México se ha visto impactado ante el flujo constante de personas que cruzan la frontera sur del País con la intención de llegar a Estados Unidos en busca de empleo, seguridad y una vida mejor para sus familias, o de perdida quedarse en México. Según la Secretaría de Gobernación, fueron detenidas más de 250 mil migrantes principalmente de Honduras, Guatemala, El Salvador y Haití, quienes recorren miles de kilómetros a pie, en bicicleta, con mujeres y niños; todos ellos motivados por la “invitación” de López Obrador para que vinieran o intentaran llegar a Estados Unidos por el territorio nacional.
México fue avergonzado por el entonces Presidente Trump que prácticamente obligó a México a quedarse con esos “migrantes invitados”, a darles cobijo, casa y sustento, con la vaga promesa de estudiar caso por caso para determinar si les extiende visa, lo cual no ha ocurrido. Ahora México, convertido en “País seguro” los retiene, los mantiene y los regresa a su país de origen con un costo altísimo y con la vergüenza ante el mundo de aparecer como un gobierno que maltrata y expulsa a los migrantes. Ahora se habla de que el Presidente Biden pretende reactivar el Programa Quédate en México, agregando presión a la situación migratoria del País.
Poco se comenta que el problema de la migración en Estados Unidos no son los hondureños o los haitianos, sino que es precisamente el de los mexicanos que, en los últimos años, según El Universal del 7 de enero, Estados Unidos ha devuelto y expulsado más de un millón de mexicanos, de los cuales más de 655 mil fueron en el año fiscal de octubre 2020 a septiembre de 2021, es decir que el año anterior fácilmente se llegaría a 700 mil mexicanos expulsados. Según el Centro de Investigaciones sobre América del Norte de la UNAM, “la migración mexicana es una de las más grandes en la historia moderna pues entre 1965 y 2015, más de 16 millones de mexicanos emigraron a Estados Unidos” y se identifican como causas principales la pobreza y la violencia.
Actualmente se calcula que hay 12 millones de mexicanos en Estados Unidos, de los cuales alrededor de 7 millones tienen algún tipo de trabajo, que son la fuente de remesas para México, que este año alcanzará la cifra de más de 50 mil millones de dólares, incluyendo en esta cifra los envíos disfrazados de remesas producto del narcotráfico que se estima en un 40 por ciento del total. Así, México está exportando a Estados Unidos, drogas y fuerza de trabajo ya preparada aunque fuera como obreros de la construcción, choferes, amas de casa y personas con capacitación académica desde profesionistas hasta secundarianos, cuya educación y mantenimiento desde su niñez le ha costado a México, es decir, estamos “exportando talento” que no podemos o no sabemos aprovechar, sea por falta de oportunidades, de empleo y de ingresos justos, pero también porque huyen de la violencia en sus comunidades y van allá en busca de seguridad y un honesto futuro. Las remesas que envían, aún siendo mucho, no pagan el costo de su nacimiento, niñez, juventud y en su caso de su capacitación académica.
Según la Coordinadora de Agenda Migrante, Eunice Rendón, “ya se hablaba de una balanza cero porque eran más los migrantes que regresaban a México que los que se iban, pero ahora hay un importante repunte...”, una prueba más del fracaso de las políticas migratorias, de economía y de seguridad del actual régimen.
En cambio, la situación en Alemania y otros países de Europa es totalmente diferente, pues según Reforma del 12 de este mes “Alemania busca migrantes pues tiene 300 mil vacantes”. Según el Ministro de Economía Robert Habect, “esperamos la cifra aumente a un millón o más” por lo que una migración será esencial para Alemania en puestos de ingenieros y artesanos, cuidadores, etc.” y es que según el Instituto de Economía Alemana, la población activa disminuirá en más de 300 mil por los trabajadores mayores que se jubilan que son más que los jóvenes que se integran al trabajo y esa diferencia llegará a 5 millones de faltantes en edad laborable para el 2030, lo cual tiene además el impacto de que “un menor número de empleados tenga que cargar con el financiamiento de las personas jubiladas, lo que supone ‘una bomba demográfica’ para la economía alemana”.
Tenemos pues una economía que no acepta o expulsa migrantes, frente una economía a la que le faltan migrantes y economías en desarrollo que no pueden otorgar condiciones mínimas de vida a su población que tiene que emigrar. Un signo de estos tiempos de desigualdad social.