Nadie quiere una granja porcícola de vecino

    Una granja porcina necesita por esencia estar lejos de poblaciones que se quejen de los impactos ambientales

    Recuerdo como si fuera ayer cuando durante las vacaciones familiares recorríamos desde Tampico hasta Mazatlán en auto. En algún punto del viaje atravesábamos una pequeño poblado en Jalisco, en donde el olor era horrible, ¡nauseabundo! Nunca se me va a olvidar. Generalmente nos deteníamos a comer ahí por mera necedad de mi padre, aunque nos fuera imposible disfrutar de la comida porque el olor se colaba adentro del restaurante ¿La razón del olor? Granjas de cerdos. Mis hermanos y yo recordamos que además del olor que nos provocaba ganas de vomitar, había muchísimas moscas por todos lados que revoloteaban encima de nosotros.

    Afortunadamente para mí, yo sólo iba de paso pero honestamente ¿quién quiere vivir así? Tener de vecino a una granja porcina significa no sólo cerdos, sino su alimento, estiércol, orina, animales muertos y operaciones de producción.

    No podemos culpar a la población Maya de Sitilpech en Yucatán por pronunciarse en contra de la mega granja porcícola de Kekén en su territorio. No podemos culparlos de utilizar todas las vías legales ni de hacer demostraciones pacíficas de su repudio a este proyecto. Al final no son nuestras familias las que tienen enfermedades respiratorias, ni nosotros los que tenemos que respirar y ver nuestra realidad inmediata contaminada. Podemos hacernos de la vista gorda y pensar que el problema está “allá” y lo tendrán que solucionar ellos. Sin embargo, no es la forma en la que queremos los ciudadanos en México que nuestro gobierno le otorgue de poder ilimitado a las empresas en nuestro país.

    No queremos un México en donde los intereses económicos que benefician a unos cuantos estén por encima de la calidad de vida de las comunidades. El impacto ambiental de las granjas porcícolas es enorme: degradan del aire y el agua, hechos por más desoladores si pensamos que estas granjas porcícolas están devastando la selva Maya de la Península de Yucatán, un reservorio de biodiversidad asombroso.

    Empresas como Kekén no llegan a dar trabajo o ayudar a las comunidades retiradas de los centros de población, llegan a esos lugares porque una granja porcina necesita por esencia estar lejos de poblaciones que se quejen de los impactos ambientales de una empresa de este tipo. Seamos realistas, ¡nadie quiere tener como vecino a una granja industrial de cerdos! La ironía aquí es que empresas como Kekén se jactan de contar con una estrategia de sustentabilidad con el cumplimiento y respeto por los derechos humanos. La otra realidad es que no necesitamos esa gran cantidad de cerdos. Este tipo de megaproyectos se apalancan del consumo de la carne de cerdo, que son animales además sensibles, inteligentes y que quieren vivir tanto tú y como yo, pero que durante su corta vida vivirán en el más oscuro maltrato y sufrimiento.

    Es por esto que te pido que para ayudar a que menos comunidades como la de Sitilpech sufran como lo están haciendo ahora, para que ningún cerdo tenga que pasar por una vida de miseria y maltrato hasta el día de su muerte, dejes a los animales fuera de tu plato y lleves una alimentación a base de plantas. También te invito a que te unas al programa de voluntariado de The Humane League, Creadores de cambio. El medio ambiente, los animales y tu salud te lo agradecerán.