Pues sí, eso es lo que busca Morena desde que se fundó. Y en 2024 lo quiere enterrar.
En búsqueda de tal propósito, desde que se fundó ese partido, y aún antes, cuando miles de sus militantes pertenecían al PRD, lo hicieron buscando dividir al PRI atrayendo a numerosos y relevantes militantes de ese partido. Lo hicieron en 1998 en Zacatecas, con Ricardo Monreal; en Tlaxcala con Alfonso Sánchez Anaya, en 1999; y así en varios estados más. La estrategia funcionó en el PRD y lo sigue haciendo Morena. ¿Quién ha sido su principal promotor? López Obrador. ¿Por qué? Conoce a la perfección al PRI y la lógica del poder porque nació políticamente en sus entrañas. Por eso también neutralizó a Quirino Ordaz, en Sinaloa, en Sonora a Claudia Pavlovich, y recientemente, en el Estado de México, a Alfredo del Mazo, entre otros. Sabe cómo seducirlos.
Para 2024, AMLO y Sheinbaum están repitiendo la fórmula: dividir al PRI atrayendo a militantes con capital político y/o que son eficaces operadores electorales porque no tan solo se quiere ganar la Presidencia de la República, sino también las mayorías calificadas en el Senado y en el Congreso de la Unión. El problema es que, en esta ocasión, en varios estados, como Sinaloa, Oaxaca y Puebla, hay fuertes manifestaciones en contra.
“¡Muera el PRI!” fue el grito estentóreo de muchos morenistas en la concentración para escuchar a Claudia Sheinbaum en Culiacán el sábado pasado. ¿Qué tan concertado o espontáneo fue? ¿Fue una reacción libre, del momento, o el rechazo a los priistas que se incorporaron al apoyo a la doctora Sheinbaum fue planeado o inducido por sus dirigentes?
Pues parece haber sido alentado a lo largo de la semana, al menos indirectamente, por sus dirigentes estatales con declaraciones contrarias a las que días antes anunciaron la Dirección Nacional de Morena, Claudia Sheinbaum, y en Sinaloa, Rocha Moya. ¿Qué llevó a Merary Villegas y a Manuel Guerrero a oponerse a la estrategia nacional de que Morena, previa encuesta, pueda proponer candidatos provenientes de otros partidos? ¿Forman parte de una estrategia nacional de algún personaje de Morena inconforme con la figura de Sheinbaum o son, tan sólo, una expresión sinaloense de una forma de ver la política? En otras versiones se dice que también hubo infiltrados priistas para abuchear a sus ex colegas para desacreditar el evento moreno.
Ahora bien, no puede negarse que también haya habido una reacción natural de sus bases a que ex priistas, ex panistas y ex emecistas sean postulados como candidatos a puestos de elección natural. Siempre hay un sentimiento de propiedad de lo que se considera suyo, y también de considerar que Morena ya no necesita de tránsfugas para ganar. O de que los recién llegados no tienen estirpe izquierdista. Y tienen razón, la gran mayoría, si no es que todos, no lo son. Pero en Morena, la gran mayoría son de izquierda al estilo obradorista; es decir, que los pobres reciban beneficios públicos constantes y sonantes en forma de programas asistencialistas, que reciban mejores salarios mínimos y que la retórica oficial hable bien de los excluidos y discriminados. Son de izquierda porque los programas sociales los benefician, y esa es su doctrina, no ninguna filosofía política compleja, al estilo del socialismo científico o de la socialdemocracia europea. “Primero los pobres” es el corazón de la doctrina del “Humanismo mexicano” morenista y ninguna otra.
Lo malo para los reclamantes del sábado pasado es que, al menos en Sinaloa, miembros fundadores de Morena; es decir, “morenistas puros” que fueron gobernantes, como Chapman, en Ahome; Estrada Ferreiro, en Culiacán; y “El Químico” Benítez, en Mazatlán; no demostraron ser mejores que los gobernantes anteriores de otros partidos, al contrario, fueron grotescamente malos e hicieron perder capital político a Morena.
En este contexto los aspirantes a candidaturas de elección popular de raigambre morenista deberán someterse al mercurio del reconocimiento y la popularidad ciudadana frente al que deseé inscribirse, aunque provenga de afuera, y no escudarse en el pedigrí de su antigüedad partidista o la pureza de su doctrina. Finalmente, como las elecciones se ganan con votos, estos provienen en su gran mayoría no de los militantes de un partido sino de los ciudadanos, y es por eso que la Dirección nacional de Morena está proponiendo que éstos decidan las candidaturas mediante encuestas abiertas. Y sí, porque si un aspirante no gana ni siquiera una encuesta para qué carambas se le propone como candidato a una elección constitucional.
En otro escenario, parece que los miembros de Morena de la Ciudad de México entienden el crudo pragmatismo electoral de su partido porque han aceptado la competencia entre García Harfuch, Clara Brugada y López Gatell, a pesar de que el primero no es miembro de Morena y trabajó en el gobierno de Felipe Calderón de la mano, ¡ni más ni menos, de García Luna!, y que, incluso, Alejandro Encinas, del mismo Gobierno federal morenista, lo involucra en el caso de Ayotzinapa ¿Por qué García Harfuch? Pues simplemente porque es el personaje más aceptado e incluso aclamado de la administración de Claudia Sheinbaum en la opinión de la ciudadanía capitalina. Frente a él está una militante morenista de pura cepa, con larga trayectoria de izquierda y que ha sido brillante Alcaldesa en Ixtapalapa, como es Clara Brugada. No obstante, los habitantes de la megalópolis, según varias encuestas, se inclinan marcadamente por el policía que les ha entregado buenos resultados en seguridad. Ante ello Morena no cierra los ojos y lo acepta como candidato. Realismo electoral desnudo.
Esta tesis no la quieren aceptar dirigentes estatales y militantes de base de varios estados. Quizá piensan que con la marca partidaria cualquiera puede ganar una elección y no necesitan la intervención de “ex” de cualquier sello.
El Gobernador Rocha Moya se ha sostenido en la propuesta de Sheinbaum y sostiene que los ex tricolores, ex albiazules y ex naranjas pueden disputar las candidaturas por Morena en Sinaloa. En tal contexto, los morenistas “puros” están ante a la oportunidad de demostrar que ellos son más aceptados por los electores para ganar las encuestas internas. Deben convencer que son mejores.