Al principio causó asombro su rudeza innecesaria, mucho de enojo con el pasado, un infinito ánimo de venganza. Los excesos cometidos podían explicar algo, pero no justificar la insensibilidad. A más de dos años de gobierno la patología es evidente: no siente, no quiere sentir.

    Las primeras imágenes de los niños con cáncer, sin medicamento, sacudieron. Los niños son un referente obligado de ternura, de indefensión, de necesidad de cuidados y cariño. Un niño sufriendo estruja el alma. Cualquiera haría lo imposible por parar un llanto, por recuperar una sonrisa así sea pasajera. Las caricias, físicas o verbales, son parte de la vida y de la política. Pero éstas nunca llegaron, por el contrario, el gobierno hipercrítico de los fríos tecnócratas, no se inmutó. El sufrimiento de niños y padres quedó grabado. Qué conciencia puede desear esa carga. Acabar con la corrupción, dicen, eso lo justifica todo, incluso el sufrimiento y la muerte. Algo no cuadra. La persecución de los abusos nunca justificará la pérdida de una sola vida. Las lágrimas de los padres no movieron un grado el rumbo trazado. Como si nos gobernaran marcianos, seres de otra galaxia, como si hubiera otras prioridades por encima de la vida. ¿Cuáles son éstas? Acaso una entelequia llamada 4T, que nadie sabe a ciencia cierta qué implica. Sólo Stalin y sus planes quinquenales que justificaban el horror nos dan una idea de la aberración ética.

    Desaparecido el Seguro Popular y con decenas de millones en el desamparo, el dolor cobró otro rostro menos conmovedor, pero igual de dramático, fueron números: cirugías pospuestas o canceladas, citas médicas con espaciamientos mortales, el cruel austericidio. Las “joyas de la corona”, los institutos nacionales que llevó décadas consolidar, Nutrición, Cardiología, Cancerología, Enfermedades Respiratorias, Geriatría, el Hospital Gea González, Perinatología y muchas otras instituciones, verdaderos orgullos nacionales que remontan a muchas gestiones, todos en situación crítica. Sus directores haciendo cola detrás del capricho de enterrar un aeropuerto que costó más 300 mil millones de pesos, para ser sustituido por una imaginería sin futuro, sin aprobación al día de hoy de las instancias internacionales y de los usuarios como las líneas aéreas. Los institutos haciendo cola detrás de una refinería que todo indica será ¡submarina!, y de un tren que, como en el “El guardagujas” el monumental cuento de Arreola, se pierde en la neblina de la irrealidad.

    El dolor por un lado y el gobierno por el otro. El mismo gobierno que aseguraba estar cercano a la “gente”, no habla del desempleo, tampoco de los dolorosos retiros de las Afores, de los proyectos familiares cancelados, de los inmuebles en venta, del millón de comercios cerrados. Sí, por allí anda “la gente”, los mexicanos que la están pasando muy mal. Pero nada es suficiente para mover la entraña, ni los cientos de miles de muertes por la pandemia, no existe la empatía, el sentir por los otros. Es de acero, por eso sólo los fierros cuentan y no la vida, por eso puede decir “al carajo” con las visitas para acercarse a los deudos de la Línea 12, por eso mandan condolencias a “los fallecidos”, por eso al día siguiente se larga a visitar su sueño de opio: Dos Bocas. Por eso anuncia 2 mil 500 millones de dólares para Tula. Pero los mexicanos reales piden seguridad, empleo, y que el Metro no se caiga. Lo urgente es más sencillo, es cotidiano, es de sentido común. No es un trabajo para un héroe, es la exigencia a un gobernante terrenal. Presidente, mire a los mexicanos, mírelos a los ojos, mírenos. Hablemos de la Línea 12, no invente “traidores” en MCCI.

    Y sin ninguna consideración al horror que viven las mujeres frente a la violencia, también en los hechos las mandó al carajo y siguió con sus obsesiones de metal y concreto, de soberanía trasnochada. La vida también se puede ir al c...

    Yo sé lo que México necesita, lo primero es, distraer, engañar para no sentir.