@fopinchetti / SinEmbargo.MX
La imagen me conmovió primero y me indignó después. Los ojos humedecidos de esa mujer de uniforme azul y casco policiaco, con la visera levantada y su tapaboca negro, denotan toda la rabia, toda la impotencia, toda la humillación.
No es la primera vez que ocurre. El Gobierno de Ciudad de México utiliza a mujeres policías inertes, con órdenes de no contestar agresiones, para presumir que no reprime las manifestaciones de las feministas.
No se vale.
Se les usa estrictamente como carne de cañón: “Tropa expuesta a peligro incluso de muerte”, según definición de la RAE. Se trata en efecto una frase hecha referida a “la persona o grupo de personas, normalmente pertenecientes a una muy baja posición social, a las que se expone sin miramientos a sufrir cualquier clase de daño, incluso la muerte”. En su origen, hace referencia a los soldados o tropa inconsideradamente expuestos a peligro de muerte.
Y es una infamia.
Esta vez, el lunes pasado, hubo 44 mujeres policías lesionadas, cuatro de las cuales tuvieron que ser hospitalizadas; pero hubo muchas más ofendidas, vejadas, usadas. Algunas de ellas portaban escudos acrílicos; otras, un extinguidor. Ninguna estaba armada, sin siquiera con una macana o un tolete. Soportaron lo indecible, como lo comprueban videos y fotografías.
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En cambio, sus agresoras -embozadas y vestidas de negro- llevaban palos, piedras, bombas molotov, martillos, pistolas con gasolina, cohetones... spray. Y una furia fuera de toda razón... además de una inexplicable impunidad.
Las autoridades han tolerado no solo protestas y consignas ofensivas, que generalmente se merecen, sino actos delictivos de las manifestantes, como la vandalización de monumentos, la ruptura de cristales, el destrozo de muebles urbanos y aparadores, las pintas en edificios históricos. Y sobre todo las reiteradas agresiones verbales y físicas contra las uniformadas, que son usadas como barrera humana para contenerlas.
En uno de esos hechos, el año pasado, al custodiar la Puerta Mariana de Palacio Nacional, una policía sufrió quemaduras en el rostro. Ella recibió el impacto de un petardo y pudo, por centímetros, perder la vista. Escribió luego en su cuenta de Twitter: “Las feministas me quemaron el día de ayer y yo sólo deseo poder sanar y que por su dichosa ‘lucha’ la cara no me quede marcada”. Y agregó los hashtags: #YoNoHeMatado y #YoNoHeViolado.
Nadie por supuesto pide una represión violenta contra esas ni contra ningunos manifestantes, pero eso no quiere decir que se eluda cualquier acción en contra de ellas a costa de la seguridad, la integridad, la dignidad y hasta la vida de otras mujeres que trabajan por necesidad en los cuerpos de seguridad de la ciudad. Exponerlas así resulta una actitud hipócrita y execrable, sobre todo cuando su sacrificio se usa demagógicamente para mostrar que “este Gobierno no reprime”.
Y se omite, en cambio, que la autoridad tiene la obligación primera de preservar la seguridad y la integridad física y patrimonial de los ciudadanos, incluidos por supuesto los policías, además de conservar las riquezas históricas y arquitectónicas de la capital.
Ahora, tras de los hechos del pasado sábado, la Jefa de Gobierno de Ciudad de México exhibió videos en los que se constatan las agresiones de las feministas contra las mujeres policías. No condenó esos actos, pero pidió en cambio ¡debatir si el lenguaje utilizado durante las protestas es feminista o es discriminatorio!
“Quiero preguntarles si es feminismo. ¿Este uso de este lenguaje es reivindicable como feminista?”, cuestionó Claudia Scheinbaum Pardo en conferencia de prensa virtual. El video muestra una fila de uniformadas cubiertas de pintura rosa y roja de pies a cabeza, a las que las manifestantes gritan, entre otras linduras: “ven, acércate, ¿me tienes mucho miedo?”, “eres un policía, estás a mi servicio”, “quítate el uniforme y te quitamos la sonrisita”, “pinche gata, tu salario no te alcanza ni para limpiar tu uniforme”.
La mandataria capitalina criticó que exista un lenguaje machista en mujeres, el lenguaje patriarcal en mujeres y el clasismo. Consideró además que este tipo de agresiones verbales son discriminación contra mujeres, quienes decidieron dedicar su vida a la protección de todos. Preguntó: “¿Violencia física, de lenguaje, clasista, denigrante, discriminatoria, es un lenguaje feminista? Para mí no es y me reivindico como feminista”.
Tiene razón en su crítica. No es posible admitir esas agresiones de mujeres contra mujeres. Sin embargo, en ningún momento la Jefa de Gobierno asumió su responsabilidad al permitir una y otra vez que esas actitudes violentas, machistas, clasistas y vejatorias ocurran. Hay maneras de contener los actos delictivos de las y los manifestantes violentos sin tener que entrarles a palos o dispararles con una ametralladora, por supuesto; pero no puede hacerse a costa de la integridad y la dignidad de las mujeres policías. Válgame.