Prácticamente todos los medios de comunicación exponen diariamente el terrible drama de los migrantes centroamericanos, haitianos, venezolanos y hasta mexicanos que sufren penurias, malos tratos, discriminación, enfermedades y dolor; miles de personas en las fronteras norte y sur de México, así como en el interior del País en las caravanas y traslados en tren, camiones y hasta en motos, instigados por “coyotes” y narcotraficantes; los menos, por gente de buena fe que cree sinceramente que les será posible llegar a la “tierra prometida”. Es desgarrador leer o enterarse que una caravana con más de 3 mil hombres, mujeres y ancianos, más de mil 200 niños, 400 bebés y 63 mujeres embarazadas, discapacitados en sillas de ruedas, bebés en sus carriolas, caminando miles de kilómetros mientras que los agentes del Instituto Nacional de Migración y la Guardia Nacional “nomás ven”. Algunas caravanas son organizadas por narcotraficantes gracias a la corrupción de agentes del INM que venden visas.
Algunos migrantes mueren en el camino, otros en los supuestos “refugios” fronterizos, varios en el Río Bravo o en El Suchiate, muchos en el desierto norteamericano, si es que pudieron pasar; la mayoría son deportados o repatriados, aunque las autoridades migratorias de la unión americana los suben a un avión y los descargan en Tabasco o en Chiapas para que México se haga cargo de ellos, otros más se quedan en Estados Unidos en una eterna huida o en manos de la delincuencia del otro lado y cada vez más migrantes extranjeros se están quedando en México, pues según dicen “allá está peor que aquí”. En El Universal del 26 de octubre se informa que Tapachula, Chiapas, tiene 80 mil migrantes acampados y nadie se explica cómo es que “aparecieron” casi 15 mil haitianos en Ciudad Acuña en septiembre de este año.
En cuanto al éxodo mexicano, se tiene cuenta de que han sido repatriados más de 600 mil, pero muchos de ellos que devuelven, regresan una y otra vez; sin embargo, los mexicanos tienen más “experiencia” en cómo “cruzar”; tienen parientes allá que los protegen o bien saben cómo y a dónde llegar a trabajar, pues los granjeros norteamericanos los ocultan, les dan trabajo y les pagan la quinta o sexta parte de lo que le pagarían a un ciudadano estadounidense, pero aún así les va mejor que con el magro salario mínimo que ganarían en su país de origen y todavía les alcanza para enviar remesas a sus familias en México. Pero si quedan “enrolados” en algún cartel, pues ya casi “la hicieron”, como se dice en México.
Según Esmeralda Arosamena, de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, en todo este proceso migratorio “ningún derecho humano se queda sin ser violado”. Estamos viendo lo que se llama un “crimen de lesa humanidad”.
Mientras, Estados Unidos mantiene cerrada la frontera y ha movilizado a miles de soldados de la Guardia Nacional, policías estatales y “voluntarios” que alegremente se lanzan a caballo y con perros a la caza de migrantes que cruzan el río o se internan en el desierto. Tal vez el costo de este muro humano y el muro de material de Trump ayudaría mucho a amortiguar el flujo de migrantes de Guatemala o de Honduras. Por su parte, el embajador de Estados Unidos, Ken Salazar, ha declarado tajantemente “no podrán entrar”.
En cuanto a México, el profesor de la UNAM, Tonatiuh Guillén López, expone en Reforma que, de 2008 a 2018 se redujo el cruce de mexicanos a Estados Unidos porque hubo una etapa de cierta estabilidad gubernamental, sensación de mejor seguridad y más oportunidades de empleo, pero todo se derrumbó con este gobierno pues en 2021, de julio a septiembre, más de 200 mil mexicanos han llegado a la frontera para cruzar; son adultos en su mayoría, hombres en edad de trabajo que ahora no ven posibilidades decentes de sustentar a una familia en orden y en paz; como dijo un migrante: “mejor den abrazos a los migrantes y no a los narcos”.
Así, México se ha unido a los países europeos que están siendo invadidos por miles de migrantes que huyen de sus países en busca de mejores condiciones de vida. El problema es internacional, pero sobre todo es un problema humanitario y de caridad cristiana.