Nadie gana en 60 días de narcoguerra
En Sinaloa, ya no abrazos sino balazos

OBSERVATORIO
    Los ciudadanos pacíficos aún no estamos en condiciones de cantar la victoria de la paz por encima de la barbarie.

    A cualquier parte de guerra sustentado en hechos verificables sobre la cruenta lucha que libran entre sí los hijos de Joaquín Guzmán Loera y los de Ismael Zambada García, y la estrategia militar y policiaca para contenerlos, le corresponde el balance también corroborado del fin en Sinaloa de la estrategia de “abrazos, no balazos” que durante seis años mantuvo inalterada el ex Presidente Andrés Manuel López Obrador. El despliegue de elementos, grupos tácticos y labor de inteligencia por parte del Ejército, Marina Armada y Guardia Nacional, así como la detención de 100 presuntos miembros del crimen organizado y abatimiento de 46, dan cuenta de la dimensión e intensidad del operativo de seguridad.

    Dos meses después de que inició el choque derivado del secuestro de “El Mayo” para ponerlo a disposición de la justicia de Estados Unidos, retención y entrega forzada atribuida a Joaquín Guzmán López, es un hecho que las condiciones de seguridad han mejorado para la población pacífica, aunque tal asomo de paz siga sujeto con alfileres. Los claroscuros de días de baja intensidad de la violencia y rachas de hechos de alto impacto que echan a perder lo logrado, anuncian el no tan lejano cese de hostilidades quien sabe si por la eficacia de la acción del Gobierno o por los agotamientos de los sicarios y pertrechos del narco.

    A estas alturas los ciudadanos igualmente hemos entrado a las extenuaciones propias de un conflicto sangriento y terrorífico. Por eso, no por otras cosas, la voluntad creciente por retomar las actividades humanas, desde la reconquista de los espacios públicos hasta el volver a ser puntales del desarrollo económico. Las caravanas de culiacanenses que el sábado y domingo decidieron por iniciativa propia darle respiración de boca en boca a este centro turístico no son otra cosa mas que el arrojo cívico para salir de los escondites del miedo y retomar la vida lúdica y recreativa.

    El contexto de guerra ya no influye tanto en la percepción de ingobernabilidad porque desde el reducto de los eternamente desamparados en ambientes de alto riesgo hemos aprendido a dar los primeros pasos hacia la civilidad, así sea caminando sobre campos minados por la delincuencia. Al primer rayo de luz que aparece en el Sinaloa lúgubre tomamos valentía y ánimos para mentirle inclusive al instinto de sobrevivencia al hacerle creer que podemos trazar cálculos de normalidad.

    Los 359 muertos, 426 desapariciones forzadas, el promedio de 20 vehículos automotrices robados cada día, los incendios de decenas de viviendas, carros y establecimientos comerciales, así como las vías de comunicación bloqueadas, son el balance de noches sin sueño y días sin ganas de salir de casa. El presagiador toque de queda impuesto desde cada hogar, el estremecimiento de saber que al vecino o a alguien cercano lo alcanzó el fragor de la narcoguerra, la psicosis de que un día nos va a tocar, se confabulan para ser sinaloenses de paces inconclusas.

    En los frentes de batalla de los grupos del Cártel de Sinaloa en choque interminable, el parte de guerra resalta golpes a ambos bandos con la detención de 100 personas y el abatimiento de 46 que colaboraban con las células delictivas, entre éstos algunos cabecillas como “El Fantasma”, “El Cañas”, “El Piyi”, “El Max” y “El Güero Chompas”, en el caso de Sinaloa; “El Kiki”, en Sonora y 16 personas que operaban un narcolaboratorio en España. Este informe es lo que soporta la posible estrategia anticrimen de la Presidenta Claudia Sheinbaum que endereza toda la fuerza del Estado para el restablecimiento de la seguridad pública.

    Sea lo que sea, los ciudadanos pacíficos aún no estamos en condiciones de cantar la victoria de la paz por encima de la barbarie. A favor y en contra de los que protagonizan la guerra, trátese de los hijos de “El Chapo” o los de “El Mayo” y la acción de la autoridad para ceñirlos a la Ley, existen altibajos que no corresponden a la exigencia colectiva de volver a los niveles adecuados de coexistencia así estemos en la tierra que es cuna de los principales jefes del narcotráfico, pero a la vez semillero del avasallante esfuerzo lícito por el progreso y la concordia.

    Ni siquiera sabemos cuándo acabará la embestida cruel que nos vuelve rehenes de los facinerosos. No lo sabe ni el Gobierno mismo. Además, dificulta el análisis la irrupción de hechos de mayor esparcimiento de miedo, entre éstos el ocurrido en Mazatlán el sábado con el asesinato del ex Secretario de Seguridad Pública Municipal, Simón Malpica Hernández, sumándose a eventos de fuerte carga intimidante como la muerte violenta de Faustino Hernández, el 30 de septiembre mientras presidía la Unión Ganadera Regional de Sinaloa; el incendio del restaurante “La Chuparrosa Enamorada” el 28 de octubre y el atentado que el 4 de noviembre le quitó la vida a Jorge Peraza, propietario de dicho negocio. Y ahora el uso de explosivos, drones, zanjas y demás medios de traza terrorista a los que acude el narcotráfico.

    Los dos meses donde acontece el salvajismo, con sinaloenses de bien que trazamos nuestras propias rutas de escapatoria, son la reiterada invitación ya no a salvarlos para el hoy sino a rescatarnos para siempre. La zozobra, las ráfagas, los muertos y la anarquía son las mismas que hemos resistido durante medio siglo de vivir con el enemigo en casa; lo que no aguantaríamos más es que el futuro arrastre a las nuevas generaciones hacia lo más recóndito que es todavía tal coexistencia con el narco.

    Reverso

    A Sinaloa ni vengas paloma,

    No todavía a ofrecernos paz,

    Porque el crimen como ave rapaz,

    Te devorará si tu faz asoma.

    Rocha en Eldorado

    Punto intermedio del corredor de la narcoviolencia que significa el tramo entre El Diez, en Culiacán, y La Cruz, en Elota, el viernes Eldorado recibió al Gobernador Rubén Rocha Moya, precisamente cuando el nuevo municipio necesita del estadista allí, en terreno, que le lleve certezas en medio de la incertidumbre que recalca a diario la violencia. “No los dejaré solos; acompañaré y apoyaré al gobierno y ciudadanos”, les dijo y al día siguiente les llegó el equipamiento para la seguridad pública.

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