@ClouthierManuel
Recientemente se ha desatado un debate en los Estados Unidos respecto a cómo México está combatiendo a los cárteles de la droga mexicanos que trafican al territorio estadounidense.
Los que han levantado la voz son, entre otros, el ex Fiscal general del gobierno de Donald Trump, William Barr, quien ha planteado que, ante la inacción del Gobierno mexicano, que encabeza López Obrador, para combatir a los cárteles criminales es momento de que los Estados Unidos intervenga. “Se necesita el liderazgo estadounidense para ayudar a México a liberarse de los cárteles de la droga”, publicó Barr en el periódico The Wall Street Journal el pasado 2 de marzo.
El ex Fiscal americano sostuvo que una operación militar de los EUA en territorio mexicano sería para “degradar a estos cárteles hasta el punto que México los pueda mantener bajo control”. En enero pasado, un par de congresistas republicanos de Texas y Florida habían propuesto una iniciativa de ley para avalar el uso de las fuerzas armadas americanas en México para combatir a las mafias de la droga de nuestro País.
La respuesta del Presidente López Obrador no se hizo esperar y dijo que no aceptará “intervencionismos” de ningún país extranjero. “Nosotros no vamos a apostar a guerras, no se puede enfrentar la violencia con la violencia, hay que atender las causas que originan la violencia”, concluyó el Presidente mexicano.
Ambos países tienen parcialmente razón, pero necesitan comprender la esencia del problema y colaborar en las soluciones. Las mafias mexicanas entendieron que la globalización llegó para todos adoptando el lema: “think global, act local”; estos cárteles son OCT (organizaciones criminales transnacionales) como les llama el comisionado Gayraud en su libro El G-9 de las mafias en el mundo: “una mafia es una especie de primera división en la liga del crimen, y se cimentan en tres principios fundamentales de la vida animal, territorio, jerarquía y agresividad. Compiten con el Estado por el control del territorio, estamos ante un conflicto de soberanía sobre un mismo territorio”.
Esto es lo que no ve o no quiere ver el Presidente López, ya que cuando ve al crimen organizado como la sucesión de hechos violentos pierde total perspectiva y la evitación a combatirlo lo convierte en cómplice. El Estado mexicano no tiene ni la voluntad ni los medios para reconquistar el territorio.
La alternancia en el año 2000 con Fox transfirió poder a los gobiernos estatales generando gobiernos débiles y corruptos, lo que propició la aparición de un nuevo poder criminal agresivo en busca de territorio. En el mundo se tiene un crimen organizado de muy alta intensidad y de muy baja visibilidad; en México no sucede esto.
El Presidente mexicano debe aceptar que los cárteles de Sinaloa y Jalisco son OCT, son auténticos poderes transnacionales que generan flujos de actividades y productos criminales tales como tráfico de drogas, armas, personas, usura y extorsión, piratería, trata de personas, robo de autos, recursos financieros ilegales, etc.
También una democracia débil, como la mexicana, ofrece ventajas a los cárteles ya que un elemento esencial del poder mafioso es el control sobre el electorado, como sucedió en varios estados en los procesos electorales de 2021.
Finalmente, en los Estados Unidos no se condena ni se combate realmente al crimen organizado ya que las mafias comparten con el sistema americano el amor por el dinero y tienen presencia en la vida política, económica y social estadounidense también.
Mucho qué colaborar y qué combatir entre los dos países vecinos, no se hagan tontos...
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