que son las reuniones familiares la principal causa de la expansión de la enfermedad, así como los desplazamientos de la población.
En nuestra ciudad de Culiacán, basta con recorrer las avenidas más concurridas para observar cómo más de la mitad de las personas que salen a las calles no usan cubrebocas ni respetan la sana distancia.
Es por eso que me parece muy pertinente, sino es que urgente, que para este mes de diciembre se haga un llamado a la conciencia de las familias y en especial a los jóvenes para asumir con seriedad la responsabilidad de nuestra pandemia, y la llamo nuestra, porque la magnitud de su expansión y presencia dependerá inevitablemente sólo de nosotros, mientras no haya una vacuna disponible que la detenga.
Las autoridades federales a diario hacen un llamado a la población para no poner en riesgo la salud de los seres queridos, el propio Gobernador de Sinaloa, Quirino Ordaz, que exhorta a no bajar la guardia y suspender la celebración de posadas decembrinas que pueda ser motivo de contagios, igual el gobierno de Culiacán y su campaña Salvemos la Navidad, o como lo ha hecho el Partido Sinaloense, que promueve desde julio la aprobación en el Congreso local de una iniciativa de ley para que sea obligatorio el uso de cubrebocas en lugares públicos, así como la obligación de las autoridades de Salud y de los ayuntamientos de proporcionarlos gratuitamente.
Sin embargo, ha faltado mayor eco y cohesión de los esfuerzos y las iniciativas. La determinación de una amplia convocatoria general y la suma de voluntades y compromisos de los diferentes sectores, gobiernos y organizaciones civiles en torno a lo que, todo indica, será el cierre de la pandemia durante el primer semestre del próximo año, podría ser decisiva en resultados en la lucha contra el Covid-19.
De ahí que el mes de diciembre pueda ser la oportunidad de vivir una experiencia distinta, de asumir a conciencia una nueva forma de convivencia en las milenarias tradiciones decembrinas, incluyendo las más significativas para nuestro pueblo como el día de la Virgen de Guadalupe, las posadas, la Noche Buena, Navidad, Fin de Año y hasta el Día de Reyes.
Este diciembre puede ser una nueva forma de revelar nuestras capacidades de convivir a la distancia, en el cuidado mutuo, en la cercanía familiar y en el afecto y la lejanía de nuestros seres queridos. Redescubrirnos, si se desea, en torno a lo que somos y no a lo que hemos representado como personajes, por las razones que sean, en los diferentes ámbitos de nuestra vida social y laboral. Concedernos una tregua para revisarnos, mirarnos bien. Reconocer que lo que nos sucede como sociedad es una suerte de intervalo entre naturaleza y la invención humana de civilización.
Nuestra pandemia en diciembre puede ser, a pesar de las calamidades que representa, la oportunidad de realizar un inventario personal y familiar de lo verdaderamente importante en nuestras vidas.
Hasta aquí mis reflexiones, los espero en este espacio el próximo viernes.