Lo hemos dicho siempre: nuestro País tiene recursos sobrados como Nación para estar dentro de los países con un desarrollo estable y entre los más prósperos del mundo; pero los gobiernos corruptos que sufrimos nos mantuvieron en el subdesarrollo, como país del “tercer mundo”. Y, por décadas, no veíamos el final del túnel, hasta que los ciudadanos dijeron: ¡basta! y, el 1 de junio del 2018, con su sufragio, pusieron fin a ese largo periodo de ignominia.
Y propiciaron el cambio verdadero, con la llegada al poder del gobierno de la cuarta transformación. Hoy estamos viendo hechos tangibles, en favor de las clases populares, en todo el territorio nacional. Sólo la oposición chabacana, que existe en México, se niega a ver la realidad que les golpea el rostro, son incapaces de reconocer los cambios sustantivos que se vienen generando en todos los ámbitos de la Nación. Se va a demostrar la fortaleza del País, frente al imperio del Norte en las negociaciones que actualmente tienen lugar con el gobierno de los Estados Unidos, donde se va a reflejar lo sólida economía de este país.
Tan sólo en el sexenio del Presidente Andrés Manuel López Obrador, al servicio de los intereses de los que venían siendo olvidados, se sacaron de la pobreza a 8 millones, quienes, en el pasado, venían siendo vilipendiados de manera abusiva. Los gobiernos prianistas tenían una actitud que lo decía todo: no los veían ni los oían, sencillamente no escuchaban sus reclamos, ni tomaban en cuenta sus justas demandas; los ignoraban en forma prepotente y despótica.
Esa era la respuesta que recibían los campesinos y obreros de los gobiernos que se padecieron en el pasado. Hoy las cosas han dado un vuelco inusitado y se atiende a los núcleos más desprotegidos. Estamos ciertos de que, en la medida que el País avance en construir una economía estable, las clases sociales mejorarán sus índices de bienestar. La pobreza todavía existe en México, es un rezago que nos impide ser modernos. Por eso, es prioridad del gobierno actual revertir esa condición que lacera aún a millones de compatriotas. En el sexenio próximo pasado se liberó a un núcleo de pobres de 8 millones, si seguimos con ese ritmo, para el 2030, habrá bajado el índice de pobreza en este País de manera sustantiva.
Como debe ser en un gobierno que se dedica a servir a su pueblo, con transparencia y sin demagogia, haciéndose verdadero eco de los anhelos y las más sentidas demandas de la ciudadanía, eso traerá mucha prosperidad a esta gran Nación. Vemos buenas expectativas en la línea que han tomado los gobiernos de la cuarta transformación, por más que los denoste la derecha, la cual, como siempre, ha estado alejada de los intereses de las masas populares. Es cuestión de observar la obsesiva actitud que estos conservadores libran en el Congreso de la Unión, oponiéndose a cuanta iniciativa sea en beneficio del pueblo. Los ciudadanos sacan sus propias conclusiones: a la derecha no le importa el pueblo, sólo los mueve la ambición y su desesperada lucha por recuperar el poder perdido.
Ante esa actitud cerrada, con una cerril ceguera a los intereses de la sociedad, en las elecciones futuras van a perder partidarios y se van a quedar sin asidero político. Cada vez más se constriñe su número de militantes. Su conservadurismo les impide aceptar la realidad política de este País, que está en franca innovación. Cada vez la democracia se consolida y los votos de los ciudadanos se cuentan y se cuentan bien, por parte de los órganos encargados de organizar las elecciones, donde los ciudadanos eligen libremente a quienes dirigen los destinos del País.
La democracia llegó para quedarse, una asignatura que estaba pendiente en México y que, a partir del 2018, sentó sus reales. Y, podemos decir, con certeza: la democracia nunca más va a dejar de ser parte intrínseca de este País. Durante mucho tiempo fue una de las aspiraciones más sentidas de los ciudadanos, hoy es una realidad tangible e inamovible en la vida pública. Los procesos electorales, a partir del 2018, han transcurrido en paz y no ha habido multánimes protestas como era común en el pasado. Hay una nueva mística en la forma de gobernar y hacer política, se acabaron para siempre los fraudes electorales.
Los ciudadanos están muy despiertos y politizados, conocen muy bien lo que representa cada partido político, no se les puede dar gato por liebre; saben bien lo que les conviene y, sobre todo, lo que deben rechazar de manera por ir en contra de sus intereses.