Nuestra vida es una hamaca tejida de memoria y esperanza. Somos el recuerdo de lo que fuimos y el advenimiento de lo que ocurrirá. Seamos ancianos, jóvenes o niños, somos esculpidos con el cincel de la memoria y el anhelante soplo del futuro.
Así lo constató Mario Benedetti el 14 de septiembre de 2003, al cumplir 83 años, fecha en que escribió el prólogo de su libro Memoria y esperanza. Un mensaje a los jóvenes:
“¡Qué puede decir un poeta de más de 80 años a la gente joven, que no lo haya dicho ya? Poco. Sólo contarles qué satisfecho y bien me siento, cuando octogenario, veo que los valores de toda la vida siguen vivos, presentes, que nunca tuve la tentación de renunciar a ellos, y que los sigo sosteniendo”.
El escritor uruguayo añadió: “Que pese a haber vivido bombardeado por la misma publicidad que a todos nos dice que lo importante es el consumo, que lo que importa es generar riqueza (monetaria), y que la globalización y el libre mercado son el único camino que nos queda por delante, sigo pensando que nada de estos es cierto.
Precisó que los ideales no se plasman como publicidad en la ropa, que no toda actividad debe ser considerada negocio y que no somos “borregos” que desfilen tras una sola ideología: “Que el Che Guevara fue un proyecto de cambio y no sólo una camiseta, que el futbol era un hermoso deporte muchísimo antes de ser un gran negocio, y que no todos en el mundo son de derechas”.
Indicó que no debemos menospreciar a los jóvenes: “Si los responsables del mundo son todos venerablemente adultos, y el mundo está como está, ¿no será que debemos prestar más atención a los jóvenes?
¿Conjugo memoria y esperanza?