Morena es un partido joven. Se fundó el 10 de julio de 2014. Quienes participamos activamente en su conformación, lo hicimos con un solo objetivo: llevar a Andrés Manuel López Obrador a las urnas en 2018 y ganar la Presidencia de la República. La tercera era la vencida. Y sucedió. Treinta millones de voluntades lo quisieron.
A raíz del triunfo electoral, un gran número de morenistas intempestivamente asumimos encargos públicos y el partido se quedó a la deriva. Implementar las promesas de campaña desde el gobierno y las cámaras legislativas, fue una prioridad.
Mientras tanto, quienes se quedaron al frente de los órganos del partido, entraron en una larga disputa judicial por la dirigencia nacional, que originó que el pasado 20 de agosto de 2020 el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación ordenara al Instituto Nacional Electoral encargarse de la renovación de la Presidencia y Secretaría General de Morena, mediante la realización de una encuesta abierta a la ciudadanía en la que no sólo participarán los militantes, sino también aquellos que se autoasignen como simpatizantes.
La resolución del Tribunal fue señalada públicamente por los principales liderazgos del partido como una intromisión a la vida interna y un exceso en sus atribuciones. No así por el Presidente Andrés Manuel López Obrador, que acusó una falta de capacidad política para ponerse de acuerdo al interior y llamó a la militancia de su partido a acatar el fallo para elegir de una buena vez a la dirigencia nacional.
Es así que del 5 al 8 de septiembre el INE llevará a cabo el registro de las y los candidatos; del 9 al 11 el análisis y dictaminación de requisitos de aspirantes; el 12 la aprobación de candidaturas; el 14 la insaculación de las tres empresas que realizarán la encuesta; del 26 de septiembre al 2 de octubre el levantamiento y procesamiento de encuesta abierta; el 3 y 4 de octubre, la entrega y presentación de resultados a las autoridades electorales y al partido; y finalmente el 5 de octubre, Morena deberá registrar ante el INE a su dirigencia nacional.
Hasta el momento, han manifestado públicamente su interés por asumir la Presidencia, Porfirio Muñoz Ledo, Mario Delgado Carrillo, Gibrán Ramírez Reyes, Yeidckol Polevnsky, Adriana Menéndez Moreno y Alejandro Rojas Díaz Durán; mientras que para la Secretaría General, Citlalli Hernández Mora, Carol Arriaga, Antonio Attolini, Omar Horacio Mateos Miranda y Donají Alba Arroyo; lista que seguramente crecerá.
El desarrollo del proceso interno es de fundamental importancia en la vida democrática del país. No se olvide que los partidos políticos son entes de interés público. Reciben cuantiosos recursos del presupuesto y son el vehículo más importante para acceder al poder político mediante la vía electoral. Por ello, importa quiénes lo dirigen y cómo lo dirigen.
Más aún, cuando de cara a la jornada electoral del 6 de junio de 2021, en el que votarán 95 millones de electores, Morena tiene al día de hoy la más alta intención del voto y se perfila a incrementar su fuerza política legislativa y gubernamental. La mayoría de las posiciones en juego, de acuerdo a todas las encuestas, las ganará el partido del Presidente de la República. Que léase bien, no es el mismo que el de gobernadores, alcaldes y legisladores que llegaron con las siglas de Morena, pero que a los ojos de muchos, han fallado al proyecto de transformación nacional.
Gobernar nunca ha sido tarea fácil. Hacerlo en una sociedad informada y politizada supone fortalezas y virtudes, pero gobernar en tiempos de crisis, requiere de dotes adicionales y experiencia.
Por ello, resulta bochornoso ver a propios y extraños con la mano levantada en su deseo de participación política, argumentando su derecho de continuar por el hecho de ser amigos personales del Presidente de la República. Mienten. Quienes hemos vivido el trayecto en la construcción de Morena lo sabemos. El amiguismo y el influyentísimo no tienen cabida en el Presidente. Morena no tiene permiso a errar.
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