Morena y la revocación: extravío innecesario
Rocha Moya es, antes que nada, Gobernador
Cuando no tenía todo el poder que ostenta ahora, la izquierda mexicana no era como es hoy que cada vez más hace suyo el autoritarismo, impudicia y descarríos que acremente le criticó al Partido Revolucionario Institucional durante el tiempo que éste monopolizó el control político. Muchas de esas prácticas sórdidas las está reciclando el Movimiento Regeneración Nacional y para muestra cercana a nosotros los sinaloenses allí está el evento de la tarde del 5 de abril en el mal llamado parque acuático de Culiacán que selló la campaña hecha desde el gobierno con la consigna “que siga López Obrador”.
Bajo ninguna circunstancia está en riesgo la continuación en el cargo del Presidente Andrés Manuel López Obrador durante los próximos 31 meses y 23 días que contados a partir de hoy le faltan para que concluya el periodo constitucional para el cual resultó electo el 1 de julio de 2018. Sin embargo, el establishment color guinda actúa como si algo o alguien pudiera interrumpir el sexenio y derribando el andamiaje jurídico van al salvamento de quien, pase lo que pase, será Mandatario federal hasta el último día de noviembre de 2024.
Lo que sucede en México es digno de estudio para ver si la sociología es capaz de desentrañar lo que al sentido común le resulta cada vez más difícil resolver. Los sucesos que contravienen el orden jurídico ocurren y el Estado, que es parte de tal acción transgresora, cae en negación y no reconoce lo que todo un País ve, por ejemplo, que el Secretario de Gobernación, Adán Augusto López Hernández, viajó a Coahuila y Sonora en un avión asignado a la Guardia Nacional para promover el voto a favor de AMLO durante la consulta de revocación de mandato que se realizará el domingo próximo.
Aunque no es necesario ir tan lejos para sorprenderse de lo que está pasando en este episodio de realidades alteradas por el régimen autodenominado de la Cuarta Transformación. A un costado del Puente Negro, emblema de una ciudad urgida de legalidad y orden, los servidores públicos de Morena son víctimas de ese síndrome de tintura cereza que contagia hasta a quienes antes de ser gobierno eran férreos exigentes del apego a los preceptos constitucionales y leyes que emanan.
Llamó la atención, sobre todo, corroborar que el Gobernador Rubén Rocha Moya encabezó a los políticos de Morena que requieren con tal ahínco como se necesita el oxígeno de que los arrope la popularidad que mantiene López Obrador en todo México. El jefe del Ejecutivo estatal, con toda la legitimidad que tiene y con el encargo de ser el líder de todos los sinaloenses, arriesgó bastante por algo que ni siquiera amerita pagar las consecuencias que vendrán.
Rocha Moya personifica en la actualidad la ilusión colectiva en la tierra que sueña con restablecer el dominio de la ley muy por arriba de la delincuencia que no se cansa de enviar señales de suplantación de instituciones y autoridades legítimas. Toda su vida el hijo pródigo de Batequitas, Badiraguato, ha decidido caminar ceñido a la norma jurídica, y con profunda conciencia crítica, sin tener necesidad de ofrecer este guiño de desobediencia a ordenamientos del Instituto Nacional Electoral y del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación que prohiben a servidores públicos promover la ratificación de AMLO como Presidente.
Verlo bajar al mismo peldaño de rebeldía a la ley en que se han establecido morenistas como los alcaldes Jesús Estrada Ferreiro, en Culiacán; Luis Guillermo Benítez Torres, en Mazatlán, y en el trienio 2018-2021 el tristemente atrabiliario Manuel Guillermo Chapman Moreno, en Ahome, no sería la circunstancia en la que los sinaloenses, del partido que sean, quieren percibir a su Gobernador luego de que históricamente lanzó desde la izquierda, sobre todo en 1986 y 1988, la arenga de ajustar a todos al marco legal. No vale siquiera la pena que, en la coyuntura de la revocación que no da motivos de peso para perder la compostura, el líder de todos retroceda a la etapa en que fue candidato de partidos.
A López Obrador sí le viene bien que sus seguidores le refrenden la lealtad sin que sea necesario que lo rescaten de nada. El reconocimiento social significa para él la ambrosía del poder y en las semanas que le restan como principal inquilino de Palacio Nacional necesitará de la liturgia del “amor con amor se paga”, así la tenga que conseguir mandando al diablo a las instituciones. La consulta de revocación de mandato es sólo para eso: proveerse de tanta aclamación social que le permita resistir el difícil último trecho como Presidente de México.
Pero ¿al Gobernador, presidentes municipales y diputados locales de Morena qué les reditúa el hecho de desobedecer las normas que moderan las conductas de los servidores públicos? El Presidente ya pasó a la historia con el sólo hecho de derrocar al PRI y sus impudicias políticas de seis décadas. Ahora lo que añora Sinaloa es que quienes lo gobiernan se sitúen en el pedestal reservado para los mejores líderes y para llegar a eso antes deberán colocarse con firmeza en el peldaño del irrestricto respeto a las leyes.
No se suba Gobernador,
Al pódium del ‘Químico’ y Estrada,
Que es nicho del deshonor,
Para quienes la ley no vale nada.
En algunos soplos de cordialidad del mitin político de Morena, el Gobernador Rubén Rocha y el Alcalde Jesús Estrada cruzaron saludos y sonrisas que en el caso del edil de Culiacán no son muecas propias de alguien al que se le prepara el patíbulo en el Congreso del Estado para instaurarle juicio político. Podría pensarse que a Estrada Ferreiro le están abriendo la ruta de evacuación para que escape del proceso legislativo que lo destituiría del cargo. ¿O qué? Nadie está alegre ni abraza al verdugo cuando va al cadalso.