El bloque dominante puede rehacer la Constitución en unos minutos. Puede insertar en ella lo que se le antoje, puede desconocerla cuando le da la gana y podrá violarla sin consecuencia alguna.

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    Agencia Reforma

    @jshm00

    2024 será recordado como año en que perdimos la Constitución. La norma que funda y limita el poder fue desbaratada, con trampas y extorsiones, en el verano del escarmiento. Hemos entrado, como bien ha dicho Diego Valadés, en la era postconstitucional. Así como hablamos de los tiempos de la postverdad, debemos hablar en México de la era postconstitucional. La política se ha divorciado de su norma fundante. El bloque dominante puede rehacer la Constitución en unos minutos. Puede insertar en ella lo que se le antoje, puede desconocerla cuando le da la gana y podrá violarla sin consecuencia alguna. Con la Constitución ha muerto la democracia liberal que, con todos sus defectos fue construyéndose en el último tramo del Siglo 20. Sobre la tumba de la norma se levanta una autocracia popular, un régimen que invoca la democracia para negar en ella todo lo que sea prudencia, sospecha, límite.

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    Carlos Bravo Regidor ha publicado en The Ideas Letter una interesantísima entrevista con el politólogo búlgaro Ivan Krastev. Krastev es, sin duda, uno de los observadores más agudos de la política contemporánea y esta conversación no tiene desperdicio. Ahí puede leerse lo siguiente. “La arrogancia de los liberales es una de las peores cosas que la ha sucedido al liberalismo como resultado de su hegemonía. Muchos liberales se comportan como si hubieran sido traicionados por la historia, pero la historia no se casa con nadie”. Las respuestas a las exigencias de hoy no pueden anclar en las certezas de hace unas décadas. Con esta entrevista tenemos una probadita del libro que Bravo Regidor publicará el 2025. Conversaciones con las brújulas intelectuales más valiosas de nuestro tiempo.

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    La elección de los jueces camina decididamente hacia su fracaso. Todas las piezas están perfectamente ensambladas para asegurar el desastre. Los organizadores de los comicios no tienen los recursos indispensables. Será imposible conocer a los candidatos. La participación será mínima. No habrá garantía alguna de que las elecciones serán auténticas. Un elemento de la elección ha sido pasado por alto. La elección pondrá a competir a la Presidenta con el Congreso. Se dispuso que los tres poderes actuaran como partidos que ejercen el monopolio de las candidaturas. Así, el partido Ejecutivo medirá fuerzas con el partido Legislativo. Tras la elección tendremos una buena radiografía de las fisuras del grupo hegemónico.

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    En una novela de George Eliot se aborda el poder de la ignorancia. “Que el conocimiento es poder es una frase común, pero, ¿quién ha considerado seriamente el poder de la ignorancia?” Ese es el asunto del libro más reciente de Mark Lilla, brillante polemista norteamericano. Se equivocaba Aristóteles cuando decía que somos animales ávidos de verdad. Queremos saber, pero también deseamos ignorar. Nuestra propensión al autoengaño, nuestro apetito de ilusión son, quizá, más intensos que nuestro anhelo de realidad. Vivimos tiempos en los que prevalece el deseo de ignorar. “Masas hipnotizadas siguen el absurdo de los profetas; los rumores irracionales desatan actos fanáticos y el pensamiento mágico desplaza el sentido común y el conocimiento de los expertos. Y encima de todo ello, tenemos a encumbrados profetas de la ignorancia, a muy cultos enemigos del saber que idealizan al “pueblo”, convocándolo a resistir cualquier duda y a levantar murallas para proteger sus prejuicios.”

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    La segunda temporada del trumpismo será muy distinta a la primera. En su primer gobierno, Trump encabezaba algo así como un gobierno de coalición. Tenía que negociar con la estructura tradicional del Partido Republicano, tuvo que incluir en su gabinete a profesionales de experiencia que contenían los ímpetus del demagogo. El segundo Trump es un político desatado. La mancuerna que ha hecho con Elon Musk hace aún más amenazante el regreso del magnate a la Casa Blanca. Timothy Snyder, el historiador que nombró la amenaza del primer gobierno, propone un término para describir el binomio oligárquico: “el régimen Mump”. El hombre más poderoso del mundo gobernará de la mano del hombre más rico del planeta. ¿O será al revés? La manera en que ordena las sílabas de neologismo adelanta su respuesta.