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Mucho se habla del combate a la corrupción, pero en la práctica muy pocos pasan a la acción.
El combate a la corrupción se ha utilizado como bandera de todos los partidos políticos, candidatos, organismos empresariales y gobiernos de los tres niveles.
El mismo gobierno de Peña Nieto cínicamente utilizó esa bandera, tanto así que creó el Sistema Nacional Anticorrupción (SNA).
Eso sí, el Gobierno federal anterior y todos los gobiernos estatales, se “blindaron” contra los efectos del SNA y lo corrompieron incrustando en sus principales órganos a gente evidentemente controlada por ellos.
Así, en los hechos, tanto el SNA como el Sistema Estatal Anticorrupción (SEA) no sirven para nada, por la sencilla razón de que están envueltos en la burocracia y la mayoría de sus integrantes ha sido colocado ahí con el único propósito de que no funcionen.
Hay que reconocer que dentro de algunos órganos del SNA y el SEA se cuenta con ciudadanos verdaderamente comprometidos con el combate a la corrupción. Sin embargo, poco han podido hacer por las maniobras de los demás integrantes y del propio gobierno.
En resumen y para quedarme a nivel local y no irme más lejos, el SEA no funciona y lamentablemente no creo que vaya a funcionar, a menos que empecemos a presionar para que las personas que se seleccionen sean verdaderos ciudadanos, sin vínculos con los gobernantes.
En el combate a la corrupción muchos utilizan esa bandera, pero pocos hacen algo para que se vuelva una realidad.
Hay que dejar de ser la bandera y convertirse en el viento que impulse realmente el combate a la corrupción, tomando por asalto al SEA, para que quienes lo integren sean ciudadanos realmente comprometidos con la lucha anticorrupción y, sobre todo, que no tengan compromisos con el gobierno.
Hay que obligar al SEA a que funcione de verdad y eso, al menos en el corto plazo, solo se puede lograr llevándolo a los tribunales.
Es escandaloso que, por ejemplo, dentro de los integrantes del Comité de Participación Ciudadana (CPC) del SEA, la mayoría sean ex servidores públicos a quienes basta rascarles tantito para saber quién y para qué los mandó a incrustarse en el CPC.
Muy pocos ciudadanos y organizaciones de la sociedad civil se atreven a ser el viento que impulse realmente la bandera de la lucha contra la corrupción, aunque todos presuman de envolverse en ella.
Hablar y desgarrarse las vestiduras mientras se toma café en las reuniones de varias organizaciones civiles y empresariales, es muy sencillo. Eso cualquiera lo hace.
Pasar a la acción, invertir dinero, tiempo y esfuerzo, denunciar a los corruptos y enfrentarse con ellos en tribunales, aguantando todas su represalias e intimidaciones, sin agendas ocultas y con el único interés de combatir sin cuartel a la corrupción. Eso queridos lectores, está reservado para unos cuantos.
Lo único que se necesita para que los corruptos triunfen (como el alcalde y secuaces actuales), es que los hombres buenos no hagan nada. No seas la bandera, sé el viento.