Caminando por los renglones de las efemérides, me encuentro con que la fecha de nacimiento de don Melchor Ocampo fue un día como hoy pero del año 1814. De don Melchor, la mayoría de los mazatlecos lo tenemos como referencia de que una calle céntrica del puerto lleva su nombre y que corre de las faldas del Cerro de la Nevería a las del Cerro Casa Mata.
De la ficha biográfica de Ocampo Tapia presentada por Wikipedia, destaco en este intento de artículo dos hechos en los que fue actor este personaje, uno de ellos involucra a nuestro municipio; el otro, en la actualidad es reprobatorio para el sector femenil.
El michoacano fue un personaje político de altos vuelos, destacando como colaborador de don Benito Juárez. Era tanta la confianza que le confería Juárez a Ocampo, que lo nombró como representante de los intereses de la nación para que negociara con los Estados Unidos de Norteamérica el llamado Tratado McLane-Ocampo, a través del cual nuestro País le concedía a perpetuidad a los estadounidenses, el derecho de vía de libre tránsito por dos rutas. Siendo la primera entre Nogales u otra plaza fronteriza norte hasta el puerto de Guaymas, Sonora y la segunda, desde cualquier punto de Matamoros, vía Monterrey, hasta el puerto de Mazatlán.
Dicho tratado fue firmado por los representantes de ambos países, el 14 de diciembre de 1859, sin embargo, el Congreso estadounidense no lo aprobó por problemas internos prioritarios para el gobierno. Traigo a colación dicho tratado ya que de alguna manera sirvió de semilla para que décadas después surgiera el proyecto y realización de la carretera conocida popularmente como Mazatlán- Durango, pero que, en la realidad, concreta la ruta entre Matamoros y el puerto mazatleco, contemplada en el frustrado convenio internacional, motivado, hay que decirlo, por el interés de Juárez de obtener de parte de los gringos un préstamo de 4 millones de dólares y, por supuesto, el reconocimiento de su gobierno.
Obviamente, las intenciones de entrega territorial a los vecinos del norte, levantaron críticas de diversos personajes como José Vasconcelos y Justo Sierra. Al respecto, en su crítica, Sierra, entre otras cosas, señaló: “...Juárez y Ocampo se hallaban alucinados al dictar ese documento. Que las nuevas generaciones consulten el Diccionario de la Lengua, cotejen la definición de alucinado con la de traidor, y resuelvan cuál es la que conviene al caso”.
Melchor Ocampo, quien contaba con preparación de abogado, intervino como redactor de las Leyes de Reforma y, también, en el alumbramiento de la primera ley de matrimonio civil, bajo el mandato de Juárez, y de dicha acción surgió la famosa Epístola de Ocampo, la cual se acostumbraba a leer durante las ceremonias de casamiento civil. Hoy, dicho mensaje merece el repudio pleno del sector femenino, entre otras razones por el siguiente párrafo: “...Que la mujer, cuyas principales dotes son la abnegación, la belleza, la compasión, la perspicacia y la ternura, debe dar y dará al marido obediencia, agrado, asistencia, consuelo y consejo, tratándolo siempre con la veneración que se debe a la persona que nos apoya y defiende, y con la delicadeza de quien no quiere exasperar la parte brusca, irritable y dura de sí mismo...”.
Me imagino que con tales ideas, en la actualidad, los grupos feministas radicales, pasarían de la crítica vitriólica a las acciones violentas en contra de la humanidad del ilustre michoacano.
Más allá de tales episodios, enclavados en las circunstancias de su tiempo, don Melchor Ocampo merece ser reconocido como un actor destacado dentro de nuestra historia nacional. ¡Buenos días!