-Lord Byron
    Los daños pronosticados ya están entre nosotros. Muchos eran evitables, eso subleva. El Covid se llevó amigos. Otros se fueron solos. Cicatrices imborrables. Pero la vida sigue y hoy es día de fuga razonada. Libros y música, compañeros leales.

    Los daños pronosticados ya están entre nosotros. Muchos eran evitables, eso subleva. El Covid se llevó amigos. Otros se fueron solos. Cicatrices imborrables. Pero la vida sigue y hoy es día de fuga razonada. Libros y música, compañeros leales.

    “Leer es siempre un traslado, un viaje”, la expresión es de Antonio Basanta y con ella abre Irene Vallejo El infinito en un junco. La invención de los libros en el mundo antiguo (Siruela). Una deliciosa travesía desbordante de amable erudición y donosura. Conocimientos sólidos y frescura a la vez. Una belleza. Adolfo Martínez Palomo, una de nuestras grandes eminencias científicas, melómano incontenible, se dio a la generosa tarea de escribir -apoyado por el Colmex, El Colegio Nacional (editor), del cual es miembro, por el Cinvestav del Politécnico y por la UNAM- una bella colección de 14 títulos breves con dos viñetas biográficas cada uno de grandes músicos. Monteverdi y Vivaldi, Bach y Händel, Haydn y Mozart, Beethoven y Paganini, hasta Mahler y Shostakóvich, pasando por Rossini y Schubert, Donizetti y Bellini, Chopin y Schumann y otros. La aproximación de Martínez Palomo es única, pues sigue una ruta apasionante: la salud y la producción musical. Cada caso representa una verdadera investigación de los padecimientos de la época y las energías y debilidades de los genios. Escritos con gran amabilidad, son la coronación ideal para un día de trabajo: se aprende y se goza. Gran colección. Músicos y medicina. Historias clínicas de grandes compositores. Gonzalo Celorio, ese gran novelista, ensayista y conocedor profundo de nuestro idioma, nos regaló en el 2020 un libro breve y bello, aunque el tema genere cierto escozor: De la vejez. El invierno tan temido. El autor hace una brillante defensa de la muerte digna acudiendo a filósofos y literatos. La meta final, retomando a Martín Luis Guzmán, es “un tránsito sereno”. Del propio Gonzalo una entrega muy íntima, estrujante y dolorosa, Los apóstatas (Tusquets). Se trata de la recuperación de pasajes oscuros de la vida de sus hermanos que debían ver la luz. A pesar de la fina prosa de Celorio, o quizá por ella, el texto estremece, pues está cruzado por una fuerte carga de denuncia retenida, oprimida que cobra un poder narrativo inaudito al delatar hechos reales, con nombres y apellidos. Qué valentía y qué acto de justicia. Nunca más.

    La última vez que me topé con Fernando Savater me mencionó el hecho: acababa de enviudar de su compañera de vida. Me estremecí. Savater decidió escribir sobre “...el eco de su ausencia”. La peor parte. Memorias de amor (Ariel) es un relato personalísimo de las emociones remotas del joven filósofo, de sus interminables andanzas juveniles en que hizo de todo. Atrás queda la imagen de filósofo de laboratorio para dar paso al ser humano de carne y hueso que no tiene ningún problema en narrar sus excesos. Y es justo en esas correrías que aparece ella, Pelo Cohete, con sus embrujos y extravagancias. Escrito como un duelo gozoso, Savater recupera a este personaje que explica parte de su vida pública y, sobre todo, su tejido emocional. Inolvidable. Entré a él por curiosidad, pero a las pocas páginas me atrapó: Una tierra prometida de Barack Obama. El lector encontrará los intríngulis de la vida política de los EEUU. Pero quizá lo que más atrajo del grueso volumen fue la lectura autobiográfica de un hombre cuya inteligencia y sensibilidad son notables. Michelle, los comedores públicos en los que atendía en Chicago, su vivencia como Senador y después la vida familiar en la Casa Blanca. Bien escrito y memorable. Se me acaba el espacio. No echar de menos a Dios, itinerario de un agnóstico (Editorial Trotta) de Rodolfo Vázquez. El brillante y sólido filósofo argumenta, con elegancia y hasta con humor, sobre un tema inacabable: Dios. Los besos (Planeta) de Manuel Vilas, una recuperación en pandemia del amor. Bellísima.

    Felicidades.