Más infortunios que días de la semana. Estamos solos con nuestros problemas

OBSERVATORIO

    alexsicairos@hotmail.com

    ¿A quién le importa que haya cinco curas acusados de ataques sexuales contra sus acólitos y que la valentía de denunciar ponga a las víctimas ante nuevos riesgos? ¿Por qué debería de ocuparnos el coraje de centenas de ahorradores que se quedaron sin nada por buscar réditos que el sistema financiero legítimo es incapaz de ofertarles? ¿Entonces que los ponchallantas los arrojen las veces que los malandros quieran puesto que la Policía los recogerá cuantas veces sea necesario?

    Somos en México el País de todas las marchas de protesta, de mítines que nos dividen entre buenos y malos, de arengas al enfrentamiento en lugar de proclamas de unidad, pero también formamos parte del Sinaloa donde confluyen los jueves de ponchallantas, de viernes donde miles despiertan sabiéndose estafados por una financiera irregular y de sábados en los que se manifiestan las víctimas de abusos cometidos por sacerdotes con la exigencia de enjuiciar a los clérigos, pero sin culpar a Dios. Estamos todos donde mismo y aun así nos buscamos, nos desconocemos.

    Ningún día de la semana podemos encontrar al camarada que no esté distanciado por los fanatismos políticos, al vecino exento de ser víctima de delitos cometidos al seno de la Iglesia católica, al conversador que hable de cosas distintas a las de su situación de defraudado por el pillo que se llevó sus ahorros. Incluso las fiestas nacionales, como la de la expropiación petrolera, dejan de ser festivas y trasmutan a campañas electorales que anuncian la continuidad de la tan traída y llevada Cuarta Transformación.

    No nos encontramos unos a otros porque dejamos de buscarnos. Dónde coincidir si el crimen marca como suyo el territorio y lo hizo de nuevo en Culiacán el 16 de marzo al lanzar ponchallantas en el mismo sector del Desarrollo Urbano Tres Ríos, y el Secretario de Seguridad Pública, Cristóbal Castañeda, confirmó el hecho en sus redes sociales no obstante que la gente hubiera querido que anunciara la detención de los que tiran dichos artefactos para que nunca olvidemos aquel 5 de enero del piérdase toda esperanza.

    En vez de hallarnos entre la gente feliz, tropezar gustosos con ella en las aceras y las esquinas, nos topamos con ciudadanos fantasmales, cabizbajos y resentidos que maldicen la hora en que se les ocurrió meter su dinero al sistema Inverplux, el que algún timador inventó para apropiarse de alrededor de mil millones de pesos en perjuicio de unos 4 mil incautos que creyeron que sus capitales crecerían mucho más de lo que la usurera banca formal les ofrece.

    A quién encomendarse sabiendo que las autoridades harán simulaciones de investigación mientras el ladrón gasta, impune, aquello que los afectados atesoraron con sacrificios. Ni modo de pedir la intercesión de Dios porque él está ocupado atendiendo a los que se movilizaron de la Catedral a La Lomita, dos puntos profanados por la pederastia clerical, con reclamos como “pedir perdón es necesario, pero no basta”, “si no estoy seguro en la Iglesia, ¿dónde?”, “por las víctimas que aún no se sienten listas”, “Dios es justo; queremos una Iglesia justa?”

    Y si lanzáramos el llamado de auxilio a la máxima autoridad, el Presidente Andrés Manuel López Obrador, éste se dedica de tiempo completo a jugar con sus “corcholatas” y organizarles la proyección electoral para 2024; a aclararle a Estados Unidos que México es libre y no una colonia de su País; a moldear para su beneficio el sistema democrático nacional. Para qué distraer a AMLO con las dificultades que vive Sinaloa.

    Los mexicanos y los sinaloenses debemos seguir rascándonos con nuestras propias uñas. Siempre ha sido así y ahora es igual. A los males cotidianos como la violencia que tiñe de sangre al territorio nacional, el odio patriótico que es el nuevo modo de disputar los votos, o la calle como último reducto de los agraviados revictimizados con la impunidad, hay que hacerles frente en la soledad, el soliloquio de las redes sociales. Escucharse uno mismo porque se acabaron los que se hablaban y escuchaban entre sí, pero antes se extinguieron los liderazgos que al pueblo le proveían de esperanzas y confianzas.

    Al fin y al cabo que en las duras y las maduras somos mexicanos y sinaloenses estoicos que luchamos cada quién por cada uno, guerras íntimas con victorias que solamente pueden ser individuales, ya no sociales ni compartidas. Al diablo con los sufrimientos de otros, los escarnios en carne ajena, los gritos en boca extraña. La solidaridad y la confraternidad son víctimas colaterales en el contexto en que ha muerto hasta la capacidad de consolar al prójimo y acompañarlo en sus desgracias.

    ¿A quién le importa que haya cinco curas acusados de ataques sexuales contra sus acólitos y que la valentía de denunciar ponga a las víctimas ante nuevos riesgos? ¿Por qué debería de ocuparnos el coraje de centenas de ahorradores que se quedaron sin nada por buscar réditos que el sistema financiero legítimo es incapaz de ofertarles? ¿Entonces que los ponchallantas los arrojen las veces que los malandros quieran puesto que la Policía los recogerá cuantas veces sea necesario?

    ¡Viva la expropiación petrolera! ¡Venga la continuidad de la 4T! Prosigamos en la guerra por llenar el Zócalo, sin notar los males de la sociedad que los grita el asfalto, avergüenzan a Dios, y los enfrenta cada ciudadano solo, en el desamparo.

    Reverso

    Cada uno busca al homólogo,

    Para aliarse en toda guerra,

    Pero el prójimo se encierra,

    En su fortaleza del monólogo.

    Persistencia cuenista

    Mientras para nada se nota el activismo del Diputado Ambrosio Chávez, el recién designado promotor en Sinaloa de la “corcholata” Adán Augusto López Hernández, por su parte Héctor Melesio Cuén Ojeda es invitado y participó en el encuentro organizado por el Consorcio de la 4T México del cual forma parte el movimiento “Ahora es Adán Augusto”. Si algo hay que reconocerle al creador y líder político del Partido Sinaloense es la tenacidad con que se aferra al proyecto de poder al que, si le atina, otro gallo le cantará. He allí también la posibilidad intermedia para destrabar el conflicto entre la Universidad Autónoma de Sinaloa y el Congreso del Estado: dejarle el PAS a Cuén y la UAS a los sinaloenses.