En Estados Unidos, por primera vez en la historia, el tema migratorio y de la frontera con México ocupa un lugar central en el debate político y electoral de esa nación. La obstinación del Presidente Donald Trump por construir un muro pareciera rayar en lo irracional e incluso en lo ridículo, considerando la enorme cantidad de recursos que pretende asignar a ese propósito y que serían al final pagados con los impuestos de los ciudadanos estadounidenses. Alegando una invasión proveniente del sur del continente—particularmente de Centroamérica—y una “crisis humanitaria en la frontera”, Trump había pedido al Congreso 5.7 billones de dólares para la construcción de 234 millas de un “grande y hermoso” muro fronterizo de acero y concreto.
Respondiendo a la negativa de la Cámara de Representantes, el Presidente de los Estados Unidos de América, en una acción sin precedentes y claramente sin justificación real (desafiando quizás los fundamentos constitucionales), declaró una Emergencia Nacional. La declaración se dio el pasado 15 de febrero apelando a una “invasión” del país “con drogas, tratantes de personas y con todo tipo de criminales y pandillas.” No le importaría al Presidente que lo demanden en las cortes de su país—muy probablemente en el Circuito Noveno—pues, según dice, ganaría en la Suprema Corte.
El actual debate político en los Estados Unidos, que gira alrededor de este muro innecesario y costosísimo, parece una locura y cambia radicalmente nuestra visión de lo que quizás aún sea la nación más poderosa del mundo. La enorme fragmentación política y social al interior de ese país refleja debilidades importantes que algunos han llegado a vincular con una posible intervención rusa que podría haber vulnerado inclusive los sistemas electorales estadounidenses para facilitar la victoria de Donald Trump sobre Hillary Clinton.
Con este discurso del muro y la crisis fronteriza que llegó a ocasionar el cierre del Gobierno más prolongado en la historia de la Unión Americana y que derivó finalmente en la declaración de una emergencia nacional, pareciera ser que el Presidente de Estados Unidos busca provocar una grandísima fisura al interior de su propia nación. Esta fragmentación se construye desde la última campaña presidencial a través de mitos, y muy en particular a través de mitos fronterizos. Pero la pregunta es, ¿cómo construye Donald Trump esos mitos fronterizos?
Se trata esto de una crisis fronteriza manufacturada y sustentada en mentiras o información falsa. Esta crisis humanitaria se apoya en un discurso anti-inmigrante, imágenes de personas llegando a los Estados Unidos en masa—a través de caravanas—y en la percepción de un sistema totalmente rebasado que requiere de las fuerzas armadas incluso para hacerle frente a la supuesta amenaza. Trump construye esta amenaza desde su campaña y la va alimentando con imágenes y discursos que mueven efectivamente a su población e incluso a sus medios de comunicación de mayor alcance y prestigio (los medios mainstream) hacia donde él quiere para justificar lo que quiere.
No es verdad que la crisis migratoria esté fuera de control. Por ejemplo, las aprehensiones de migrantes no autorizados han caído a niveles históricos en los años recientes, de un máximo de 1.6 millones en el año fiscal 2000 a 400 mil en el último año fiscal. Tampoco es verdad el carácter meramente orgánico de las caravanas. Aunque existen causas genuinas (miseria y violencia extremas) que han llevado a los centroamericanos a abandonar sus países en masa y de forma intempestiva, los factores de expulsión y atracción de la migración centroamericana no han cambiado radicalmente ahora en comparación con los últimos años. Esto es un hecho y se puede verificar con números y un análisis de la situación de los países del llamado Triángulo Norte. Alguna fuerza fuera del sistema regular pareciera movilizar de forma masiva a las personas en busca de asilo que llegan en caravanas o de otras maneras hacia todos los puntos de control fronterizo e inundan al sistema.
Pareciera que Estados Unidos enfrenta realmente una invasión de refugiados hambrientos que una parte de la población acepta por razones humanitarias y la otra parte rechaza fundamentalmente. Los ciudadanos enojados que apoyan a Trump apoyan fervientemente el reforzamiento masivo de los controles fronterizos que incluye la construcción de un muro y una mayor militarización de la frontera para detener la invasión por parte de miserables, pandilleros, drogadictos y narcotraficantes. Estos son sólo mitos y percepciones distorsionadas, pero al manifestarse a través de los medios masivos de comunicación se convierten en realidades.
El tema migratorio para los estadounidenses es un tema que provoca fuertísimas divisiones y moviliza la participación de las masas en función de sentimientos, muchas veces irracionales. En la era de las noticias falsas (fake news) y la manipulación mediática, Donald Trump (representando al grupo que lo apoya) se presenta como un verdadero genio que mueve a la opinión pública—dividiéndola al mismo tiempo—hacia donde quiere y hacia donde le conviene (a él y a su grupo de mafiosos).
Lo que aquí está verdaderamente en juego no es la seguridad de los estadounidenses ni la crisis humanitaria de los centroamericanos. Para entender lo que está pasando, valdría la pena seguir la ruta del dinero. Estamos hablando de los contratos billonarios para las grandes corporaciones de contratistas que forman el complejo fronterizo militar-industrial que opera en todas las latitudes del globo terráqueo. Muros, centros de detención (prisiones) y armamento. De eso se trata el proyecto de Donald Trump y sus poderosísimos socios del espectáculo.
Lo que no me queda muy claro es el origen de los socios. Dado que hablamos de intereses poderosísimos, los que tratan de entender o investigar esto podrían estar realmente en peligro. Se justifica aquí sí: tener miedo.
Sin embargo.MX