La Comisión Nacional del Agua transmitió a través de su página de Facebook, la Reunión de inicio de temporada de lluvias y ciclones tropicales 2024, en donde se destacó que al menos cinco de los ciclones tropicales generados en ambos océanos impactarían al país y además, este año 2024 será aún más cálido que el 2023. Esos datos coinciden con lo contrastante que puede ser el clima en México, pues mientras una zona del país se inunda por las lluvias, ciclones y tormentas, en otra zona sufren por las sequías y las ondas de calor que castigan con hasta 45° Celsius.
Los calores insoportables, fríos que calan hasta los huesos, inundaciones que ocasionan pérdidas materiales y humanas, sequías que azotan los campos y las ciudades, el incremento de los niveles del mar y muchos otros efectos negativos del cambio climático, así como desastres socio ambientales, no son nuevos. El panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC), creado por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (ONU Medio Ambiente) y la Organización Meteorológica Mundial (OMM) para proporcionar evaluaciones científicas periódicas sobre el cambio climático, sus implicaciones y los posibles riesgos futuros, así como presentar opciones de adaptación y mitigación, lleva años alertándonos respecto a las deplorables condiciones ambientales a las hemos llevado al planeta tierra. Y aunque en teoría a nivel mundial hay una gran preocupación respecto al cambio climático y los impactos devastadores que pueden representar para la salud, la economía y el medio ambiente, no hay cambios positivos y significativos en este y la mayoría de los discursos y acciones referentes al tema dejan de lado el impacto de la crisis ambiental en los movimientos migratorios.
Desde 2007 se solicitó a la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) que, dentro de sus organismos de gobierno, trabajara en el tema de la migración, medio ambiente y cambio climático. Así, a principios de 2015 fue creada una división dedicada especialmente a la Migración, Medio Ambiente y Cambio Climático (MECC) con el fin de abordar el nexo entre la migración, el medio ambiente y el clima. Desde entonces mandatarios, organizaciones no gubernamentales, instituciones, organizaciones de sociedad civil, academia y una parte de la sociedad reconocen formalmente la necesidad de estrategias para abordar los grandes desafíos a la movilidad humana asociados con factores ambientales y con el cambio climático. Y es que lamentablemente las personas que menos han contribuido a destruir el planeta son quienes más afectados resultan; por eso, la justicia climática es vital para evitar que más personas se vean obligadas a dejar sus hogares, ya que de acuerdo al sexto informe de evaluación del IPCC, “casi la mitad de la población mundial vive en regiones que son muy vulnerables al cambio climático”. La crisis climática no sólo está obligando a miles de personas a desplazarse dentro de sus países, también las orilla a cruzar fronteras y en ambos escenarios su trayecto resulta sumamente peligroso, sus derechos humanos la mayoría de las veces son violentados, se quedan sin medios de vida digna, la convergencia de las vulnerabilidades incrementa y, en algunos casos, ese viaje de huida cobra vidas.
Es imperante comprender y abordar la crisis climática como un factor presente y frecuente en las razones que obligan a las personas en contexto de movilidad humana a dejar sus hogares y, más allá de culpar, debemos responsabilizarnos de lo que nos toca desde el quehacer diario para frenar la agonía de nuestro planeta.
Que los habitantes de la Comunidad del Bosque, Tabasco, se quedaran sin “comunidad” por el incremento del nivel del mar, que las regiones del caribe se vean brutalmente embestidas por ciclones, tornados y tormentas, y que las zonas del sureste del país en este momento estén sufriendo inundaciones no es culpa ni de Poseidón ni de Chaac; que otras tantas zonas del mundo enfrenten sequías y desertificación no es castigo de Yum Kaax o Deméter; que bosques enteros se pierdan por incendios no es por la ira de Huehuetéotl o Hefesto; que los ecosistemas del planeta estén agonizando no es culpa de ninguna deidad. Es nada más y nada menos que la responsabilidad de cada uno de los seres humanos que habitamos este planeta, es la omisión de gobiernos para detener a industrias gigantescas que poco les importa el derecho a un medio ambiente sano.
Y siendo un poco optimista, aún tenemos la oportunidad para tomar acción y tener una vida sostenible en armonía con la naturaleza, no perdamos tiempo, que cada vez nos queda menos.
* La autora Wendy Castro Martínez es subcoordinadora del área Legal de Sin Fronteras.
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